Un día como hoy, hace 161 años ondeó por vez primera en suelo patrio nuestra Enseña Nacional. |
Por haber sido el día en que cayó muerto en combate José Martí, la del 19 de mayo es una fecha recordada por los cubanos como una de las de más carga luctuosa en toda la historia patria.
Sin embargo, otro hecho no menos glorioso sucede un 19 de mayo, pero de 1850. Casi tres años antes del nacimiento en La Habana del más grande de todos los cubanos, ondeó por vez primera en suelo patrio, exactamente en la localidad matancera de Cárdenas, nuestra Enseña Nacional. Notable el significado por la coincidencia histórica de los hechos, separados nueve lustros el uno del otro.
Según consta en documentos, en una casa de huéspedes en Nueva York donde vivían el poeta Miguel Teurbe Tolón y su esposa, se reunían cubanos emigrados por sus posiciones separatistas, entre los que figuraba también el escritor Cirilo Villaverde. Todos ellos, bajo la iniciativa de Narciso López Oriola, contribuyeron con sus ideas a la confección de la bandera cubana, abocetada por Miguel, mientras su prima y esposa, Emilia Teurbe Tolón la cosió en tela con cintas de seda de los tres colores.
Este momento pudiera estar ensombrecido por las manos que trajeron la enseña que fuera declarada como Nacional en la Asamblea de Guáimaro en 1869. Se trata de la diversidad de criterios relacionados con Narciso López, a quien hay que reconocerle, ante todo, haber enarbolado la Bandera Cubana, encabezando una expedición para combatir al ejército español, y que fuera ejecutado un año más tarde al volver a Cuba en otra intentona contra España.
La figura de López merece estudios posteriores, en especial para entresacar de los hechos cuántos y cuáles riesgos enfrentó a favor de liberar a Cuba del yugo colonial, y sus vínculos con el anexionismo en aquellos años.
López Oriola había nacido en Venezuela en 1796, entró en el ejército español en 1814 y con los grados de Coronel de Caballería vino a Cuba en 1823. Dos años más tarde contrae nupcias con Dolores Frías Jacott, hija de los Condes de Pozos Dulces. Vuelve más tarde a España, donde se conoce, intercede a favor de los cubanos en la Diputación a las Cortes.
Nombrado Mariscal de Campo en Cataluña, regresa en 1841 acompañando al entonces Capitán General de la Isla, Miguel Gerónimo Valdés Noriega, a cuyas órdenes servía en el ejército de sus reales majestades.
Es esta la época en que Narciso López llega al territorio central y sur con el cargo de Teniente Gobernador de Trinidad, lapso donde al parecer mantuvo contacto con conspiradores de la zona, porque en 1843 el sucesor de Valdés, Leopoldo O’Donnell y Jorris, lo separa de su importante puesto, decisión que aprueba la Reina. Ya por esa época Narciso López se había separado de su esposa Dolores.
Se dedicó entonces a los asuntos de negocios, primero se dice que tuvo una panadería mecánica en Cienfuegos, luego un ingenio en las cercanías, y más tarde en la explotación de minas en zonas aledañas a la naciente villa fundada por colonos franceses, aunque las evidencias apuntan a su escasa habilidad en tales menesteres.
Prueba de ello lo ofrecen las cartas de solicitud de pensión formuladas en enero de 1919 por una hija suya, residente en Cienfuegos y nombrada Tomasa López Vázquez, quien requirió de las recomendaciones, entre otros, de Manuel Villalón y Rita Suárez del Villar.
En esta ciudad vivió también Gloria Bohórquez López, nieta de Narciso López casada con José Puig. Como apunte de respaldo a la tesis arriba apuntada, salta a ojos vista el pobre patrimonio de esta línea de descendencia, rasgo que se repite con el hijo de su primer matrimonio, Narciso López Frías, profesor, compositor de música y autor de un himno patriótico cubano cantado en el banquete del 24 de febrero de 1898, residente en la calle de las Acacias, París No. 17, quien tampoco disponía de recursos económicos.
Se presume que López dedicó sus ahorros a las actividades conspirativas en contra del gobierno español, como lo demuestra la instalación en 1847 de una pequeña fragua donde fabrica puntas de lanza para una futura insurrección del movimiento conocido como conspiración de la Mina de la Rosa Cubana, cuya membresía, dispersa en toda la isla, escogió el día 24 de junio, fiesta de San Juan, para el presunto levantamiento. Ya por entonces Narciso López había estrechado vínculos con el llamado Club de la Habana, de posición anexionista.
Descubierta la conspiración, el 3 de marzo de 1848 López fue juzgado en rebeldía, condenado a pérdida de dignidades y condecoraciones y destierro perpetuo de los dominios españoles.
Perseguido, sabe que el gobernador de Cienfuegos, Ramón María de Labra, lo llevaría preso si lo encuentra. De paso por la comarca se dirigió al ingenio La Josefa, donde Juan Díaz de Villegas, familiar del dueño, le facilito su mejor caballo apodado Mazepa, como el héroe romántico de Lord Byron. Desde Aquí y a lomos de su cabalgadura, Narciso López recorrió 32 leguas hasta llegar a Cárdenas.
Marcha al exilio a tierras norteamericanas. Es allí donde reunido con un grupo de patriotas cubanos se fragua la idea de la bandera, estandarte del que se hizo acompañar en aquella expedición a la propia Cárdenas el 19 de mayo de 1850, una acción completamente fallida desde el punto de vista militar, pero marca en la historiografía cubana la fecha en que por vez primera ondeó al viento la enseña tricolor del rubí, las cinco franjas y una estrella.
Establecido su liderazgo en el conato de revuelta, el gobierno español lo juzga y condena a muerte, pero López no se amilana. Obligado por las circunstancias abandona la isla nuevamente, para regresar poco después en un segundo intento el 12 de agosto de 1851. Ahora lo hace a la cabeza de la expedición del “Pampero”, con cuyos hombres, norteamericanos en su gran mayoría, desembarca por un punto cercano a Bahía Honda, Pinar del Río, conocido como Las Pozas.
Hecho preso el 29 de agosto de 1851, Narciso López es trasladado a Santa Cruz. Don Manuel Bustamante, propietario de una fonda, le hizo llegar un traje de dril blanco, sombrero y botas, atuendo con el cual fue encerrado en un calabozo en la fortaleza de La Cabaña, atado con cadenas y unas argollas empotradas al muro de piedra, por orden expresa del General Concha, quien había sido su compañero de filas en el ejército español.
En la capilla del complejo militar y carcelario recibió la visita del ingeniero Francisco Albear y Lara y también la de su cuñado, el Conde de Pozos Dulces. Poco después, el 1ro de septiembre de 1851, murió en el patíbulo. Algunas fuentes apuntan que sus palabras finales fueron “Adiós, querida Cuba”; otras versiones indican que Narciso López llevaba inscripta a bajorelieve en su reloj una frase que hablaba de su decisión: “Cuba, tu libertad o mi muerte”.
La diversidad de posiciones asumidas por los hombres y mujeres opuestos al gobierno español desde épocas tempranas y que formaron filas por la libertad de Cuba desde diferentes corrientes ideológicas, pudiera tener disímiles interpretaciones, a partir del contexto histórico en que se desarrollaron, sin enturbiar la emblemática fecha del 19 de mayo en que la Bandera Cubana ondea por primera vez en suelo patrio, y asumir la siempre preclara declaración de José Martí, en el aniversario de la Asamblea de Guaímaro, el 10 de abril de 1892: “El pabellón nuevo de Yara cedía por la antigüedad y la historia al pabellón, saneado por la muerte, de López y Agüero”.
(*) La autora es escritora e investigadora cienfueguera.
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