EL DUENDE (Max Lesnik) / Radio Miami
Nadie puede negar que fuera gran discurso el que pronunció en el Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso” el presidente norteamericano Barack Obama. Como pieza oratoria fue magnífica y como todo buen comunicador el orador encantó con sus palabras a un auditorio que fue más allá de los presentes en escena, porque el acto fue trasmitido en vivo y en directo a todo el pueblo cubano y más allá de los mares a través de la televisión oficial cubana.
Si el Presidente norteamericano logró los objetivos que se propuso, hay que verlo en el tiempo. Hay que decirlo sin rodeos de ninguna clase y con palabras de respeto y cortesía, de la misma manera que el Obama embadurnó su estilete verbal con dulce miel de halagos y reconocimientos al pueblo cubano, para introducir después su mortífero veneno.
No hay que llamarse a engaños. La visita del Presidente Obama a La Habana no es otra cosa que la misma guerra contra la Revolución, pero por otros medios. Obama fue a Cuba a vender el injusto sistema capitalista norteamericano como sustituto del socialismo cubano, que con todos sus defectos e imperfecciones, rige una sociedad más justa y humanista que cualquier otra en América Latina, aun a pesar de las piedras que por más de medio siglo le ha interpuesto en su camino el gobierno de Estados Unidos, con sus reiteradas agresiones que han ido desde una invasión militar fraguada por la CIA en Playa Girón, hasta la Ley del Embargo-Bloqueo a Cuba, así como las olas de atentados con bombas terroristas dirigidas desde Miami por esos mismos poderosos exilados de la derecha cubana que el propio Presidente Obama trató de presentar en su discurso como “generosos amantes del pueblo cubano”.
Para el Presidente Obama la música cubana no es la del negro bárbaro del ritmo, el inolvidable Benny Moré que vivió en su país hasta el último suspiro de su inspiración criolla, sino la voz dolarizada de una Celia Cruz, la que se prestó a bautizar con el nombre de “salsa” a la música cubana, para desnaturalizar su esencia de pura cubanía, a lo que se añade el sonido híbrido del Miami metálico de un Emilio Estefan.
No es la conga verdadera del carnaval santiaguero con su trompeta china chillona, sino el falso ritmo de lo cubano Made in USA”, que ni es Chicha ni limonada. Y eso fue lo que quiso vender Obama en sus discurso de La Habana, que como un buen vendedor de carros de uso nos propone un viejo y destartalado “Almendrón” como si fuera un Mercedes Benz nuevo del año. El clásico gato por liebre.
Aplausos y más aplausos de mi parte para el Presidente Barack Obama por su visita a La Habana. Porque tuvo el valor de hacer lo que ningún otro presidente norteamericano se ha atrevido a hacer en sesenta años: Ir a Cuba en son de paz. Pero no hay que ser tan ingenuos como para pensar que no había segundas intenciones en sus palabras de amistad para con el pueblo cubano. Obama también tocó la flauta de Hamelin para sus ratones de la llamada “Disidencia interna”, para los cuales tuvo palabras de promesas y aliento, aparte del dinero que se les viene dando como pago por sus servicios.
Habló Barack Obama en La Habana de maravillas, pero ahí sigue el Bloqueo norteamericano a Cuba. Siguen en el aire Radio y TV Martí con su negra propaganda sucia contra Cuba. Ahí está eterna la ilegal Base Naval de Guantánamo que Obama no promete en su discurso que se le va a devolver a la nación cubana, como sigue vigente en el presupuesto federal norteamericano el dinero para sufragar a una oposición fabricada de ratones a la cual el Presidente Obama les llama “patriotas cubanos luchadores por la libertad”.
Alguien con agudeza pudiera decir que Obama fue a Cuba en busca de descubrir un Gorbachov que le abra la puerta de entrada y de un Boris Yeltsin que liquide traidoramente a la Revolución. Es que con los ratones no basta.
Al final de la jornada Obama no se entrevistó con el líder de la Revolución. Del juego de pelota el Presidente norteamericano se fue de La Habana sin entrevistarse con Fidel que hubiera sido para él un encuentro con la historia. ¿No quiso él o fue Fidel el que no quiso? La pregunta queda en el aire. Y también la respuesta cubana al discurso de Obama. Por lo menos yo, ya di la mía. Alguien tiene que decirlo, aunque se agüe la fiesta en Washington y en La Habana.
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