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lunes, 22 de julio de 2013

Béisbol Cubano vs. MLB: Las culpas huérfanas, las convenientes…

Silencio Total: ¿Veremos a Yoenis Céspedes dar jonrones en el programa “Béisbol Internacional”? (Foto: USAToday)
Reynaldo Cruz (Universo Béisbol)

El ¡twhack! del bate golpeando la pelota, las luces, los colores… el mundo parece sonreír a los peloteros cubanos en el exterior. Ya sea Céspedes ganando el Derby de Jonrones del Juego de las Estrellas, que Chapman, salvando más de veinte partidos, que Puig robándose el show en la ciudad de Los Ángeles, Kendrys mostrando aún su calidad, Viciedo y Alexei en los White Sox… los nombres de los cubanos están sonando en la Gran Carpa hoy creo que más que nunca, mientras muchos cubanos desde la Isla mueren de curiosidad por saber qué sucede, y crean mitos alrededor de sus estrellas cubanas.
Durante los últimos tiempos —creo que desde que comencé en el mundo de los blogs— he estado viendo como muchas personas se debaten entre la idea de si es culpa del gobierno cubano que los peloteros de la Isla no jueguen en Grandes Ligas, o de si el INDER —o la Comisión Nacional de Béisbol en este caso— debería replantearse sus filosofías al respecto.

En estos momentos, tras las deserciones del derecho de Industriales Odrisamer Despaigne en París y del zurdo villaclareño Misael Siverio en Des Moines, además de los casi inminentes fichajes del serpentinero artemiseño Miguel Alfredo González y del guantanamero Dalier Hinojosa, aparejados al éxito que ha tenido Yasiel Puig en los últimos meses y el triunfo de Yoenis Céspedes en el Derby de Jonrones del Juego de las Estrellas de las Grandes Ligas, el momento no podría ser más apropiado para hablar del tema (aunque siempre es apropiado hablar del tema).
Obviamente, las razones políticas (innegablemente fuertes) son esgrimidas por los cubanos de una y otra orilla, que se culpan unos a los otros todo el tiempo, y en medio de todo olvidan que se trata de otros factores externos que pesan aún mucho más.
Mi intención hoy es exponer de la manera más neutral posible algunos de los elementos que impiden que los peloteros cubanos jueguen en Grandes Ligas, otros que estimulan el éxodo casi masivo de jugadores hacia el exterior y mostrar posibles soluciones a ambos temas, que no estén tan alejadas de la realidad.
Para nadie es un secreto que para un pelotero cubano jugar en el béisbol de las Mayores (MLB: Major League Baseball) tiene primero que cumplir ciertos requisitos establecidos por la propia MLB, por la política de sanciones de Estados Unidos hacia Cuba, principalmente las Regulaciones de Control de Activos Cubanos (CACR: Cuban Assets Control Regulations) que establece entre otras cosas que “a ninguna organización de béisbol de Estados Unidos se le permite involucrarse e n transacción de ningún tipo con Cuba, a menos que se pida una licencia específica”[1], o sea, que ningún club podía establecer relaciones contractuales con residentes en Cuba (se refiere, claro está, a los peloteros).
El panorama político —principalmente las sanciones económicas de Estados Unidos contra Cuba— entre ambas naciones es sin dudas la razón principal por la que los jugadores cubanos no pueden hacer siquiera el intento de jugar en las Grandes Ligas.
Poco tiempo después del 1º de enero de 1959, el Departamento de Estado prohibió que los peloteros norteamericanos vinieran a Cuba a jugar en la temporada profesional, alegando que temían por su seguridad. Esto se justificó con el incidente ocurrido en la noche del 25 de julio de 1959 en un encuentro entre los Rochester Red Wings y los Havana Sugar Kings, cuando tras lanzar disparos al aire celebrando el primer 26 de Julio desde el triunfo revolucionario, en los que

el coach de tercera base de Rochester Frank Verdi y el torpedero del Havana Leo Cárdenas sufrieron heridas superficiales durante el desafortunado incidente, provocando que el mentor de los Red Wings Cot Deal retirara a su equipo y se trasladara al hotel en el centro de la ciudad. Los funcionarios de la Liga Internacional cancelarían los desafíos de home club de los Sugar Kings y eventualmente reubicarían la franquicia a Jersey City durante la mitad de la temporada de 1960.[2]

La reubicación, respondiendo a presiones por parte de la administración Eisenhower, provocó medidas como la erradicación del profesionalismo en la Isla, algo que a la larga podía haber sucedido de todos modos, pero en una entrevista hecha a Fidel Castro durante su visita a la Asociación de Corresponsales de las Naciones Unidas, el 22 de abril de 1959, que aparece en el libro Con las bases llenas, de Félix Julio Alfonso, declaró que:

los cubanos no quieren que los Cuban Sugar Kings se vayan de Cuba. Nosotros queremos que se queden en Cuba y lo que es más, queremos hacer un equipo de Grandes Ligas. Le voy a decir algo más. Tenemos interés en los deportes, por el deporte mismo, y porque es una forma de atraer al turismo, ya que tenemos uno de los lugares más maravillosos del mundo y esperamos convertir nuestra maravillosa isla en un paraíso de turismo internacional, y eso será una forma de ayudar a resolver las pequeñas dificultades económicas. (…) Esta es una de las razones por las cuales estamos interesados en los Sugar Kings y además, estamos empeñados en demostrar que contamos con buenos jugadores de pelota.[3]

Realmente quedaba abierta una posible ventana para que el béisbol profesional no fuese eliminado por completo, y sobre todo para que la franquicia de los Sugar Kings se quedara en La Habana. Nadie debe olvidar que el slogan esgrimido por este equipo en aquellos años era “Un paso más, y llegamos”, refiriéndose a la posible entrada en la Gran Carpa de este conjunto.

Sin embargo, que los Sugar Kings lograran ascender a las Mayores o no, es otra historia.

Una vez erradicado el profesionalismo de Cuba, cualquier alusión, acercamiento o referencia (incluso hasta la mención) del béisbol profesional se convirtió en casi un crimen o un pecado, un tema tabú, y comenzó entonces la parte cubana a tener una mayor cuota de responsabilidad.

Pero no podemos olvidar que ningún pelotero cubano residente en la Isla, o con relaciones no hostiles con el gobierno, puede firmar contrato con ninguna organización de las Grandes Ligas, como queda claro acá:

 los equipos de la MLB fueron obligados a poner fin a todo reclutamiento, juego y comunicaciones en Cuba, y para finales de la década de los 80, el número de peloteros cubanos en las Ligas Mayores había caído considerablemente.[4]

Por supuesto, que Cuba tampoco les permitía firmar, puesto que el profesionalismo estaba —aún está, solo que a menos escala— satanizado totalmente, y visto más como un flagelo que como lo que es: una industria del espectáculo, como mismo lo puede ser Hollywood (en Cuba se consume muchísimo cine norteamericano), Broadway o los Premios Grammy.

Esta posición de ambas naciones, a modo de “estira y encoge”, ha provocado un clima de hostilidad en uno de los elementos que tal vez une más que nada a ambas naciones: el béisbol.

Más atrás aparecieron los topes bilaterales entre ambos países, encuentros amistosos entre el equipo principal de Cuba y la escuadra universitaria de los norteamericanos, que era a la postre el conjunto que representaba a esa nación en todos los eventos internacionales, toda  vez que el profesionalismo estaba vedado en competencias oficiales de las distintas federaciones de béisbol que han existido. Esto pareció abrir una puerta de acercamiento entre ambas naciones, hasta que los topes fueron cercenados abruptamente, a causa de la entrada de una nueva dirección a la Federación Nacional Estadounidense de este deporte (afortunadamente se reiniciaron el pasado año).

Antes de este portazo, en 1991, René Arocha decidió abandonar el país y fue seguido de otros como Rey Ordóñez, Osvaldo Fernández, Orlando “el Duque” Hernández, Liván Hernández, y más hacia acá, José Ariel Contreras, Kendrys Morales, Alexei Ramírez, Yunel Escobar, Yuniesky Betancourt, Dayán Viciedo, Yoenis Céspedes, Yasiel Puig, Adeiny Hechavarría, Aroldis Chapman… la lista podría ser casi interminable si contamos además a aquellos que se han ido y no han llegado a la Gran Carpa, o no han permanecido en ella… y otros que se han perdido en el tiempo, en el recuerdo y han seguido incluso caminos no relacionados con el deporte.

En estos momentos, el convenio laboral de las Grandes Ligas (MLB-CBA por sus siglas en inglés) para el período 2012-2016 expresa que las bonificaciones al firmar peloteros internacionales se restringen a menos que el jugador en cuestión tenga al menos 23 años de edad y haya jugado en una liga reconocida por la Oficina del Comisionado por al menos cinco temporadas. En el caso de los cubanos, sin embargo, aparece otro elemento:

Durante los períodos de fichaje 2012-2013 y 2013-2014, los jugadores cubanos que tengan al menos 23 años de edad y hayan jugado como profesionales en una liga profesional cubana por un mínimo de tres temporadas, estarán cubiertos por esta exención. En todos los períodos de fichaje posteriores al 2013-2014, los peloteros cubanos solamente estarán exentos si tienen al menos 23 años y han jugado como profesionales en una liga profesional cubana por al menos cinco temporadas.[5]

O sea, que tampoco va a ser, como se dice en buen cubano, “llegar y poner”, ya que sería entonces “aconsejable” que antes de “desertar”, “abandonar el país”, “traicionar”, o como sea que califiquen su actitud, deberán esperar tener cierta edad o cierta experiencia en las Series Nacionales (evidentemente consideradas profesionales por la Oficina del Comisionado). No podría ser más idóneo el escenario para entonces saltar las barreras y permitir la salida de peloteros cubanos hacia otros horizontes.

Para comenzar con la parte que concierne a Cuba, primero hay que analizar que los peloteros (al igual que los demás atletas) forman parte de ese grupo de personas al que en nuestro país conocemos como “La Farándula”. O sea, que se mueven en el mismo círculo que los artistas y los músicos, personas que viven igual de su talento, pero que afortunadamente para ellos tienen la posibilidad de lograr considerables mejoras económicas gracias a ello.

Además, casi todos se han medido con lo mejor de su mundo, salen del país y hacen sus contratos en el extranjero, graban en el extranjero y hasta hacen coproducciones con artistas de otras geografías. Entonces, los atletas están en una posición bastante desventajosa (en cuanto a sus aspiraciones personales) cuando están en un entorno en el que coinciden con los del mundo del arte.

Por otro lado, sucede además que en muchísimas ocasiones, se quedan en Cuba peloteros con mejores rendimientos que otros que sí hacen el grado, o aún siendo incluidos en los rosters de la Selección Nacional, son condenados a la “banca eterna”, razón por la cual muchos de ellos llegan a un nivel de decepción tal que toman otro camino, y terminan siendo llamados “traidores” cuando los verdaderos traidores son quienes los llevaron a tomar tal decisión. En este caso hay figuras como Michel Abreu, Alexander Guerrero, José Julio Ruiz, Jorge Padrón, Dariel Álvarez… y esta lista es más larga y aún más cargada de subjetividad.

Así que la solución principal —en la que han venido dándose pasos algo lentos con el fichaje por ejemplo de Alfredo Despaigne por los Piratas de Campeche— sería permitirles salir a jugar en la liga que los quiera contratar (incluyendo la MLB, ¿por qué no?) y esperar. ¿No podemos acaso tener la esperanza de que si los cantantes dan una gira por Cuba después de una gira por Europa nuestros atletas no quieran venir a jugar al menos una parte o la totalidad de la Serie Nacional luego de haber jugado sus temporadas profesionales?

Claro, que las ya mencionadas restricciones que tienen las Grandes Ligas son un lastre en este proceso, pero igual queda la Liga Japonesa, la Organización Coreana, incluso la Liga Venezolana, y hasta la Liga Mexicana, donde está Despaigne y donde estuvieron Michel Enríquez y Yordanis Samón. Otra acción que debe tenerse en cuenta es evitar que estas cosas se hagan con atletas en el ocaso de sus respectivas carreras deportivas, o con otros que “no son de interés para este ciclo”, sino con todos aquellos que han jugado cinco temporadas o tienen al menos 25 años, para que no corran el riesgo de dejar una mala imagen en el béisbol extranjero, o de perder su tiempo y el de los equipos que los contraten.

Solamente un cubano con participación en Series Nacionales ha tenido autorización para firmar con un equipo, por ejemplo, de la Liga Japonesa: Omar Linares. Cuando esto sucedió, muchos vieron una posible solución a este problema, pero no ha sido hasta más de diez años después que se ha dado un muy tímido paso en esa dirección.

No podemos cegarnos, casi todos (por no decir todos) los peloteros cubanos, aunque no lo digan, aunque nunca tomen una decisión al respecto, aunque nunca den una señal, sueñan con jugar en las Grandes Ligas, o al menos lo piensan una vez: “¿Seré lo suficientemente bueno?” “¿Tendré lo que hace falta tener?”. Y esas dudas y cuestionamientos entonces aumentan cuando ven a otro que no era tan bueno como él brillando en el Big Show… dinero aparte, lujos aparte: se trata de un problema de potencialidad, del juego mismo, de disfrutar a plenitud lo que le gusta hacer y de explotar al máximo su talento.

Entonces, Cuba como nación no debería buscar más culpas o culpables, sino subsanar sus errores, porque se han cometido, y nadie puede negarlos. Abrir las puertas, y quien quiera salir, que lo haga, sin resentimientos, sin soberbia, sin odio… y cuando quieran regresar, pues acá estarán nuevamente las puertas abiertas, porque la nación querrá recibir a sus hijos. Y en ese momento, el problema podría ser otro: ¿tendrá permiso del Departamento de Estado o de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) para venir a Cuba? Bueno, eso ya no sería un “asunto nuestro”.

Ya han vuelto al país algunos de esos peloteros,  como José Ariel Contreras, Rey Ordóñez, y más recientemente, Yunieski Betancourt, apodado “Riquimbili”.

Contreras ganó la Serie Mundial con los Medias Blancas de Chicago, regresó a Cuba el pasado año y fue muy bien tratado por la afición. (Foto: Ben Margot/AP)
Lo más notable resulta ser el hecho de que a pesar de todos los traumas por la separación de su familia, y la lejanía de su tierra, logran imponerse en el béisbol más difícil y exigente del mundo —no podemos tapar el sol con un dedo, en la mayoría de los casos es más el deseo de probarse que el interés monetario lo que los lleva a esto. De hecho, en ciertos casos no han cambiado, pues por ejemplo, José Ariel Contreras, al conceder una entrevista al blog El Colimador, expresó que la diferencia entre el Contreras que se fue y el que volvió no era ninguna:

 … Diez años de más, fuera de aquí, sin mis fanáticos y mi gente, pero todo igual. A mí me da mucha alegría ver cómo por cada lugar que pasaba, la gente me decía: “pero tú sigues siendo el mismo”, y eso me llena de orgullo, de energía para seguir, para subir pronto a la loma, porque como todos saben estuve fuera de la temporada el año pasado, por una lesión en el codo.[6]

Entonces, no tenemos razones para pensar que los peloteros que se van vayan a cambiar, porque el mismo Contreras ya lo dijo. Y en ocasiones incluso el argumento político está condicionado simplemente por una cuestión de buscar una mejor oportunidad, aunque otros simplemente prefieren callar porque simplemente “vinimos a jugar pelota”.

Tal vez otro caso ilustrativo sea el de Rey Ordóñez, quien declaró a OnCuba (vía La Chiringa de Cuba) que decidió quedarse porque:
En aquel tiempo tenía 20 años, y quería buscar otra cosa, probar hasta dónde daba mi calidad o si era posible triunfar en Grandes Ligas.[7]

Podríamos tener una docena más de ejemplos, pero no es la intención, aunque si sería el punto. No queremos que los peloteros cubanos dejen de formar parte de la historia simplemente porque se fueron del país… y particularmente no quiero que se vayan del país de la forma en que lo hacen, pero me gustaría que puedan hacerlo como deseen y cuando deseen si ese es su sueño.

Su éxito entonces en el Big Show se vería menos afectado por factores subjetivos como la lejanía de su familia, o el hecho de tener que esperar varios años para poder volver a su tierra. Podrían hacerlo cuando quisieran (siempre que dependiera de Cuba, pues el Departamento de Estado pondría entonces sus propias trabas), y acá se les daría la bienvenida, como mismo se la dan a la Charanga Habanera luego de haber viajado por el mundo.

Creo que de este modo, no sería tan triste admitir que  Miguel E. Masjuán tiene razón cuando al referirse al éxito de Yoenis Céspedes en el Derby de Jonrones del Juego de las Estrellas de las Mayores, dice que:

Realmente me hubiera gustado mucho ver, en vivo—no en uno de los paquetes audiovisuales que se comercializan con tanta profusión en La Habana—ese Derby de jonrones, pero estoy seguro de que en ninguna versión del programa televisivo “Béisbol internacional” aparecerán estas imágenes. Los realizadores pasarán por alto este hecho, como ha sucedido con tantos otros, por los términos mencionados en el primer párrafo que determinan—o al menos lo intentan— qué entra o no dentro de la agenda mediática; qué debe discutirse o no en la agenda pública.[8]

Puig ha tenido una excelente primera temporada en Grandes Ligas. (Foto: AP)
Considero, de hecho, que no quedaría entonces nada (o ningún error) que admitir. Simplemente poder decir: “Estamos orgullosos de Yoenis Céspedes, un cubano que ha logrado ganar el Derby de Jonrones”, o “Nos sentimos orgullosos de los logros de Yasiel Puig en su primer año en Grandes Ligas”… creo que después de todo son tan cubanos como un Cohíba, el Havana Club o El Malecón Habanero. Sería el modo de romper nuestra propia y auto-impuesta “barrera de color”.[9]

Nota: El fragmento del título Las culpas huérfanas, las convenientes es parte de la canción La Sospecha, de Buena Fe (Ver letra completa).

[1] Schur, Ryan M. The Effect of Major League Baseball on United States-Cuba Relations, ver: Solomon, Rachel D., Cuban Baseball Players, The Unlucky Ones: United States- Cuban Professional Baseball Relations Should Be an Integral Part of the United States-Cuban Relationship

[2] Ruckner, Mark y Bjarkman, Peter C., Smoke: The Romance and Lore of Cuban Baseball

[3] Resumen de un viaje, La Habana, Editorial Lex, 1960, pp. 112-113

[4] Frankel, Matthew J., Nota, Major League Problems: Baseball’s Broken System of Cuban Defection

[5] MLB Collective Bargaining Agreement 2012-2016

[6] Álvarez, Carlos M., Contreras: En contra de Cuba no juego (Entrevista completa); El Colimador, http://elcolimador.cubava.cu

[7] Álvarez, Carlos M., Un Rey en La Habana (entrevista al estelarísimo Rey Ordoñez); La Chiringa de Cuba, http://chiringadecuba.com

[8] Masjuán, Miguel E., Yoenis Céspedes y la negación del olvido; La Chiringa de Cuba, http://chiringadecuba.com

[9] La llamada barrera de color o Color Barrier fue una forma de segregación y discriminación que existió en las Grandes Ligas hasta el 15 de abril de 1947, cuando Jackie Robinson entró a un terreno de béisbol vistiendo la franela de los Brooklyn Dodgers. Esta alusión la hago para dejar bien claro que hay un alto grado de desinformación o tabú hacia todo lo que huela a pelotero cubano en el extranjero.

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