En EEUU, el país cuyo gobierno y oligopolios mediáticos no se cansan de repetir, al punto de creérselo de veras, el autobombo de ser más defensores de los derechos humanos que en cualquier otra nación, las autoridades aplican métodos de torturas y castigos crueles, ello a pesar de que uno de los puntos fundamentales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, documento que en EEUU hipócritamente dicen tener en alta estima, reza: “Nadie será sometido a torturas ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes”.
Es evidente que en la vecina nación del Norte no todos los decretos se respetan. Así, sólo en junio del año pasado, el Departamento de Justicia frenó 99 de los 101 procesos contra funcionarios de la CIA por torturas.
“Temo mucho que la administración actual quiera dejar esas opciones abiertas. No quieren catalogarlas como crímenes o torturas, dejando la puerta abierta a nuevas aplicaciones de estas técnicas y eso es lo que da miedo”, sostiene el empleado del Departamento de Estado, Peter Van Buren.
En el 2005, el gobierno estadounidense adoptó una ley especial para el trato a detenidos. Pero hasta ahora se sabe que los funcionarios de la CIA tienen derecho a usar varios métodos de tortura.
Durante su mandato, George W. Bush apoyó abiertamente el uso de torturas diciendo de forma eufemística que “los estadounidenses deben saber que se usan técnicas en el marco de la ley para protegerlos”.
¿Por qué el empleo de torturas de inmersión en el agua es legal? “Porque el Fiscal dijo que era legal. Dijo que no tenía nada que ver con la ley antitorturas. No soy abogado, pero hay que confiar en la palabra de los que me rodean y eso es lo que hago”, explicó entonces George W. Bush.
Por mucho tiempo fiscales y expertos en derechos humanos de varios países pidieron abrir un proceso contra la administración de George Bush hijo.
Así, en el 2010 la organización Human Rights Watch acusó al exmandatario de apoyar la tortura y divulgó un extenso informe acerca de las denuncias de detenidos sobre los malos tratos autorizados por el ex presidente y otros funcionarios. Las múltiples exigencias no fueron atendidas.
Según el periodista Neil Clark, “el problema es que EEUU promueve la democracia pero también hay una especie de acuerdo entre los partidos élites para no imponer castigos ni iniciar acciones legales contra los crímenes de administraciones anteriores”.
Lo evidenció el cambio de administración, con la asunción al poder en Washington del primer mandatario negro en la historia de la Unión, nada más y nada menos que enarbolando como bandera esa palabra que a la larga resultó ser la llave mágica: Change o la manida frase, Yes, we can.
Pero ni la llave entró nunca a la cerradura y los norteamericanos al cabo se han dado cuenta que no, que el sí se puede cambiar era un mero comodín electoral. Con Barack Obama la situación no cambió radicalmente y casi al término de su primer mandato, si no es que lo reeligen en noviembre, las cosas siguen por igual camino. Dos semanas antes de tomar posesión, Obama prefirió no mencionar los casos en los que el país debió asumir su responsabilidad histórica ante la justicia internacional.
Una postura que hace reflexionar sobre la conducta moral de este país, mientras sus gobernantes pretenden que se respeten los derechos humanos en todo el mundo, para arrogantes erigirse en jueces de lo que ellos no son capaces de cumplir.
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