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martes, 25 de octubre de 2011

Entre cábalas y mentiras... la pesadilla yanqui y los deseos contenidos de una sonora trompetilla

No hay peor ciego que el que no quiere ver. Me lo reafirma la verborrea del representante gringo ante el 66 período de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de quien sólo escuché una verdad a lo largo de sus siete minutos y unos segundos de un ejercicio oratorio plagado de mentiras.
Dice verdad, y sólo ahi, cuando afirma que es un derecho soberano de los Estados Unidos decidir con quien establecer relaciones comerciales bilaterales. Y punto. El resto de su intervención es una gran falacia, en tanto en cuando la política de cerco comercial no sólo se restringe a limitar los volúmenes del intercambio o la cuantía de las transacciones financieras. Su política rebasa esos marcos y se ensaña contra aquellos que en el ejercicio de su autodeterminación deciden establecer vínculos de cualquier índole con Cuba.
Moverían a risa sus palabras si no se tratara de asuntos tan serios como los destinos de un país, condenado a sortear infinidad de escollos para su sobrevivencia.

Pienso en el señor representante de la poderosa nación y siento pena por su triste papel. Hoy no podrá dormir tranquilo, salvo se administre una exagerada dosis de Valium. No podrá conciliar el sueño por muchas razones: vigésima oportunidad en que la comunidad internacional los desacredita, vigésima paliza, números que se suceden en una pantalla y 186 destellos verdes, tan verdes como la esperanza que sustenta la fe de este cubano de que un día, por el propio peso del absurdo, ceda el brutal y obcecado empecinamiento de sucesivas administraciones.
No sé si se percataron del detalle, pero cuando el míster terminó el descargo de poco más de siete minutos, un manto de silencio envolvió sus palabras, como echándolas al basurero de la historia. Si se pone a comparar entre el mutis tras su intervención sosa y cantimflesca y la ovación que se ganó Federico Burgos, el niño actor de la compañía infantil cubana La Colmenita invitada a los debates de esta jornada histórica, el señor representante de los Estados Unidos ante la ONU no sólo tendrá desvelos y pesadillas. Lo acompañará el dolor de cabeza que proporciona el remordimiento por haber mentido ante unos niños bien educados, corteses, amables y respetuosos que, lo juro por Dios, deben haber estado reventando de los deseos de sonarle allí mismo, a coro, la más sonora trompetilla a este moderno Pinocho gringo, tan lenguilargo como escaso de pelo.

2 comentarios:

  1. Sí, Sr. Los EE. UU. tienen todo el derecho del mundo de comerciar con quien se le de la gana, al igual que TODOS (uso mayúsculas para destacar y no para gritar)los demás estados del mundo.

    La pregunta fundamental es ¿Qué derecho tienen los EE. UU. a obligar a los demás a enrolarse en su guerra particular de odio y más aun, qué derecho tienen para querer torcer el rumbo de otro país soberano porque a ellos no les guste su gobierno?

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  2. Claro está (es casi de Perogrullo) que los EE. UU. tienen todo el derecho del mundo de comerciar con quien se le de la gana, que ¡oh casualidad! es el MISMO que tienen todos los estados del planeta a quienes bajo ningún concepto los EE. UU. tiene derecho a conminar a contagiarse de su odio visceral a todo lo que se oponga al "sacrosanto" "american way of life".
    La desfachatez de este siniestro personaje al querer imponer como pre requisito la vuelta de Cuba al capitalismo para sentarse a conversar es lisa y llanamente inadmisible.
    La política yanqui es también lisa y llanamente genocida puesto que está orquestada por un estado en contra de un pueblo.

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