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viernes, 28 de junio de 2013

Copa Confederaciones: Río, el fútbol y la selección

Lemay Padrón Oliveros*                    

Arena, sol, bellas mujeres para todos los gustos, música capaz de levantar paralíticos, miserientas favelas y opulentos condominios.
Todo eso es Río, pero ninguna postal está completa sin el fútbol, ese que se juega lo mismo en el mítico Maracaná que en las playas de Copacabana o en Ciudad de Dios.
Es que al carioca, quiéralo o no, le corre por las venas la sangre en forma de balones de fútbol, y ver o hablar de fútbol es algo así como el deporte nacional, tanto como practicarlo.
La Copa Confederaciones que se juega ahora en seis ciudades es solamente el aperitivo del Mundial previsto para el próximo año, el mismo que la Canarinha pretende utilizar para borrar el Maracanazo de 1950.

Además del ensayo como evento, la Copa es también el escenario perfecto para que el técnico de la selección nacional, Luis Felipe Scolari, mezcle a su gusto, cual ingredientes, a las nuevas perlas del balompié brasileño.
Con el agravante de que no disputa las eliminatorias por ser sede, la Selecao necesita topes de nivel, porque no siempre consigue amistosos a su altura.
Quedarse fuera de la final en la Copa América de 2011 y aparecer actualmente en el vigésimo segundo puesto del ranking mundial, la peor posición de su historia, son otros golpes recientes del país del Jogo Bonito.
Aunque el talento no falta en esta nación, ningún jugador brasileño estuvo en el podio del Jugador Mundial del Año desde Kaká en el 2007, y el mejor resultado reciente fue un puesto 13 para Neymar da Silva el pasado año.
La juventud de plantilla, con apenas cuatro jugadores (el portero Julio Cesar, el lateral Dani Alves, el zaguero Thiago Silva y el delantero Fred) con experiencias anteriores en Mundiales, y el último bastante poca, es una de las mayores dificultades de Scolari, y en este sentido la Confederaciones es una buena prueba de fuego para sus pupilos.
Inspirados luego de golear 3-0 a Francia antes del inicio del certamen, comenzaron con buen pie al repetir el resultado ante Japón y picar boleto para una final frente a España esperada a lo largo de catorce años. Si lo logran habrán recuperado buena parte de la confianza de su hinchada.
Ahora se echan de menos los dos años "perdidos" desde el Mundial de Suráfrica-2010, cuando la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) -al parecer por razones más económicas que deportivas- programó varios amistosos con equipos sin peso como China e Irak.
En esos partidos, el entonces entrenador Mano Menezes se puso a probar a decenas de jugadores sin formar la base de un equipo para el Mundial, y el resultado es que el trabajo técnico se encuentra casi en cero.
Al respecto opinó el ex futbolista alemán Paul Breitner, quien sugirió que los problemas de Brasil son más profundos de lo que se cree.
Brasil está jugando el mismo estilo de fútbol en los últimos 10 o 15 años. Creo que los brasileños han estado dormidos, o piensan que serán siempre los mejores del mundo, disparó.
Por su parte, Scolari, consciente de lo complicado de buscar resultados cuando se tiene a futbolistas con poca experiencia, declaró en días recientes: La naturaleza no da saltos y hay que aguardar la evolución normal del grupo.
Para eso ha apelado a su sapiencia y a todo lo que tiene a mano, incluso blindar los entrenamientos al público, en aras de levantar la moral de todo un país que respira fútbol por los cuatro costados.
Ese Jogo Bonito, y efectivo siempre que Felipao está detrás, es el único capaz de mantener el idilio entre afición y jugadores, afectado por los pobres resultados recientes.
Será el momento de la actual generación para demostrar que no se trata de jugadores "comunes", sino de jóvenes capaces de echarse al plantel al hombro y sudar los 90 minutos para obtener el triunfo.
Si levanta la Copa, Scolari debería entonces luchar con la maldición de que el campeón de la Confederaciones fracasa al año siguiente en el Mundial, pero esa es otra historia.

(*) Enviado especial de Prensa Latina.

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