Héctor R. Castillo Toledo
Poco importa el escenario, pues hasta hoy y a pesar de los pesares casi nada ha cambiado en pronto dos décadas de condena. Pero como testimonio del rechazo y la repulsa mundial apabullante a una práctica inmoral, Cuba confía en que el próximo martes 25, ante la Asamblea General de la ONU, prospere por vigésima ocasión el proyecto de denuncia presentado contra Estados Unidos sobre el imperativo de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero mantenido contra la Isla por más de medio siglo.
Digo y reitero que el escenario poco importa, porque harto demostrada está la urgente necesidad de reformular y democratizar un organismo bajo cuyos estandartes hoy libra guerras, depone gobiernos legítimos y alienta al magnicidio lo más retrógrado del pensamiento imperialista global.
Pero en lo que media entre deseos y resultados se concreten en una comunidad de veras celosa por la integridad de las naciones, válido el intento de someter a votación nuevamente ante el plenario la resolución que insiste en el justo reclamo cubano de levantar esas medidas, por razones que van desde el arcaísmo de su letra y práctica hasta la inhumanidad de su esencia, pasando por otras como extraterritorialidad, injerencia en asuntos internos, intento de socavamiento a la soberanía e incluso coartación al despliegue de esfuerzos e iniciativas.
Un documento similar fue adoptado el año pasado por el voto positivo de 187 países, frente a la oposición del patrocinador de la medida objetada, Estados Unidos, y su fiel faldero, Israel, y las abstenciones de Islas Marshall, Micronesia y Palau.
Está por ver qué sucederá este año. Pienso que tal vez, como "pago de gratitud", las nuevas autoridades libias impuestas por la fuerza de las bombas y misiles de la Alianza Atlántica en connivencia con Estados Unidos se sumen al escuálido concierto. No lo afirmo, sólo especulo sobre la posibilidad de tal postura.
En el texto que se someterá al criterio de la comunidad internacional, Cuba demuestra con pruebas tangibles que, lejos de flexibilizarse -como pretenden hacer ver- las medidas de Washington contra la isla persisten y se intensifican a pesar de la creciente y categórica demanda de la comunidad internacional para su eliminación.
La Resolución no pasa por alto, por el contrario, subraya, que la actual administración ha adoptado algunas medidas de signo positivas, pero insiste en su carácter insuficiente y limitado, sin la intención de alterar la esencia del entramado de leyes, regulaciones y disposiciones que conforman la política de bloqueo contra Cuba.
En ese sentido, recuerda que las diferentes normas relacionadas con el bloqueo no sólo se mantienen, sino que conforman la arquitectura jurídica de una política que califica como un acto de genocidio y de guerra.
Toneladas de tinta y papel se han empleado a lo largo de estas más de cinco décadas para describir las consecuencias directas e indirectas provocadas al pueblo cubano por el cerco de la mayor potencia económica del planeta. Obvio las consabidas.
Sin embargo, necesario insistir en la persistencia del carácter extraterritorial de una política que le impide a terceros comerciar o invertir en Cuba contra su interés, so pena de amenazas, aplicación de medidas restrictivas para el ingreso de directivos o medios a territorio estadounidense, sin contar la ya usual práctica de terminar inscritos en listas negras.
En enero de este año, por poner un ejemplo, Washington puso en práctica una nueva modalidad que evidencia el recrudecimiento de la persecución de las transacciones financieras internacionales de Cuba, al impedir el ingreso de donaciones provenientes de organismos multilaterales de cooperación con la Isla, dirigidas a esferas tan sensibles como las del combate contra varias enfermedades, incluida el VIH-SIDA.
De data más reciente, y como muestra evidente del secuestro a que someten la política exterior estadounidense grupos de poder del lobby anticubano que controlan el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, se realizan las más impensadas operaciones de presión para impedir la presencia de compañías extranjeras en la exploración de petróleo en aguas profundas de la llamada Zona Económica Exclusiva de Cuba en el Golfo de México.
La Resolución insiste en cuantificar -para tener idea exacta de la brutalidad del bloqueo- el daño económico directo ocasionado al pueblo cubano por la aplicación del asedio de Estados Unidos durante todos estos años hasta diciembre de 2010.
A precios corrientes, el monto supera los 104 mil millones de dólares. Mas si se tiene en consideración la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado financiero internacional (una elemental cuenta que no se puede pasar por alto) la afectación a la economía cubana superaría los 975 mil millones de dólares.
¡Cuánto más no habríamos sido capaces de adelantar en nuestro proyecto social inspirado en la sentencia martiana de con todos y para el bien de todos!
Aun cuando Estados Unidos vuelva a ser condenado y luego del 25 de octubre nada cambie, quedará al menos la tranquilidad de saber que la razón está de nuestro lado, que pese al cacareo mediático el presidente norteamericano, Barack Obama ha mantenido intacta la política de bloqueo, y por sobre todo, a los ojos del mundo se revelará la flagrante violación de los derechos humanos de todo el pueblo cubano por parte de aquellos que hoy apuntan su índice acusador hacia la isla de Cuba.
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