La policía antimotines ha tomado las calles de la capital británica. |
Al comparecer en una sesión extraordinaria de la Cámara de los Comunes, David Cameron prometió medidas enérgicas y amplias para restablecer el orden público y evitar que vuelvan a ocurrir nuevos incidentes.
El conflicto sacudió durante cuatro días consecutivos a barrios londinenses y luego abarcó otras ciudades, entre ellas Manchester y Liverpool, en el norte; y Birmingham y Nottingham, en el centro.
De acuerdo con reportes policiales, al menos cuatro personas murieron y más de mil fueron detenidas por la violencia callejera sin precedentes que comenzó el sábado último en Londres.
Cameron indicó que combatirá acciones de violencia y podría solicitar el apoyo del Ejército si los disturbios de esta semana se repiten.
En el Reino Unido existen crecientes señales de tensión social desde que el gobierno aplicó un duro ajuste de 130.000 millones de dólares desde ahora y hasta el 2015 para reducir el enorme déficit fiscal, lastrado por los millones gastados en la infraestructura para acoger el próximo año los Juegos Olímpicos, y que se multiplicó cuando el Estado gastó miles de millones para salvar a bancos de la City en problemas.
Analistas atribuyen la extensión y magnitud de los disturbios al creciente malestar generado por las altas tasas de desempleo, así como también a la prepotencia de la policía. Los recortes de servicios sociales y su deficiente gestión contribuyen al estallido de conflictos en el Reino Unido, donde el número de desempleados ronda los 2,5 millones de personas, en su mayoría jóvenes.
Sin embargo, la policía, el gobierno de centroderecha y la clase política dominante, en general, insisten en presentar los enfrentamientos como resultante de desórdenes provocados por bandas de delincuentes.
La escalada de acciones violentas en la nación europea tuvo su origen en el barrio multiétnico de Tottenham, tras la muerte de un hombre de 29 años, abatido por la policía.
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