“O nos unimos o nos hundimos”, una frase cuyo imperativo marcó el sepelio del proyecto injerencista y neoliberal en Mar del Plata
Seis años después que la mayoría de los gobernantes latinoamericanos rechazaran el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el proyecto es recordado como un malogrado intento de injerencia en medio del auge de procesos integracionistas.
En la IV Cumbre de las Américas, los días 4 y 5 de noviembre de 2005 en la ciudad argentina de Mar del Plata, se concretó la oposición regional a esa iniciativa inicialmente expuesta por Cuba, cuya postura fue respaldada por los cambios políticos que venían tomando fuerza.
Considerado una iniciativa neoliberal, el ALCA fue identificado desde su surgimiento como un mecanismo para acentuar el control y dominio de Estados Unidos sobre las economías al sur del río Bravo. De ahí que no pocos cubanos, con esa jocosidad que nos resulta innata, al referirse al engendro le añadieran letras de su cosecha para identificarlo como algo malquerido: ALCArajo.
En aquel momento, expertos como Osvaldo Martínez, presidente de la comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional de Cuba, advirtieron que se trataba de un proyecto extremadamente desbalanceado.
El ALCA incluía la economía más rica y poderosa del planeta y las latinoamericanas y caribeñas, subdesarrolladas, endeudada y dispersas, y cuyo Producto Interno Bruto sumado es casi diez veces inferior al de Estados Unidos, cuyo gobierno promovió la iniciativa.
La propuesta llegó en un momento de especial debilidad latinoamericana a causa de la práctica casi generalizada de la política neoliberal, y por la propia crisis económica y social que esa misma política provocó, alertó Martínez.
Igualmente el especialista llamó la atención sobre los diferentes grados de desarrollo de la región, lo cual hacía prever nefastas consecuencias por la implementación del ALCA.
Otros analistas vieron en el proyecto un intento en el siglo XXI de utilizar los elementos comerciales como forma de injerencia en América Latina.
Asimismo señalaron que su carácter comercial internacional se fundamentaría en un intercambio entre desiguales, mientras la poca importancia prevista para los asuntos sociales traería más pobreza, exclusión social y desempleo.
Otro de los peligros identificados fueron los obstáculos al desarrollo endógeno y la falta de participación de la sociedad civil en las discusiones de temas básicos como derechos laborales, ambientales, humanos, indígenas y de género, entre otros.
REACCIONES INMEDIATAS, PROPUESTAS CONCRETAS
A partir de los cambios políticos que tomaban fuerza en Latinoamérica se alzaron voces contra el ALCA y se hicieron eco de las denuncias de Cuba.
A las críticas se fueron sumando otros gobernantes, entre ellos el presidente venezolano, Hugo Chávez, quien la rechazó abiertamente en la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Asociación de Estados del Caribe en Isla Margarita, en diciembre de 2001.
Desde tan temprana fecha Chávez, como una opción diferente al ALCA, propuso la creación de la Alternativa Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
En aquella ocasión el mandatario expresó sobre el ALBA: “Un nuevo concepto de integración que no es nada nuevo, se trata de retraer o de traer nuevamente un sueño que creemos posible (â��), porque ciertamente la integración para nosotros es vital”.
“O nos unimos o nos hundimos. Escojamos pues las alternativas”, subrayó.
Tres años después, en diciembre de 2004, en La Habana, Chávez y el líder cubano Fidel Castro suscribieron la creación del ALBA, bloque al que hoy pertenecen también Bolivia, Nicaragua, Dominica, Ecuador, San Vicente y las Granadinas, y Antigua y Barbuda.
El ALBA lucha desde su creación por eliminar las asimetrías y las desigualdades en la región al ser un nuevo modelo de desarrollo desde la óptica de integración económica, sobre la base del respeto a la soberanía nacional y cultural.
Este mecanismo de integración incentiva la complementariedad sobre la competitividad, la cooperación, la solidaridad y el comercio justo.
El impulso inicial del proyecto fue dado por Cuba y Venezuela con la consolidación de los acuerdos de suministro petrolero a la Isla y la contrapartida significada por la cooperación cubana en los campos de la atención médica, la educación y el deporte.
INICIATIVAS CRECIENTES: UNASUR
En ese contexto también destacan otros proyectos integracionistas como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Al respecto, su próximo secretario general, el venezolano Alí Rodríguez, quien asumirá el cargo en 2012, aseguró en una visita a Bolivia que los países de Suramérica son complementarios, por lo que deben trabajar en cooperación y solidaridad.
Rodríguez añadió que existen grandes expectativas por los elementos históricos y económicos que orientan a fortalecer los procesos de unificación.
Otra razón para la integración es que la región ocupa el mismo territorio, tiene el mismo origen histórico, cultural y de creencias, e incluso comparte iguales problemas, por lo que debería enfrentar las debilidades y fortalezas de manera conjunta, agregó.
Por su parte el presidente de Bolivia, Evo Morales, un defensor a ultranza de que las políticas de complementariedad prevalezcan frente a las de competitividad, ha llegado a pedir que sean resarcidos los daños a terceros por fórmulas como la del ALCA.
En Argentina, la rotunda negativa de Kirchner al ALCA es percibida hoy como la postura que insertó a esta sureña nación en un contexto latinoamericano.
Durante su discurso en la inauguración de la IV Cumbre de las Américas de Mar del Plata 2005, calificado por observadores como inusualmente duro, Kirchner advirtió que “no nos servirá cualquier integración, sino aquella que reconozca las diversidades”.
La posición obligó al propio George Bush, entonces presidente de Estados Unidos, a reconocerse “un poco sorprendido” ante la posición de los países del Mercado Común del Sur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y Venezuela.
Lo cierto es que, seis años después del No al ALCA, las iniciativas integracionistas se extienden en la región que hoy ve en ellas garantía de un futuro con mayor desarrollo e independencia, sin cabida para proyectos de dominación amparados en un manto de libre comercio. (Compendio de Prensa Latina)
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