Julio Martínez Molina
Escuchar a Rochy interpretando Tal vez, tema precioso de Juan Formell al cual ella pone voz como nadie en el planeta Cuba, es uno de los sucesos más placenteros que pueda experimentar el sistema auditivo de un nacional quien ame, respete y tenga un conocimiento mínimo de su música sin par.
Pues bien, a esa mismísima Rochy -junto a Adrián Berazaín, Diego Gutiérrez, Doble Filo, DJ Iván Lejardi, DjV Joyce, DJ Franka, VJ Marcel, y el resto del equipo artístico-técnico participante-, muchachotes de Ciego de Ávila la repudiaron el pasado 10 de noviembre, cuando realizaban, en el anfiteatro local, un espectáculo de la Gira Nacional 40 Trovamix, como homenaje a las cuatro décadas del Movimiento de la Nueva Trova.
Adolescentes y jóvenes atentaron contra los creadores, porque a ellos no les “cuadraba” su música. Cuanto demandaban era sencillamente reguetón. Los actos violentos del “respetable” desencadenaron en lesiones a técnicos y artistas; así como en el deterioro de gran parte de la técnica utilizada.
Habida cuenta de que nuestra prensa impresa silenció los desórdenes, Jorge Luis Neyra, crítico, director de un programa cultural de la televisión avileña y Coordinador General de Trovándote, publicó la noticia en varios sitios digitales; entre ellos el del Centro Pablo. Allí lo cuenta así: “(…) se trata de estudiantes de secundaria y preuniversitario que han empobrecido sus mentes con la música más burda que hoy plazas, autos, computadoras y hasta radio bases escolares difunden mañana, tarde y noche. En mis 43 años de vida no recuerdo haber visto ni oído hechos similares contra artistas cubanos, ni aún en temporadas de carnaval donde el alcohol sube de manera masiva (…) ¿Qué está pasando con las nuevas generaciones?, ¿De quién es la responsabilidad de estos hechos, y de quién será evitar peores consecuencias en el futuro?", se preguntaba más adelante.
Cubarte, por su parte, y a tenor de lo divulgado por la Dirección Provincial de Cultura de Ciego de Ávila, lo apreció de esta manera: “(…) un grupo de delincuentes locales que portaban piedras, botellas y armas blancas, asaltó con violencia a los artistas y técnicos, muchos de los cuales tuvieron que recibir atención médica en el hospital provincial, y además dañó los equipos técnicos, parte de la infraestructura del espectáculo”. No a la violencia, el referido material de dicho órgano del día 16, expresaba que era alarmante la juventud de los agresores y opinaba, con razón, que “es necesario reforzar las acciones conjuntas de las familias, las organizaciones e instituciones de nuestra sociedad en la prevención de estos delitos, en la educación y en la exigencia por el cumplimiento de las normas de convivencia y de disciplina social”.
Pese a la discordancia entre si fueron estudiantes o delincuentes, o estudiantes delincuentes (imberbes, sí en cualquier caso, según aseguran ambas fuentes), lazo de unión entre los dos pronunciamientos es exigir “el castigo con rigor” de tales acciones.
En realidad, creo que eso es cuanto menos importa ahora. Lo de cierto punible, censurable, doloroso es haber llegado aquí, haber traspasado tal umbral del sentido, el respeto, la disciplina, la urbanidad, el civismo, la educación y la cultura. Nuestras manifestaciones artísticas (el cine, la literatura, el teatro, la propia música…) producen cada año exponentes encaminados a promover la aceptación de las diferencias; respetar las otredades; darle una oportunidad a quién no es, piensa o se comporta como tú. Sin embargo, la práctica diaria desdice ese credo, con manifestaciones de intolerancia por identidad sexual, fe, raza, debilidad física o moral, preferencias estéticas…
Pareciera ilógico, pero no lo es, que estos muchachos reclamen la música de marras o que actúen así. Son espejo de un tiempo. Repiten códigos de violencia callejeros e intrafamiliares de fortísima raigambre primitiva, machista, tercermundista en la acepción del término que remite a conducta barriobajera de esa visible en los clips regionales del género aquí aludido.
Reflejan, por otro lado, la entronización de opciones estéticas validadas por la tríada infausta de imposición-repetición-carencias formativas. No son culpables de nada. Es cuanto hay en el mercado, lo escuchado de la mañana a la noche en hogares, emisoras de radio locales, cuadras, negocios privados, cafeterías, barberías, instituciones estatales. Forma parte de un modo de vida.
Solo el día cuando, gracias a la formación cultural adquirida, lleguen por sí mismos a la conclusión de que se comportaron de forma antisocial y tiraron piedras por un género involutivo de la música en todos los sentidos (no solo en el texto, sino también en el ritmo) y los convierte en peores seres humanos, se darán cuenta del error cometido. A propuesta del cantautor Roberto Novo, y en virtud de los pronunciamientos emitidos en el último Consejo Nacional de la UNEAC, varios intelectuales abordaron el fenómeno desde diversidad de aristas, para expresar sus reflexiones en la página cultural del semanario CINCO de Septiembre. La serie, iniciada con estupendo artículo del referido artista, proseguirá en breve mediante nuevos materiales que podrá leer en dicho espacio. ¡Pensémonos más para errar menos, para que no repitan los sucesos de Ciego de Ávila!
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