Ilustración de Josetxo Ezcurra. |
El lunes, 22 de agosto, a la apertura de los mercados con la noticia de la entrada de los rebeldes en Trípoli, se producen acontecimientos que indican con claridad el verdadero propósito de esta nueva guerra neocolonial disfrazada de intervención humanitaria.
Ese día, el precio del oro comenzó a caer después de meses de incesante aumento. Consiguiendo todos los días un nuevo "récord histórico", el metal amarillo llegó a rozar el precio astronómico de 1.900 dólares por onza. A partir del lunes comenzó una depreciación nunca vista en los últimos meses: en pocos días la cotización se desplomó a 1.700 dólares la onza. La certeza de poder echar mano a las 144 toneladas de lingotes de oro guardadas en las bóvedas del Banco Central de Libia parece haber aplacado la sed del mercado.
También el lunes, después de días de caída del mercado de valores que nada parecía capaz de detener, las noticias de Trípoli ponen alas a los intercambios y los parqués de toda Europa cierran con el signo más. El arrastre de las cotizaciones bursátiles proviene principalmente de los títulos bancarios y energéticos.
La caída de Gadafi pone en el mercado las mayores reservas de energía del continente africano (60.000 millones de barriles de crudo y 1,5 billones de metros cúbicos de gas natural), 150 millones de dólares de "activos financieros" (parte de grandes bancos extranjeros y acciones de empresas multinacionales) y contratos multimillonarios que la guerra ha bloqueado.
Vergonzosa la euforia mostrada el lunes por los títulos de las empresas y los bancos italianos en Libia: Eni, más 6 por ciento; Saras: más 6 por ciento; Ansaldo, más 6 por ciento; Telecom, más 4 por ciento; Unicredit, más 3 por ciento. Fruto de auténticas "inversiones de guerra", como los 300 y 150 millones de euros, respectivamente, Unicredit y Eni donaron a los rebeldes de Libia.
Rebeldes que, entre otras cosas, plantean inquietantes interrogantes. El frente antigubernamental comprende, efectivamente, combatientes de las células libias de Al Qaeda [Los rebeldes libios, entre Al Qaeda y la CIA] en particular el Grupo Combatiente Islámico de Libia (LIFG, por sus siglas en inglés), creado en los años 90 por las agencias de inteligencia occidentales (CIA y MI6), precisamente con el fin de asesinar o derrocar a Gadafi, y formado por veteranos de la guerra contra los soviéticos en Afganistán.
La presencia de estos fundamentalistas entre los rebeldes, poco publicitada pero conocida desde las primeras etapas de esta guerra, ha sido liquidada por la prensa occidental con una nota de “marginal y no preocupante”. Sin embargo, muchos han cambiado de opinión tras el asesinato del comandante militar rebelde, el ex general nacionalista libio Abdul Fatah Younis, por los muyahidines de la brigada islámica Abu Obeida Al Jarrah. El puesto de Younis ha sido cubierto por Khalifa Belqasim Haft, ex agente de la CIA que hasta hace pocos meses residía junto a Langley, Virginia (EEUU) (Tomado de Rebelión / Traducido del italiano por S. Seguí)
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