Traducir esta página

English Russian Italiano DeutschPolonia Français Portuguese Chino Japones Arabe Sueco Noruego Corea

lunes, 1 de junio de 2015

El atrofiado concepto de ganancia

Boteros y otros actores del cuentapropismo se "aprovechan" de determinadas coyunturas para doblar los precios de sus servicios. /Foto: Dorado.
Julio Martínez Molina

Aquel sujeto parqueó su auto en una esquina de la terminal de ómnibus a la caída de la tarde del sábado y voceó: “máquina para Cruces”. De inmediato, le cayeron en tropel no menos de 25 personas necesitadas de desplazarse hacia allí o Lajas, dadas las carencias de nuestro transporte público, agudizadas durante la franja nocturna. El hombre les dijo de inmediato: “Es a 40 pesos”. Ante la réplica de la muchedumbre, debido a su incremento al doble del precio, el ciudadano espetó sin inmutarse: “Miren la hora que es, si no encuentro pasaje de vuelta allí, pierdo”. Por fortuna, la gente se mantuvo firme. Si uno solo paga el gravamen duplicado, en menos de una semana todo el equipo de transportación por gestión propia sube.

Así, en realidad, se comporta la singular, curiosa e irrepetible “oferta y demanda” a la cubana, iniciada propiamente (en su variante moderna) durante los años más crudos del período especial, cuando delincuentes, prostitutas y receptores de altos volúmenes de remesa, en cada caso poseedores de altas sumas de dinero, comenzaron a pagar lo que pedían los expendedores. Al asentir a las peticiones fijadas, de forma progresiva se establecería un deformado canon para tales actos de compraventa, en cual esfera fuere. De tal manera, hoy día, cada quien es capaz de pedir cuanto su mente le ordene, bajo el entendido de que siempre habrá alguien dispuesto a pagar. Lo más duro es que sí lo hay. Y la espiral continúa indetenible, como en los créditos de Vértigo.
Hay un problema nudal. En la Cuba contemporánea el concepto de ganancia (utilidad obtenida de un proceso económico, comercial o productivo; la proporción entre los ingresos totales menos los costos totales de producción, distribución y comercialización de un producto o servicio en particular) está alterado, genéticamente viciado. Tan solo par de ejemplos, entre miles: en cualquier parte del planeta, si una persona invierte 400 pesos en pan y queso para confeccionar sándwiches y tras la venta obtiene un beneficio económico de 200 pesos se dará por satisfecha. Aquí no. Querrá 300. En cualquier sitio del universo el productor del bien ganará más que la entidad o el individuo encargado de distribuirlo. Aquí no, el actor intermediario percibirá mayor volumen de ingresos. En cualquier parte del mundo una tienda para el expendio de productos electrónicos generará menos márgenes de beneficios que la compañía fabricante. Aquí ¡increíblemente! no.
Si se establece un parangón entre la discreta producción nacional de bienes de todo género, el escaso salario promedio y la cuota establecida para fijar los precios en el ámbito estatal y de la autogestión, no es necesario aprenderse los ensayos de Paul Krugman para inferir que no existen vasos comunicantes de lógica económica entre unas y otras realidades, para a la postre considerar incluso el hecho de que los inalcanzables gravámenes ocultan el peso marcado de la ineficiencia. Los altos márgenes determinados para las cadenas de tienda nacionales, ascendentes a un 2.70 para los artículos importados y 2.35 para los nacionales, conducen a escenarios mercantiles desconectados de la realidad social. Sin olvidar aquí, de forma ilusa, ni por un segundo, nuestra condición de plaza sitiada o el gasto acarreado por transportación y otros añadidos inherentes, tales rangos de utilidades conducen, verbigracia, a que un disco duro externo de 500 gigas (cuyo costo en el mercado internacional es de 49.95 dólares) lo vendamos a 143 CUC, o que un televisor de 150 sea expendido a 399. Son artículos suntuarios y es pertinente dicho alto impuesto, constituiría la posible nota objetante a lo anterior, a lo cual vendría la contrarrespuesta automática: no opera solo en esta franja; es para todo, incluido la leche en polvo, mantequilla, chocolate, mayonesa, queso, yogurt….
Por cierto, hablando de lácteos, esta semana conocimos la noticia de que contamos con nuevos potes de yogurt natural o de sabor (fabricados en el Combinado Lácteo Escambray, a menos de 35 kilómetros de Cienfuegos), al bien elevado precio de 5 CUC; o sea 125 pesos. Continúan a la venta (cuando llegan, de forma bastante intermitente) los potes de 3.90, los cuales también contienen cuatro litros, como el nuevo exponente en tiendas. Dada su tendencia a perderse de sus anaqueles —mucho más de las Cadenas—, los quesos provenientes de la propia industria cumanayagüense son vendidos por actores independientes en las esquinas de las propias tiendas a 12.00 CUC; o sea 300 pesos. Siempre con presencia de compradores, lo que posibilita lo anterior, de conjunto con la necesidad del producto y su inestabilidad mercantil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog