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martes, 27 de noviembre de 2012

La crónica anda de fiesta por Cienfuegos

Un total de 145 trabajos de colegas de todo el país, en los apartados de prensa escrita, radio, televisión y periodismo digital, fueron presentados a concurso en la VII edición del Encuentro Nacional de la Crónica Miguel Ángel de la Torre, iniciado la víspera en Cienfuegos.
En la arrancada misma, el evento devino regalo con la peña literaria del buen amigo Francisco González Navarro -en su sede habitual: la librería-ateneo Dionisio San Román-, quien esta vez tuvo como invitado muy especial al escritor villaclareño Lorenzo Lunar Cardedo, autor de libros como El último aliento (1995), Échame a mí la culpa (1999), De dos pingüé (2004), y Mundos de sombra (2012).
Hoy, segunda fecha, la cita acoge el segmento teórico, escenario propicio para el intercambio entre los participantes, lecturas de crónicas y presentaciones de libros. También momento para escuchar criterios y voces autorizados, entre ellos los de la Dra Miriam Rodríguez o los periodistas Luis Sexto, Michel Contreras y el escritor, editor, periodista y profesor también de la vecina provincia de Villa Clara, Yamil Díaz, de quien escogimos esta entrega para compartirla con ustedes:

El ojo izquierdo de Salvador Allende

A través de ese lente, el ojo izquierdo de Salvador Allende lanzó a las multitudes del futuro, piadosamente, su última mirada. A través de ese lente, las palabras saltaban como chispas cuando aquel Salvador que lo dio todo por salvarnos erigía en el aire las grandes alamedas por donde habría de pasar el hombre libre. A través de ese lente, hay un vacío que nos interroga.
El día que lo suicidaron, una mano salvó la mitad de las famosas gafas Magnum del Presidente de Chile.
Y en el Museo Histórico Nacional, el mismo que anuncia a su entrada ser obra del "excelentísimo señor capitán general Augusto Pinochet", ahora se exhibe en la segunda planta. (Por lo menos el tiempo se ha hecho cargo de precisar cuál nombre debe ir debajo y cuál arriba).
También el tiempo, con impactante simbolismo, prefirió conservar solo el lado izquierdo de aquellos espejuelos. Y ahora nos convida a imaginar detrás de ese cristal manchado y partido la pupila anhelante que le quedaba al líder más cerca del corazón. Ese era el ojo con el que más soñaba.
Ahora, en la pequeña Nueva York, esta calle que pasa tan cerca del Palacio de la Moneda, me siento a meditar, a superar el impacto que me causa aquella pieza, o media pieza, del museo.
A esta hora debía estar escribiendo yo una crónica sobre la II Feria del Libro de Antofagasta, sobre la grata aventura de un grupo de cubanos que llegamos al desierto con poemas y canciones; pero no logro borrar de mi retina la retadora imagen de una mirada cercenada.
Sentado en la pequeña Nueva York, me siento menos turista. No sé si pisaré las calles nuevamente de una Santiago dramática y hermosa; pero conozco el sitio que nunca dejaré de visitar.
Y me imagino cómo podría brillar aquel ojo de Salvador, el mismo que cerraba para disparar, cuando el hombre bromeaba. Luego de varias derrotas electorales, el que jamás se rendía, pidió para su tumba este epitafio: "Aquí yace Salvador Allende, futuro presidente de Chile".
Por fin, puedo reírme con ese chiste grande en su utopía.
Y siento que aquí yace, sin poder enviar jamás a Cuba la crónica que le pidieron, imperceptible entre los transeúntes de la pequeña Nueva York, un cubano que solo atina a buscar tras un mínimo cristal al ser humano que no cabe en ninguna vitrina.
Aquí voto, en silencio, por el futuro presidente. Mis palabras se pierden rumbo a sus grandes alamedas. Desde allí, el ojo izquierdo de Salvador Allende todavía nos mira con ternura.

Santiago de Chile, 10 de mayo de 2012.




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