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martes, 23 de julio de 2013

Aquel Atlántico oculto capitalista del tráfico de esclavos

El cienfueguero Orlando García Martínez incorpora un extraordinario libro de Ediciones Unión a sus estudios sobre la negritud

Julio Martínez Molina 

La sublevación esclava en la goleta Amistad: Ramón Ferrer y las redes de contrabando en el mundo Atlántico (Ediciones Unión, 2013) es un volumen apasionante, resultado de exhaustiva faena de indagación factual e interrelaciones contextuales de amplio calado, cuya lectura íntegra deja en mera bocanada aproximativa la sesgada película sobre el tema hecha por Steven Spielberg en 1997. Amigos e investigadores conjuntos de campo desde hace años, constituye este el primer fruto editorial de largo alcance surgido del binomio creativo conformado por el historiador cubano Orlando García Martínez y su colega alemán Michael Zeuske.

La obra representa un retorno del cienfueguero, autor de varios libros editados y Miembro Correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba, al sello Unión, luego de Espacios, silencios y los sentidos de la libertad: Cuba 1878-1912, coelaborado hace doce años junto a la norteamericana Rebecca J. Scott, otra vieja compañera de armas literarias, y Fernando Martínez Heredia.
Aunque la instancia temática que fundamenta la indagación sea la conocida sublevación de africanos conducidos por la goleta Amistad desde el puerto de La Habana hasta el embarcadero camagüeyano de La Guanaja, en 1839, esta en verdad se alza a la postre solo en instrumento afín en el camino de rubricar completo diagrama sobre el tráfico negrero y la sociedad esclavista en la Cuba decimonónica. García y Zeuske lo enmarcan en un abarcador contexto Atlántico, merced a la yuxtaposición y contraste de material historiográfico de nuestro país, tres naciones otrora imperios esclavistas europeos y los fondos bibliotecológicos o archivísticos de varias universidades estadounidenses.
Cual bien constatan los propios autores, la relectura de esos fondos documentales ha logrado descubrir las redes de conexiones trasatlánticas y ganar claridad sobre el papel de capitanes de embarcaciones costeras en el comercio de contrabando de africanos en momentos de rápida expansión de la producción azucarera en las llanuras de la región central de Cuba basada en la fuerza de trabajo esclava.
Las generalizaciones nacen de los múltiples partos de las particularizaciones, y en virtud de ello el volumen emprende detectivesca labor de rastreo-seguimiento del fantasmal balear Ramón Ferrer -capitán de la Amistad-,  personaje peculiar, sinuoso, tendente a ocultar su identidad, barruntan los firmantes, por temor a ser fichado como comerciante ilegal de personas una vez firmados los Tratados Internacionales con Gran Bretaña, potencia que abolió la trata en 1807 (si bien, cual estudios previos reconocen y ellos concuerdan, en la práctica los capitanes generales de la Isla poco hicieron contra los traficantes; antes bien contaron con su apoyo para ejercer férreo control en el país. Solo entre 1826 y 1836 alrededor de 100 mil esclavos fueron introducidos ante la mirada cómplice de las autoridades hispanas. Para 1841 se alcanza el tope de población esclava, con 436 mil cautivos). No obstante, Ferrer mantuvo sus caprichos por enmascararse, lo cual convirtió en más dificultosa la faena indagatoria del cubano y el germano.
Ramón ordenó construir la Amistad en el puerto de Bajas, Nuevitas, con un porte de 45 toneladas, según queda consignado en carta de Manuel de Cañas, de la Comandancia General de la Marina del Apostadero de La Habana, al Gobernador y Capitán General, con fecha 16 de febrero de 1841. La misiva puesta en foco por los autores esquirla la falsa creencia de que fuera montada en los astilleros de Baltimore.
Más que solazarse en la descripción narrativa del célebre hecho sangriento ocurrido a bordo de la embarcación, los historiadores emplean el suceso en tanto resorte explicatorio de los procesos de acumulaciones de capitales sobre la base de la trata de cuerpos humanos en África y la activa participación de diversos actores sociales del resto del mundo Atlántico.
Argumentan, al detalle, cómo “capitanes y propietarios de embarcaciones destinadas al comercio costero en la isla aseguraban el trasbordo y trasiego de los negros bozales traídos en las expediciones negreras (…) La Amistad u otras de su tipo alternaron con vapores en el contrabando. Capitanes norteamericanos fueron claves en este negocio humano ilegal, junto a los comerciantes españoles asentados en Cuba. Aclaran que funcionarios diplomáticos de Estados Unidos y Portugal aseguraron la documentación requerida para burlar la vigilancia de los buques de guerra británicos.
Todos estos cauces de interpretación conducen a los signantes a una idea no inédita en realidad pero pocas veces tan sustanciosamente sustentada, y es que “con el caso de la goleta Amistad (…) y sus redes alrededor de Cuba, el Caribe, Estados Unidos, América Latina y, sobre todo, África, se abre otra ventana más para demostrar (…) que la revolución industrial en los autoproclamados ´centros del mundo´ ubicados en el hemisferio norte tenía mucho que ver con la trata esclavista en el llamado ‘sur’ y por ende con el capital de cuerpos humanos y muchas otras dimensiones de ese Atlántico oculto, que provocó la resistencia contra la trata y la comercialización de mujeres, hombres y niños a una escala que hace pensar a muchos en un ‘holocausto de esclavos africanos’”.
En breve se efectuará la presentación nacional del volumen para a continuación ser vendido en la red de librerías. De antemano, recomendamos su lectura aquí. Es un libro apreciable, el cual todos debemos procurar.

Réplica de la goleta Amistad llega al puerto de La Habana (marzo de 2010) durante una travesía conmemporativa de aquella de 1839 en que fue escenario de una revuelta de esclavos en el mar frente a las costas de Cuba. (Ver fotorreportaje)


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