Piercing no, candado. Caricatura: Ángel Fernández |
¿Cómo se supone que comience un periodista un programa de televisión sobre una epidemia de dengue que azota a la comunidad en que vive y trabaja? ¿No es acaso ubicando a sus conciudadanos en la situación epidemiológica en que se encuentran?
Y como parte de esa elemental comprensión, ¿no es necesario que sus televidentes sepan cuántos casos de enfermos ya han sido diagnosticados? ¿Cuántos de ellos han fallecido? ¿Cuán complejo es su contexto pandémico en comparación con el de otras provincias?
Esta es la lógica del periodismo y del periodista, quien debe hacer a los decisores de políticas y funcionarios encargados de aplicarlas, todas las preguntas que cualquier persona les haría si tuviera la oportunidad de hacérselas.
Pero lamentablemente, sigue sin haber coincidencia entre las proyecciones de la prensa y las de algunas instituciones públicas. No nos ponemos de acuerdo y es la comunicación la que se resiente, a pesar de los discursos, los llamados al “cambio de mentalidad”, los congresos, las reuniones, los encuentros…
Cienfuegos atraviesa por una de sus peores epidemias de dengue. Y las autoridades de Salud del territorio se niegan a dar datos precisos y exactos a la prensa sobre la magnitud de la pandemia. No les ha quedado más remedio que dar a la enfermedad el nombre que tiene, DENGUE, porque hace unos meses atrás, cuando se les preguntaba, hasta pretendían aludir a ella sin nominarla. ¿Surrealista, verdad?
Quizás si se hubiera sido entonces todo lo transparente que todavía reclamamos ser, no se estuviera cuestionando a la población la falta de percepción de riesgo que hoy es en parte responsable de la grave situación a la que se ha llegado: más de 2 mil casos diagnosticados desde el pasado mes de septiembre hasta la fecha. Por cierto, el único dato atribuido a una fuente oficial, a la que al parecer “se le escapó” en un programa de la radio local, el pasado 29 de abril.
Y no es que todo lo demás que también le interesa conocer a la población al respecto no sea importante. Creo que lo es, y mucho. La gente tiene que saber los síntomas de una enfermedad que mata y cómo se trasmite; la manera de prevenirla y reaccionar ante las primeras manifestaciones de la afección; la cuota de responsabilidad que comparten con las instituciones en función de mantener un ambiente de salubridad que impida el avance del mal.
Todo eso es importante saberlo. Pero no sin antes conocer qué sucede a su alrededor, por qué se adoptan medidas de emergencia y por qué el dengue tiene también una expresión estadística, más allá de las evidencias -siempre susceptible al rumor y a la alarma- de familiares, vecinos y amigos enfermos.
Quizás el tema vuelva a plantearlo –por enésima vez– en una próxima reunión de periodistas. O pensándolo bien, quizás me ahorre ese ejercicio, hasta ahora inútil entre cuatro paredes, para seguir denunciándolo y combatiéndolo desde espacios como éste, más abarcadores, más susceptibles de remover la vergüenza de los involucrados. (Tomado de Cubaperiodistas)
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