Ismary Barcia
Temprana llegó la revelación para los maestros del colegio de Belén: "Llenará con páginas brillantes el libro de su historia", habían presagiado en 1945 en el anuario de su graduación como bachiller.
Y no se equivocaron sobre aquel alumno que tomaría en serio el significado de su nombre y pondría fe y fidelidad para cambiar el destino de Cuba.
A aquellos que alguna vez lo tildaron de idealista demostró desafiante que como el “quijote” una dosis es necesaria para atacar un cuartel, hacerse a la mar en son de conquista y no perder la costumbre infante de boy scout de escalar montañas, tal vez para ver más de cerca el horizonte.
Así conquistó nuestro futuro y nos enseñó a sobrevivir como él: ensillando siempre el coraje para la guerra y la razón para la paz; compartiendo el poco pan y el mucho espíritu; recordando a los que sus hermanos caídos hasta en sueños, cultivando la amistad y el amor a esta tierra con el hermoso rito de unirse y simplemente marchar todos juntos.
En el más famoso de los líderes de la época moderna, tejió el destino sus encuentros para hacerlo protagonista de una historia de coincidencias: 26 fue el año de su nacimiento, 26 la edad que había cumplido cuando empezó la lucha armada un 26 de julio en el Cuartel Moncada.
Pero no puedo ser casual la existencia de este hombre a prueba de adjetivos, ese noctámbulo, desvelado por la suerte de todos, incansable orador, obstinado contra el mal, tanto como con la aspiración de un mundo justo, donde millones de seres, sea cual fuere su ideología o creencia, lo reconocen inmenso por la huella de su propia existencia durante 90 años de gloria que sólo para él podían caber en un grano de maíz.
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