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lunes, 6 de junio de 2011

El dólar, un señor de capa caída

Rafael Contreras (*)  

Cuando la estratega de divisas del Deutsche Bank, AG en Londres, Eva Kvor, expresó hace dos años su preocupación por la continua caída del dólar, coincidía con el estado de opinión de economistas, periodistas, comerciantes, trabajadores y amas de casa de diversos países.
Para la especialista del principal banco cambista de divisas del mundo, ya se hace necesario adoptar una nueva moneda global que responda a economías fuertes y con un sostén material en oro.
Esta posición es apoyada por los gobiernos de Rusia, Gran Bretaña, Alemania, Brasil, Argentina, Cuba, Venezuela, Bolivia, Canadá y otros.
En entrevista con el canal televisivo británico CNBC, el presidente ruso, Dmitri Medvedev, se pronunció recientemente por "algún tipo de medio universal de pagos que podría crear la base del futuro sistema financiero internacional".
Su portavoz, Natalya Timakova, dejó entrever que los países agrupados en el llamado BRIC (Brasil, Rusia, India y China) discutirán en su próxima reunión, de noviembre de 2011, la propuesta de crear una divisa mundial.
Los países del BRIC representan hoy los principales centros de crecimiento económico del mundo; más de la mitad de la población mundial vive en las naciones de esta agrupación.
Por lo pronto, Rusia, China y Brasil han exhibido su entusiasmo por la sustitución del dólar como única moneda de reserva global, mientras la India practica la meditación discreta, según los observadores.
En efecto, la baja del valor del billete verde es en la actualidad la comidilla de toda persona que a su bolsillo llega un dólar depreciado, con poco poder de compra en cualquier mercado internacional.
Desde Beijing, China, hasta Santiago de Chile y México, los comentarios son los mismos: hasta cuándo seguirá bajando el precio del dólar que en los principales mercados europeos se cotizó a 0.67 euros como promedio en la tercera semana de mayo de este año.
Pero la opinión de estos países no parece ser muy entendible para Estados Unidos, donde la presidenta del Banco de la Reserva Federal de San Francisco, Janet Yellen, expresó que las propuestas de China, Brasil, Gran Bretaña y otros acerca de la divisa mundial de reserva está lejos de ser una alternativa práctica.
Hay sólo dos maneras de almacenar riqueza: en estructuras físicas concretas y en alguna forma de dinero (divisas, bonos, oro), y ambas implican riesgos para el poseedor.
Las estructuras físicas se deterioran a menos que se utilicen, lo cual implica costos. Emplearlas para obtener ingresos y como tal ganancias, depende del mercado, es decir, de la disponibilidad de compradores para adquirir lo que estas puedan producir.
Son las estructuras físicas, por lo menos, tangibles; el dinero (que se denomina con cifras nominales) es meramente una reclamación potencial ante estas.
Si varía un pequeño monto, casi nadie lo nota, pero si cambia considerablemente y con frecuencia, sus poseedores pueden ganar o perder mucha riqueza, en ocasiones bastante rápido.
En términos económicos, una divisa de reserva resulta la forma más confiable de dinero, la que varía menos. Es entonces el lugar más seguro para almacenar cualquier riqueza que no asuma la forma de estructuras físicas.
Desde por lo menos 1945, la divisa mundial de reserva ha sido el dólar estadounidense.
De acuerdo con los expertos, el país emisor de la divisa de reserva tiene una ventaja singular sobre las otras naciones; es el único que puede legalmente imprimirla, siempre que piense que resulta de su interés hacerlo.
Todas las divisas tienen una tasa de cambio con las otras. Desde que en 1973 Estados Unidos puso fin a su tasa fija de cambio con el oro, el dólar fluctúa con respecto a otras monedas, al subir y bajar.
Cuando su divisa baja con respecto a otra, se vuelve más fácil vender sus exportaciones porque el comprador requiere menos de las propias divisas, pero también hace más cara la importación, debido a que requiere más dólares para pagar el artículo importado.
Según economistas, en corto plazo una divisa debilitada puede incrementar el empleo en el interior de un país, pero esto es, cuando mucho, una ventaja de corto plazo.
En el mediano plazo, hay mayores ventajas de contar con una divisa considerada fuerte; esto significa que el poseedor de la misma tiene más control de la riqueza del mundo, medida en productos y estructuras físicas.
Más allá del mediano plazo, las divisas de reserva son fuertes y quieren seguir siéndolo.
La fortaleza de una divisa de reserva se deriva no sólo de su control sobre la riqueza del mundo, sino del poder político que le ofrece al sistema-mundo.
Es por eso que la divisa mundial de reserva tiende a ser la del poder hegemónico en el orbe, aún si se trata de una potencia hegemónica en decadencia.
En los últimos meses, el Banco Central de Estados Unidos ha estado un poco preocupado y con toda razón, dijeron especialistas de la bolsa de Nueva York. Puntualizaron que durante las últimas décadas, la tasa de cambio del dólar estadounidense ha fluctuado bastante pero, a fin de cuentas, va descendiendo lentamente.
Uno de los factores principales ha sido la deuda global increíblemente creciente del gobierno de Estados Unidos.
Existen dos modos principales mediante los cuales Estados Unidos ha podido balancear su contabilidad. Imprime dinero y vende bonos del tesoro estadounidense, primordialmente a otros gobiernos (los llamados fondos soberanos de inversión).
Japón y Surcorea, Arabia Saudita y Abu Dhabi, India y Noruega han adquirido, todos, bonos del tesoro de Estados Unidos. No es secreto que, en años recientes, el mayor comprador haya sido China.

(*) El autor es jefe de la Redacción Económica de la agencia latinoamericana Prensa Latina.

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