La Revolución Ciudadana en Ecuador encuentra en Lenín Moreno al líder capaz de asegurar la continuidad por la senda progresista inaugurada hace diez años por el presidente Rafael Correa. |
En una semana exacta, el próximo domingo 2 de abril, se librará la segunda vuelta del proceso eleccionario en Ecuador. Cuanto se pone en la balanza para el pueblo de esa nación –y del resto de Latinoamérica, que observa–, no es solo la opción de la continuidad del justo proceso social democrático iniciado por Rafael Correa o la alternativa dolorosa de reinserción del país dentro de la vorágine neoliberal del continente, acorde con las pautas de las burguesías locales e intereses del poder imperial.
Se trata, fundamentalmente, de la posibilidad de mantener vivos los sueños de justicia social de las fuerzas progresistas y de la izquierda en general del continente –algunos lo piensan en términos mayores y plantean que de la universal–, o de sucumbir en bloque a las fauces del mismo modelo que ha sembrado de miseria y desigualdad estas tierras.
La segunda vuelta electoral entre Lenín Moreno y el banquero Guillermo Lasso, tras la victoria del primero en la ronda inicial, supondrá –por tanto–, uno de los parteaguas políticos de América en este siglo.
La victoria general de la derecha latinoamericana constituye uno de los sueños permanentes de los Estados Unidos y, en determinado momento histórico cuando las urnas no consiguieron materializarlo, lo impulsaron a base de golpes de estado como el perpetrado contra Salvador Allende y a través de la instauración de dictaduras militares que sembraron de terror la existencJulio Martínez Molina ia de decenas de millones de personas en Brasil, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay. Hoy los métodos empleados por la potencia hegemónica y sus adláteres locales son otros, pero los objetivos políticos siguen siendo los mismos, como exacto es el saldo social final en términos de anulación ciudadana conseguido en virtud de esa injerencia.
El ciclo progresista abierto en América Latina el 6 de diciembre de 1998 a través de la primera victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela ha tenido fuertes reveses en distintos epicentros socioeconómicos primordiales de la región como Argentina y Brasil. Caracas resiste la más constante y artera embestida ideológica, mediática y comercial, de carácter externo e interno, de que tenga data la zona meridional de nuestro continente durante par de siglos.
Sin olvidar un solo instante la desinformación de los grandes medios al servicio del poder hegemónico, mucho dependerán los resultados del domingo del trabajo de orientación política de Alianza País y de la izquierda ecuatoriana toda para esclarecer a un votante sujeto a disímiles señales e influencias, el cual por ende ha podido estar sujeto a la reconfiguración de sus decisiones electorales primarias del lance previo del 19 de febrero.
El terrorismo mediático alcanza niveles inusitados allí ahora mismo. Cual con suma razón sostuvo el científico social argentino Atilio Borón en su ensayo La “batalla de Stalingrado” se librará en Ecuador, “(…) que los medios se convirtieron en un arma formidable de dominación burguesa lo atestiguó, hace algunos años, un militar de alto rango del Pentágono cuando, en una audiencia ante el Senado de los Estados Unidos, lanzó una fatídica advertencia: “en nuestros días –dijo– la lucha antisubversiva se libra en los medios, no en las selvas o en los suburbios decadentes del Tercer Mundo.” Y los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina, aun los más moderados, son todos percibidos como ladinos y arteros instrumentos de la subversión. Por eso estamos en guerra, Ecuador está en guerra. Una guerra silenciosa pero cargada de violencia; una guerra de desinformación, de ocultamiento, de mentiras hábilmente maquilladas y que son vendidas bajo la apariencia de verdades objetivas e irrefutables. La meta que persigue es distorsionar la percepción de la realidad para generar una respuesta inconsciente de la ciudadanía que estigmatice al candidato de AP y descalifique los diez años del gobierno de Rafael Correa. Ocultar o, cuando esto no fuese posible, minimizar todo lo bueno que ha sido hecho y agigantar y machacar a diario, hora tras hora, minuto tras minuto, sobre los supuestos “fracasos” del gobierno saliente, sus problemas o sus desaciertos”.
Tras la irrupción del macrismo en Argentina y del gobierno de Temer en Brasil, instaurado como consecuencia del golpe de estado parlamentario contra Dilma Roussef, presidenta elegida democráticamente en las urnas, ambas naciones se encuentran en un atolladero social y económico de graves consecuencias sobre la población. Honduras y Paraguay están sumidos en el caos. El retorno al neoliberalismo allí en nada benefició a las grandes masas. Todo lo contrario. Es algo que debe tener muy en cuenta el votante ecuatoriano este 2 de abril.
No hay comentarios:
Publicar un comentario