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sábado, 5 de noviembre de 2011

Chantajean a la UNESCO

Atilio A. Boron

Este pasado 2 de noviembre, Israel congeló su contribución de dos millones de dólares a la UNESCO. Días antes Washington había anunciado exactamente lo mismo, reteniendo el desembolso adeudado por valor de 60 millones de dólares en represalia por el resultado de la votación de la Conferencia General aceptando la incorporación de Palestina a la organización como Estado número 195.
El sórdido maridaje de esos dos países (que, por otra parte, fueron los únicos que en la reciente Asamblea General de la ONU votaron a favor de mantener el bloqueo a Cuba) es una nueva prueba de la vocación extorsionadora y chantajista que anima a sus gobernantes.
Ya en 1984, Estados Unidos se había retirado de la UNESCO y al año siguiente lo harían el Reino Unido y Singapur. La razón: el desacuerdo con la creciente ascendencia que por esos años había adquirido el “tercermundismo” y sus insolentes reclamos a favor de un nuevo orden informativo internacional ante lo que, con notable clarividencia, los países del Sur global representados en la UNESCO advertían como la peligrosa concentración de los medios de comunicación en manos de grandes oligopolios privados. En el contestatario clima ideológico de los sesenta y setenta también había crecido la idea de establecer un nuevo orden económico internacional, ambicioso proyecto encaminado a modificar radicalmente las irritantes asimetrías de la economía mundial y que incluía, entre otras cosas, la sanción de un Código de Conducta al cual deberían someterse las operaciones de las por entonces nacientes empresas transnacionales. Huelga aclarar que todas estas iniciativas fueron barridas de la escena al calor de la contrarrevolución neoconservadora y neoliberal de los años ochenta, con Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Juan Pablo II a la cabeza. Hoy, en lugar de un Código de Conducta que nos proteja del despotismo del gran capital, lo que tenemos es el Ciadi, un pseudo sistema judicial creado por el Banco Mundial para proteger a las transnacionales y sentar en el banquillo de los acusados a los Estados. Tanto como eso cambió el mundo en estos años.
Estados Unidos regresó a la UNESCO casi 20 años más tarde, en el 2003. Poco después haría lo propio el lacayo favorito del imperio, el Reino Unido. Por eso la votación de días pasados fue una desagradable sorpresa para el imperialismo, y la reacción inmediata de la Casa Blanca fue cortar la asistencia financiera amparándose en dos leyes de los años noventa que, en principio, le prohíben a Washington financiar instituciones internacionales que acepten en su seno a quien no posea los “atributos de Estado reconocidos internacionalmente”. Tal es, según la Casa Blanca, el caso de la Autoridad Palestina.
El episodio que estamos comentando revela por enésima vez que Estados Unidos e Israel apelan al chantaje como una práctica regular y rutinaria para promover sus intereses. También su absoluto desprecio por los valores que ambos gobiernos sostienen machaconamente de la boca para afuera. Su hipocresía es tan grande como su cinismo: dicen defender la libertad pero la conculcan con el chantaje del dinero o el estrago de sus armas. Se declaran amantes del pluralismo y proclaman su respeto a todas las voces de la diversidad, pero amordazan las lenguas y las culturas de los pueblos y se ensañan con los palestinos. Procuran convencernos de la pureza de sus convicciones democráticas pero hacen que dos votos en la Asamblea General de la ONU que apoyan el bloqueo a Cuba valgan más que 186 que lo condenan; y en la UNESCO cuando sus preferencias son derrotadas por la mayoría actúan como los tahúres del Lejano Oeste, patean el tablero y comienzan a disparar. Signos, todos ellos, de un imperio en inexorable descomposición que en su decadencia arrastra también a sus sicarios y compinches, cómplices de sus fechorías. La UNESCO sobrevivió en el pasado a veinte años de chantaje anglo-norteamericano. El proyecto del imperialismo era convertir a esa agencia en un gigantesco ministerio de colonias cuya misión fuera homogeneizar al mundo imponiendo al inglés y a ciertos valores de Occidente como el único patrón civilizatorio. La dictadura del pensamiento único en economía requería su contraparte en el terreno cultural, y la Unesco tenía que hacer en ese frente lo que el Banco Mundial y el FMI hacían en el de la economía. No obstante sus presiones y chantajes, los Estados Unidos y sus cómplices fueron derrotados. Días pasados volvieron a morder el polvo de la derrota, por eso amenazan y atacan. Pero será en vano: la UNESCO sabrá capear este temporal y resurgir victoriosa como universal caja de resonancia de las identidades y culturas de todos los pueblos del mundo. Le guste o no al imperialismo. (Tomado de Página/12)

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