Amílcar Morales García (*)
Cuando en 1948 la Organización de Naciones Unidas creó a Israel tras arrancar parte de su territorio a otro pueblo, se estaba condenando a la vez al Estado palestino a un exilio que dura más de seis décadas.
Apenas transcurridos unos días de aquel parto con fórceps, el recién nacido Israel comenzó la ocupación paulatina de suelo ajeno, con el objetivo de sumir en el silencio y el olvido a su vecino.
Este proyecto estaba claramente definido y lo demostró en 1969 la entonces primera ministra Golda Meir, cuando en una entrevista concedida al Sunday Times, afirmó que "no existe ninguna cosa llamada pueblo palestino".
Guerras, exterminio, destierro e ingratitudes han marcado el largo trayecto hacia la recuperación de su lugar en la historia y en el concierto de las naciones, donde aún falta un largo trecho por recorrer.
Dentro de estos esfuerzos se inscribe la solicitud hecha por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, para que la ONU, el mismo escenario donde se gestó la partición de su territorio, lo reconozca como un miembro pleno.
Si bien la mayoría de países en el mundo apoyan la justa aspiración de ese pueblo a su inserción total en la comunidad internacional, los obstáculos impuestos por Israel y Estados Unidos para evitar que esto suceda son abundantes.
Muestra de ello es la advertencia de Washington, de que utilizará el antidemocrático derecho de veto en el Consejo de Seguridad cuando el tema llegue hasta allí.
A pesar de ello, no han logrado impedir importantes pasos de avance y uno de ellos, de gran significación política, fue la incorporación de Palestina a la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Aunque ya existía alguna cooperación entre la entidad y la ANP, sobre todo en materia de educación, desde ahora el país árabe tendrá acceso a todos los programas de esta institución.
De particular importancia es la posibilidad de solicitar la declaración de numerosos lugares como Patrimonio de la Humanidad para preservar su riqueza y ponerlos a salvo de las agresiones y la codicia israelí.
Como dijo la ministra de Turismo de la ANP, Julud Daibes, a partir de ese momento se cuenta con instrumentos para denunciar la destrucción de sitios históricos y evitar la transferencia ilegal de objetos arqueológicos.
Además, la Unesco es una organización donde alrededor de los ideales de construir la paz universal, la cooperación y el desarrollo, coinciden numerosos países e instituciones, lo cual la convierte en un importante foro de intercambio.
Según observadores, el ingreso de Palestina, apoyado por 107 de los 173 miembros presentes en la sala cuando se realizó la votación el pasado 31 de octubre, fue un acto valiente ejecutado a pesar de las amenazas y presiones abiertas de la delegación estadounidense.
Con esta decisión, la UNESCO evitó que Washington la utilizase como parte del arsenal político para imponer sus intereses en el mundo, aunque los riesgos eran obvios y las represalias no se hicieron esperar.
Poco después de la votación, se anunció el cese de las contribuciones norteamericanas al presupuesto de la UNESCO, lo cual significó la pérdida inmediata de 60 millones de dólares de aquí al fin de año.
Israel también aplicó sanciones económicas contra la institución y Canadá decidió no incrementar sus pagos en 10 millones de dólares, como lo había prometido inicialmente.
La pérdida de más del 20 por ciento de su financiamiento traerá presiones presupuestarias a la organización, reconoció su directora general Irina Bokova, sin embargo, más importante fue mantener el principio de universalidad que rige su accionar.
Para enfrentar esta situación se creó un Fondo de Emergencia Multidonantes, a través del cual la UNESCO ya comenzó a recibir contribuciones de individuos, asociaciones, empresas privadas y países como Gabón, que entregó dos millones de dólares.
"Veo estas expresiones de apoyo como un claro reconocimiento del buen trabajo que hace la UNESCO en el mundo. Son indicadores claros de éxito", dijo Bokova.
Numerosos países mostraron su solidaridad ante las dificultades que, sin dudas, se presentarán y criticaron la actitud estadounidense.
Para los palestinos, por su parte, el éxito en esta batalla fue motivo de un intenso regocijo.
Existe en los desiertos del Oriente Medio una planta muy especial que cuando se seca contrae sus raíces y forma una apretada esfera con las semillas conservadas en el centro. Se le llama la Rosa de Jericó.
Durante años puede rodar por las arenas soportando climas extremos y cuando entra en contacto con la humedad, se abre y germina, volviendo asombrosamente a la vida.
Por su resistencia muchos palestinos la han tomado como un símbolo, una muestra de que, pese a los intentos israelíes o las insólitas declaraciones de Meir, ellos sí existen y un día serán todo lo que hasta ahora les han impedido ser.
Quizás la votación en la UNESCO y su aceptación en esta esfera de la cultura y las ideas universales de la paz y la concordia sean, a su lucha, el equivalente de un poco de humedad para la Rosa de Jericó.
(*) El autor es corresponsal en Francia de la agencia Prensa Latina.
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