Julio Martínez Molina
Varios vendedores ambulantes, legales o no, de ajo, cebolla u otros productos agrícolas decidieron, por su cuenta, subirle el precio a sus ofertas, sin que el salario promedio haya ascendido de forma paralela, salvo en algunas áreas sociales como médicos y resto del personal de la Salud. La pata de ajo que en 2012 salía al costo de 160 pesos ahora vale de 250 a 270 o más. Una cabeza puede venderse de 2.50 a tres. Solo el anterior ejemplo, para no explayarnos en esta locura que, mírese por donde se mire, no guarda explicación racional y solamente halla fundamento en la decisión de obtener mayor ganancia a partir del mismo esfuerzo y semejante propuesta de expendio sobre el hombro.
Cobra peligrosa dimensión en Cuba la tendencia a masacrarnos entre nosotros mismos, proclividad que debe frenarse entre todos a tiempo, porque actualidad e historia del continente indican que en nada bueno llega a parar.
Como nuestro pésimo sistema de abastecimiento a los mercados agropecuarios y la kafkiana e irresoluta estructura del sistema agropecuario nacional (pese a sus múltiples experimentos históricos, sin resultados sobre la mesa), no aseguran ni siquiera que la población pueda acceder a algo tan sencillo y elemental como par de dientes de ajo, el ciudadano debe comprarlos a quienes los traen de otros municipios o de cualquier finca de la periferia.
Uno de estos muchachos me argüía que el encarecimiento obedece a la presión de las autoridades sobre ellos y al incremento de los precios del transporte. Luego inquirí a dos de los “boteros” y me aseguran que el pasaje hacia Palmira o Cumanayagua sigue costando lo mismo. Lo de la presión oficial es casi una coña, porque todos vemos a centenares ¿acaso miles ya? de estas personas desde el amanecer hasta el anochecer pregonando su mercancía a lo largo de toda la ciudad y sus barrios.
En pos de ahondar más, fui donde tres pequeños agricultores, a ver si habíamos tenido malas temporadas para la producción de ajo y cebolla (una pata de la blanca grande se está vendiendo entre 125 o 200 pesos según el sitio, porque también existe división zonal para el gravamen); o si ocurrió algún encarecimiento de los productos químicos para los cultivos. Ni lo uno ni lo otro. Hay ajo y cebolla a mares en los campos meridionales de este archipiélago indescriptiblemente complejo; y los fertilizantes, legales o ilegales, les continúan llegando a lo mismo de siempre.
Entonces ¿qué? Aunque la necesidad obligue y a algunos se agencien fácilmente cantidades de dinero, la mayor parte de la población no lo posee y solo le queda apelar al “no lo pago a ese precio” para contribuir al descenso. Se le ha visto hacer ya a muchas personas. En la mayor parte de los casos arroja favorable resultado. Procedamos o sucumbamos. No existe otro auxilio.
II
Me acogí a la costumbre de entalcarme los pies, desde que el artero baño de la universidad me pegó unos malditos hongos que se enamoraron para siempre de ellos. Por suerte, era lo único que tocaba el piso. Pues bien, hace más de un año que intento, de forma infructuosa, comprar uno de los frascos disponibles en nuestras tiendas recaudadoras de divisa tiempos ha*. Solo valían 1 CUC, aunque venían “ordeñados” casi a la mitad, tenían un olor agradable y me imprimían una sensación cómoda en las plantas de mi anatomía.
Pero un día el talquito desapareció de los anaqueles y mis pies experimentaron la misma depresión de su dueño cuando constata tales u otros tantos desaguisados. Despersonalicemos el asunto para no aburrir al lector con penurias propias, que por supuesto a la larga no lo son en tanto las comparten muchas personas mayores e infinidad de bebés. Un compañero de labor usa la talla 38 de pantalones; había una vez se encontraba desde la 28 hasta la 44, sin problemas, en todas partes. ¡Ah¡, mas también se evaporaron en este territorio etéreo que cada día recuerda más a la física cuántica. Hace cinco meses él intenta capturar su 38; no lo consigue. Pobre hombre. ¿Lo logrará?
No es la primera vez que abordo el problema de las “desapariciones” en las TRD. Algunos pensamos que el panorama iba a cambiar allí. Sin embargo, nada mutó. Todo sigue igual o peor. Se cumplen los planes, o hasta se sobrecumplen, porque la necesidad obliga, como en el caso del diente de ajo, y porque no existe otra contrarrespuesta paralela. Su sistema de adquisición/distribución de productos resulta enigma mayor. Clasificado.
*Paralela con la entrega de este comentario a Fanal Cubano, en una tienda recién inaugurada procedieron a la venta de frascos de talco a 2.00 y 2.50 CUC, rápidamente agotados. De igual manera, en algunos establecimientos se encontraba un tipo de perfume para hombres, a 4.45 CUC. También estuvo en falta durante meses.
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