Julio Martínez Molina
El asunto posee carta de veteranía, mas nunca ha sido del todo resuelto. El tema de la correcta valoración y promoción de la obra artística, a partir de las jerarquías abonadas sobre los huertos de trascendencia de la Cultura mediante el cordón umbilical del talento y la calidad de dicha sistemática actitud creadora, posee sus altibajos. A la señal de plenos, encuentros, congresos, comisiones de trabajo o disímiles instrumentos originados a instancias de la gestión perpetua de la UNEAC y el Ministerio de Cultura, por etapas tiende a privilegiarse en los espacios mediáticos e institucionales el verdadero material aúreo. E incluso, para mayor fortuna, en ya no pocas circunstancias se defiende su permanencia en universos tales, no de manera coyuntural.
Sería de ciegos no apreciar cuanto terreno limpio ganamos en tal sentido, a partir del empeño permanente de una estructura intelectual de pensamiento, siempre atenta a insistir sobre ello, en aras de que no nos pase factura la posteridad por conferirle preeminencia a la alhajita de fantasía, en desmedro (por omisión) del lingote, oculto o no, pero en ocasiones semi o parcialmente conocido por el público. Pero las mareas suben, bajan y al menos en el entramado mediático (televisión, radio y prensa plana; sobre todo las dos primeras) todo no anda en cada momento con arreglo a ideas generosas -a veces tan nobles que en la práctica pasan al rango de sueño-, de comisiones y postulados vertidos en dictámenes finales de tal o mas cual foro.
Pese a que al margen de sus imperfecciones, la televisión cubana contribuye de forma fehaciente durante cada jornada a educar al espectador -amén de entretenerlo y recrearlo, lo cual también está entre sus funciones-, resulta colegible a ojos vistas una suerte de proclividad a difuminarse la claridad general sobre la cuestión jerárquica. Ni en los espacios de la división musical ni cinematográfica el hecho opera con la total amplitud de miras con la cual debería tomarse. Al margen, obvio, de las conocidas, honrosas y -puntualmente- fantásticas excepciones; así como de nuevos espacios surgidos en fecha reciente, con privilegio para zonas de nuestra música en algún momento casi obliteradas.
Reverso de tamaña conquista, empero, pareciera que en ocasiones en determinada revista variada obran incluso hasta por condescendencia al talento. Por norma es incluido uno de categoría pesada o media en el programa, en función de aparentar seriedad, casi como cortina de humo para encadenar luego todo cuanto se le ocurra al libreto, donde nunca faltará el bluff, el del boom, el mediocre y hasta quien cuela de manera eventual debido quizá a alguna razón extraprofesional. Desbordes de halagos no escasean
Algunos programas pertenecientes a las redacciones culturales de estaciones televisivas territoriales (telecentros) y plantas radiales de provincias o municipios asemejan trabajar para los departamentos de Relaciones Públicas de hoteles y corporaciones: por la promoción constante al show cabaretero este, a la noche de aquel club… En el caso audiovisual, no falta el entrevistado (inserto al plano una mesa desbordada de Mulata y Havana Club, próxima al “escenario”), quien comenta maravillas del lugar, del buen ambiente respirable, el trabajo meritorio de los cantineros y la “excelencia” del talento artístico. ¿Qué objetivo tiene esto; cuál razón gnósica, cultural o intelectual encierra?
Lees ciertos segmentos culturales de determinados órganos impresos de provincias y dices ¡caramba¡, pero, ¿esto es una página o un boletín del área de Programación de Cultura?. La huella de la crítica (de ninguna manifestación), la firma especializada, la ponderación del talento local resultan harto débiles; sobresalen en cambio los anuncios de una mar de espectáculos, la mitad de los cuales no llegan a cumplirse, por transportación, falta de gasolina u hospedaje. Sí, el medio no se responsabiliza, pero ¿y qué?...
De la selección de números musicales de ciertos espacios radiales territoriales ni hablo, a fin de no caer en la categoría de persona non grata en la esfera y por haberlo abordado bastantes veces antes. Solo mantengo la ilusión, ojalá no sea vana, que algún día cambien los “mano a mano” de Marisela y Claudia por alguno de Caetano Veloso y Jorge Drexler. O de Diana Fuentes y Raúl Paz, para ponérselo más asequible. Nada más eso. Y que todos vivamos felices, comamos perdices y cada Shrek tenga su ogra princesa y se revuelque alegre con ella en su casita. Aunque sin confundir el oro con la baratija.
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