Traducir esta página

English Russian Italiano DeutschPolonia Français Portuguese Chino Japones Arabe Sueco Noruego Corea

jueves, 14 de julio de 2016

Fidel, bolivariano y martiano (II)

En respuesta a la expulsión de Cuba de la OEA,
Fidel somete a la aprobación de los cubanos la
Segunda Declaración de La Habana (1962).
Ángel Guerra Cabrera

Primero el sabio escritor y político dominicano Juan Bosch nos dijo: América Latina ha dado tres genios políticos: “Toussaint Louverture, Simón Bolívar y Fidel Castro, y debo decir que es mucho dar… Humboldt había previsto parte de eso cuando… después de un recorrido por América, comentó que los dos lugares más politizados eran Caracas y La Habana, es decir Venezuela y Cuba”.
Louverture, ninguneado o disminuido en su grandeza por la cultura hegemónica, que nos ofrece a Bolívar como un soñador cuyas ideas son muy hermosas, pero inalcanzables. Fidel, a quien ya casi nadie se atreve a negarle un sitial en la historia con mayúscula, pero la misma izquierda, que lo ha reconocido explícitamente como el gran estratega de la revolución cubana, con frecuencia no se ha dado cuenta de lo obvio: su condición de relevante teórico de la revolución –y de la reforma social– en los países de América Latina y el Tercer Mundo.

Menciono ahora revolución y reforma, deliberadamente, porque en el pensamiento de Martí –de quien me extraña que Bosch no incluyera en su selecta galería de genios políticos– y en el de Fidel, la reforma puede conducir a la revolución más radical en su momento, mediante la solución de tareas anticoloniales relativas a la independencia, la soberanía y la liberación nacional, imprescindibles en nuestra región y en muchos países de África y Asia sin que forzosamente haya que plantearse de entrada el asalto del cielo.
El hecho de que Cuba atravesara sin solución de continuidad de impulsar aquellas tareas al socialismo, no significa que en todos los casos deba ser así. No debemos perder nunca de vista el objetivo socialista, pero tampoco desaprovechar toda posibilidad de avanzar hacia la liberación nacional y la descolonización.
Fidel, por sólo poner otro ejemplo trascendental y muy vigente, aportó a la teoría revolucionaria universal, como lo expone al hacer la definición de pueblo en La historia me absolverá (1953), luego complementada en la Segunda Declaración de la Habana (1962), la concepción de un muy amplio sujeto de la revolución o el cambio social, que reconoce las condiciones revolucionarias de los minoritarios destacamentos obreros de América Latina y el Caribe, pero al mismo tiempo otorga un papel fundamental a la luchas de indígenas, negros y campesinos. Reconoce un papel orientador a los intelectuales revolucionarios.
No es solo el proletariado, como lo concibieron Marx y Engels en la Europa del siglo XIX; se extiende a todas y todos los explotados y excluidos –incluyendo a los desempleados y, de modo enfático, a las mujeres–, así como a los militares patriotas, a sectores de las clases medias, que por razones patrióticas y morales pueden tornarse sujetos transformadores, en una región donde la explotación capitalista no puede liquidarse sin suprimir casi simultánea, o sucesivamente, el humillante yugo imperialista. En La historia… es donde por primera vez el líder de la revolución cubana argumenta por qué Martí es el autor intelectual del ataque al cuartel Moncada.
Años después de la valoración sobre Fidel escrita por Juan Bosch, otro gran latinocaribeño, Hugo Chávez, auténtico Bolívar redivivo, cuya misma trayectoria, junto a otros importantes acontecimientos en nuestra América, estaban contribuyendo ya de modo superlativo a demostrar la certeza de muy tempranos vaticinios del guía de la revolución cubana, recordaría: “Fidel decía –terminando los 80– que una nueva oleada revolucionaria, de cambios, una nueva oleada de pueblos, se desataría en el continente cuando parecía –como algunos ilusos lo señalaban– que habíamos llegado al fin de la historia, que la historia estaba petrificada y que ya no habría más caminos ni alternativas…
A unos meses de la desaparición física de quien había pronunciado esas palabras, Fidel expresaría, en frase para la historia: “Hoy guardo un especial recuerdo del mejor amigo que tuve en mis años de político activo –quien muy humilde y pobre se fraguó en el Ejército Bolivariano de Venezuela–, Hugo Chávez Frías”.
Fidel y Chávez multiplicaron, mediante insólitos programas sociales las energías revolucionarias y los recursos humanos y materiales de sus dos pueblos y del gran movimiento de masas contra el neoliberalismo gestado en nuestra América entonces, que no ha amainado. Pero de eso hablaré en la próxima y última entrega de este texto.

PD:

Black Lives Matter; Washington cierra el cerco financiero contra Venezuela y el chavismo contrataca.

Cuenta del autor en Twitter: @aguerraguerra

Trabajo relacionado:

- Fidel, bolivariano y martiano (I)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog