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lunes, 22 de julio de 2013

Tolerancia, remedio santo frente a la intransigencia cavernícola de la mafia de Miami

Acabo de leer la nota publicada por el portal CubaSí donde se alega, según despacho del libelo de la mafia anticubana en Miami, El Nuevo Herald, que el juego en fase de organización para celebrar los 50 años del equipo Industriales, con fecha incluso fijada ya para los días 10 y 11 de agosto próximo,  "se encuentra en estado de coma", frase que despojada de los tintes médico-mortuorios los cubanos empleamos para ilustrar aquello que está a punto de joderse, irse a pique o a bolina, según el gusto del consumidor.
En tres palabras: no habrá juego, y todo por la cavernícola intolerancia de un clan de esperpentos anclados en la época anterior a la del año en que Fidel mandó a parar, al decir de Carlos Puebla, pero cuyos gruñidos resultan  suficientemente elocuentes como para que a los organizadores, gente de la Universidad Estatal de la Florida (FIU), les frenara hasta el neumático de repuesto y dieran, además de marcha atrás, la negativa a facilitar su estadio de béisbol como sede de los dos encuentros previstos.

En este punto me detengo y salto hasta los comentarios al pie de la nota: concuerdo ciento por ciento con varios de los foristas (RRG, Andrés de Francisco, Jesús, Tomatín entre los que habían compartido sus criterios en estas primeras horas desde la publicación del post) de reiterar nuestra invitación a quienes deseen venir y  organizar aquí en nuestro Coloso del Cerro los dos juegos de marras y demostrarle al mundo quiénes son los verdaderos intolerantes.
Según El Nuevo Herald, "La entidad Somos Cuba Entertaiment Group, auspiciadora del viaje de los peloteros de la capital cubana estaría buscando una variante desesperada para salvar el evento, pero reconoce que las opciones son pocas y el tiempo escaso, puesto que el parque de FIU era el único que se había alquilado con ese fin, luego de que otros predios de la ciudad se negaran a aceptar la presencia de los ex industrialistas por miedo a manifestaciones".
Los organizadores del evento aseguran de que siempre estuvieron conscientes que el juego tendría sus detractores por lo que habían contratado hasta un dispositivo de seguridad.
“Aquí no se engañó a nadie nunca, ni nos engañamos nosotros y sabíamos que habrían presiones y podrían existir manifestaciones durante los juegos’’, declararon los organizadores. “Nuestra pena mayor es con los peloteros veteranos, que llevan semanas preparándose en Cuba y tenían mucha ilusión de encontrarse aquí con sus fanáticos, con sus antiguos compañeros de equipo’’.
La intolerancia en Miami es legendaria en esa ciudad y se ha caracterizado en los últimos años por quema de cuadros de pintores cubanos, el uso de aplanadoras contra discos de cantantes que se presentarían en la Isla o actos de repedio contra músicos cubanos, incluida alguna que otra amenaza de bomba en los locales donde estos actuarían en Miami.
El hecho más reciente de este tipo fue un evento musical organizado por el promotor Hugo Cancio que pretendía reunir a músicos cubanos de la Isla y Miami en un concierto de Salsa a celebrarse en Florida. El evento fue supendido por razones similares a las del juego en celebración del 50 aniversario del equipo azul.
Vuelvo y reitero, sin ánimo de revanchismo político, es nuestra oportunidad de brindar otra demostración de que Cuba está abierta al acercamiento y al diálogo franco con su emigración, de abrir por el canal del deporte otra brecha al muro del bloqueo mantenido por más de 50 años de obcecado empeño imperial, con la seguridad de que en el Latinoamericano ni habrá manifestaciones de repulsa y mucho menos necesidad de desplegar un equipo de seguridad.
Las gradas de seguro van a colmarse de aficionados deseosos de revivir las glorias del equipo insignia de la pelota cubana, como de seguro me incitarían a llamarle varias de mis mejores amistades en la capital del país  conocedoras de mis fobias industrialistas, pero conscientes de que quien escribe pone por encima de pasiones beisboleras la preferencias por la camiseta tricolor, la de las cuatro letras que lo ponen a uno a punto de infarto, tanto en las buenas como en las malas.

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