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miércoles, 1 de junio de 2011

Infancia en Cuba: el regalo de una primera y eterna sonrisa

Como bien alegan reconocidos neonatólogos,
en Cuba ningún niño nace desamparado.
Héctor R. Castillo Toledo

EL CASO DE MI Ronald no es exclusivo. Como el de muchos niños cubanos, su álbum de fotos reservará las páginas iniciales para una sui géneris galería de cuando aún crecía como una diminuta semillita en el vientre de mamá. Las primeras no tienen buena definición, pero es él (o ella, porque aún flotaba la incertidumbre de qué sería, si hembrita o varón); luego hay otras gráficas del ultrasonido donde aparece ya detallado su sexo, e incluso en una está sentadito y se chupa el dedo pulgar. Linda imagen que conmovió a los abuelos de estreno.
Sé que Zuli también conserva como trofeos invaluables las de su pequeña Camila, e incluso la manillita rosada donde hicieron constar su peso y dimensiones al nacer. Las tiene Lily de su inquieta Estéfany y Aneivis del grandotote de Eduard. Yoanet guarda igual con celo las de Luis Miguel y Maria Karla, y hasta la tripita seca del ombliguito cuando hubo de desprenderse...
Con cada uno de ellos hay una historia capaz de hilvanar el vínculo que hizo estrechar lazos afectivos entre el niño, su mamá desde gestante y los médicos y enfermeras de cabecera en sus respectivas policlínicas.
Esos exámenes de "rutina" permitieron a los especialistas valorar el progreso del feto, el estado de salud de la madre y recomendarle los más esmerados cuidados, que sépase, no pasan en exclusiva por el área de la alimentación, muy importante, pero tanto como abstenerse de fumar o ingerir bebidas alcohólicas durante esas felices nueve lunas que las transforman en seres exclusivos.
Y es que como bien alegan reconocidos neonatólogos, ningún niño en Cuba nace desamparado; fuerza y alegría deben ser partes inseparables desde la concepción misma.
Tras los alumbramientos de Ronald, Camila, Eduard..., continúan las visitas al policlínico acompañados de mamá y papá, aunque a veces la comitiva se alarga... Allí derraman sus primeras lágrimas de dolor con los rutinarios análisis de sangre y las primeras vacunas, pero el salobre sabor de esos sollozos inocentes les previene de diferentes padecimientos.
Porque gracias a esos "pinchazos de la felicidad" no habrá en lo adelante preocupaciones por la tuberculosis, la hepatitis B, la difteria, la tos ferina, el tétanos, la haemophilus influenzae B, la meningitis B y C, la parotiditis, la rubéola y el sarampión.
Y cuando cumplan su primer añito en este país imperfecto, pero inigualable, tampoco será un problema la polio, pues la primera dosis contra esa terrible enfermedad que lisiaba a centenares de niños en la Cuba antes de 1959, les será administrada a través de unas gotas mágicas nacidas de la paciencia y el saber.
Estas historias, repetidas en la de miles de niños nacidos en esta isla asombrosa, ponen la diferencia con la de millones de sus iguales en el mundo a quienes está negado, por las más diversas razones (y hasta sinrazones), celebrar felices este Primero de Junio, Día Internacional de la Infancia.
Junto al acceso gratuito a la Salud, en un sector en el cual destaca la tasa de mortalidad infantil de 4,5 fallecidos por cada mil nacidos vivos alcanzada el pasado año (la más baja de América Latina, incluso inferior a la de Estados Unidos), los pequeños disfrutan de múltiples bondades en la esfera educacional.
También reciben los beneficios de la práctica sana del deporte y la actividad física, y crecen como protagonistas o seguidores de las disímiles manifestaciones de las artes y la cultura.
Paralelamente, Cuba exhibe un enorme nivel de seguridad para sus infantes, y resulta habitual encontrarlos tranquilos en cualquier sitio de este país, que los ubicó en el centro de la mirada desde el triunfo revolucionario del Primero de Enero de 1959.
Entre las estrategias diseñadas para el cuidado de los chicos, sobresale el Programa Nacional de Atención Materno-Infantil con diversos objetivos y enfoques hacia muchas áreas.
Bajo esos conceptos, los pasos se dirigen a la promoción de la lactancia materna, la reducción del bajo peso al nacer, el desarrollo de la perinatología y la lucha contra las enfermedades diarreicas agudas.
Además, existe el enfrentamiento a las infecciones respiratorias agudas, la prevención y diagnóstico precoz de enfermedades genéticas, y las acciones sobre los accidentes en menores de 20 años de edad, entre otras.
De acuerdo con documentos oficiales, en Cuba existe una situación favorable para el desarrollo de la infancia y la adolescencia como resultado de la política que se centra en la justicia social y la equidad.
El respeto y la atención a sus derechos constituyen una estrategia que de manera consciente y planificada permite la proyección de acciones a favor de los menores.
La Constitución cubana y los diferentes códigos, leyes y decretos leyes emanados de la Carta Magna protegen y establecen medidas legislativas, judiciales y administrativas en apoyo de los niños, quienes también festejan su día cada tercer domingo de julio. Adscrita a la Asamblea Nacional del Poder Popular funciona con carácter permanente la Comisión de Atención a la Niñez, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer.
En materia de protección, ese grupo desarrolla sus funciones auxiliando al Parlamento y al Consejo de Estado con el fin de lograr un mejor desenvolvimiento de la infancia, la adolescencia y las féminas.
Para festejar este Primero de Junio en Cuba, están previstas múltiples actividades de toda índole auspiciadas por la Organización de Pioneros José Martí, que agrupa a alumnos de primero a noveno grados.
La prioridad serán los encuentros con la historia, y se efectuarán iniciativas culturales y deportivas, exposiciones del Movimiento de Pioneros Exploradores y la activación de los diversos círculos de interés donde se incentiva el "bichito" de la vocación hacia determinada profesión u oficio.
Razones sobradas para que Juan José Ortiz, representante de Unicef en Cuba, asegurara que este primer día del sexto mes marcará otro hito en el trabajo con la infancia en la Isla.
En el mundo existen hoy 600 millones de niños que viven en la pobreza. De ellos 250 millones tienen edades que fluctúan entre cinco y catorce años, apropiada para estar sentados frente a un pizarrón y armados de lápices y libretas, pero tienen la obligación de trabajar para comer. Otros 130 millones tampoco traspasan nunca el umbral de una escuela, y peor aún, alrededor de 6 millones sufren lesiones limitantes como consecuencia de guerras o conflictos internos. No hay ánimo de jolgorio en la comparación, por el contrario, pero en esas cifras no hay ni un solo infante que sea cubano.
Como la esperanza de ese mundo mejor que soñamos real y posible, los niños en Cuba son nuestros pequeños príncipes enanos. Y para ellos se hace esta fiesta, que es la de todos los días, aunque a algunos eso les suene raro y hasta con visos de utopía.

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