miércoles, 18 de junio de 2014
España en el Mundial: Dos crónicas para el rey muerto (+ Galería)
La temprana eliminación en la cita Brasil-2014 de la selección española, campeona mundial de fútbol, marca un lastimoso final para una brillante generación de atletas que durante seis años arrasó con todo a su paso para dar al país ibérico su primer título planetario y dos coronas europeas consecutivas.
Los pupilos de del Bosque sumaron hoy su segunda derrota en la fase de grupos contra Chile, que certificó boleto a octavos gracias a los goles de Vargas y Aránguiz.
Los peores epítetos, hinchas denostando y buscando culpas a diestra y siniestra marcan el panorama mediático en torno a la debacle de La Roja, de ahí que este par de excelentes crónicas que les propone Fanal Cubano resulten un remanso de tino, cordura y piedad por el derrotado. No hagamos leña del árbol caído.
Tras Waterloo, Santa Helena
La Guardia ha muerto. Llegaron malheridos a Brasil. Chile 2, España 0
Ramón Trecet
Los síntomas estaban ahí para el que los quisiese ver. Lo que pasa es que todos, incluido el seleccionador, nos hemos negado a ver:
Jugadores exigidos al máximo, llegando lejos en todas las competiciones, Copa, Liga, Champions. Jugadores recuperando lesiones lentamente porque ya no tienen 20 años. Jugadores retirados por las lesiones(Puyol) jugadores no recuperados de sus lesiones (Valdés). Jugadores que han llegado en proceso de recuperación de lesiones: Juanfran, Diego Costa, etc. Jugadores al borde del fin de su carrera, como Xavi. Jugadores no titulares claros en sus equipos, como Torres.
Del Bosque ha decidido ser fiel a sus Mundialistas sin importarle la realidad de su estado de forma, su brutal cansancio mental, su rendimiento en sus equipos. Son sus Campeones del Mundo. Han decidido, como dije tras el partido del viernes pasado, morir con las botas puestas, formar el cuadro como la Guardia de Napoleón en Waterloo.
Pero tras Waterloo, vino la isla de Santa Helena.
Hoy ha sido Santa Helena para la España de Del Bosque. No ha hecho falta arsénico, ha bastado con ácido láctico.
Pero ante la mirada del resto del mundo, las críticas más lacerantes, las ironías más 'inteligentes'... Han surgido de los propios medios, sus comentaristas... Hay algo especial, es una tentación insuperable para muchos. Sí, nos han dado seis años de títulos y gloria, pero canastos, una buena bromita a tiempo... Los aficionados tambien, por supuesto.
Sí, los queremos, los respetamos, los admiramos, pero esa jugada de Fulano, anda que ese cambio...
Ya no es tiempo de eso, un poco de respeto, es posible?
Acaba una época como no ha conocido el fútbol español en toda su historia. Fuerza y honor, señores.
Es tiempo de contar los muertos, enterrar ilusiones, ser leales a lo que dieron. (Tomado del blog 13T 3.0)
Nada es eterno: Renovarse o morir
Rubén Uría
Nada es eterno. Todo lo que tiene un principio, tiene un final. España, que durante dos trienios gloriosos ostentó la hegemonía del fútbol mundial y arrancó la admiración del planeta, presentó su dimisión, de manera irrevocable, en Maracaná. Conviene hacer memoria en un deporte que presume de no tenerla. En la retina de la historia, gratitud hacia una generación irrepetible que jugó casi siempre bien y ganó casi siempre. España, que durante seis años volteó su historia para acostumbrarse a ganar después de una vida conjugando el verbo perder, volvió a reencontrarse con la hiel del fracaso. Defendía la estrella de su pecho y también un estilo de jugar. El distintivo de campeón se lo arrancaron del pecho, con merecimiento, holandeses y chilenos. El futuro dirá si termina por conservar su toque académico y sus eternas posesiones. Humillada por Holanda y destrozada por Chile, la caída de España fue inversamente proporcional a su gloria pretérita. Cuatro años después, la selección que ofrecía la pelota y la protegía como si fuese un diamante, cosechó un fin de ciclo dramático. Desde el respeto y sin linchamientos, España se fue a casa antes de tiempo, presa de una falta de personalidad alarmante y de una histeria colectiva inimaginable para el mejor de los guionistas.
Mellada en su físico, descreída de su plan y falta de competitividad, España desfalleció antes de lo previsto. Tras ser vapuleada por Holanda, España repitió, uno a uno, todos sus errores. Ha sido un accidente, decían. Más bien, la crónica de una muerte anunciada. En cada balón dividido, España llegaba medio segundo tarde. En cada pelota al área, susto o muerte. Huérfana de liderazgo, de plan, de despliegue, orden y hambre, languideció hasta desnudar sus peores temores. La palabra de moda: intensidad. El término de toda la vida: actitud. Ambas brillaron por su ausencia. España no estuvo a la moda ni supo adecuarse a los viejos tiempos. Siempre supo, pero nunca pudo y a veces, atenazada por el miedo al fracaso, ni siquiera quiso. La esperada reacción jamás llegó. Ni siquiera cuando España, herida de muerte, fue capaz de morir matando. No se trataba de remontar, sino de morir con las botas puestas. También en eso fracasó. Del Bosque y sus jugadores tampoco tuvieron pulso para eso. Y si lo tuvieron, duró quince minutos. Los que duró la ilusión contagiosa de Koke, exponente de la España que está por venir y de la que se ha quedado en casa viendo el Mundial por la televisión, esa que no ha ganado tanto pero tiene hambre de ganarlo. Cuando Busquets falló a puerta vacía, España, negada, se rindió. The End.
La realidad, expresada en toda su crudeza, mostró a Del Bosque que su lista no había sido la idónea, que el grupo necesitaba relevos naturales y que, por desgracia, en esa selección estaban todos los que eran pero no todos los que debían. Solo así se entiende que Vidal, un tipo recién operado de menisco, se comiera el centro del campo de España como quien se zampa un churrasco de Ávila con patatas fritas y guarnición. Parafraseando a Bogart en El Halcón Maltés, a esta España le ha terminado por pasar como a la chica de la película. "A usted no la creímos, creímos a sus 200 dólares. Nos pagó más que si hubiese dicho la verdad y lo bastante más como para que no importara". España creyó lo que le interesó y el precio de la mentira, que iban los que estaban más en forma, se pagó con un ojo de la cara y una eliminación prematura, rayana en el bochorno.
Del Bosque, el hombre tranquilo, el tipo al que seguiremos agradeciendo su labor, el hombre que dio continuidad a la herencia de Luis, sufrió en silencio mientras, poco a poco, España caía como caen las hojas en otoño. Moraleja: los cambios, transiciones y relevos en los grupos deben llegar en lo más alto, no cuando se olfatea el miedo a un final inminente. De no ser así, si la tripa está llena, el inmovilismo pasa factura. Una que nadie puede pagar. Ver cómo un grupo de jugadores irrepetible se despeña, con todas las de la ley, dejando la peor imagen posible. En la magnífica En un lugar en solitario, el carismático Bogart dejar caer de su boca una frase histórica que retrata una historia de amor: "Nací cuando ella me besó, morí el día que me abandonó, y viví el tiempo que me amó". España nació cuando la pelota la besó, murió de éxito cuando el miedo la atenazó y vivió seis largos años, el tiempo que el mundo la amó. En la memoria, gratitud. En un deporte que presume de no tenerla, renovarse o morir. (Tomado de El Hacha de Rubén Uría / Eurosport)
Publicado por
storm captain
en
10:04:00 p. m.
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Etiquetas:
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