Silvia Martínez*
Carismático, rebelde, desconfiado, impredecible, audaz, enérgico, temerario, justiciero, díscolo, violento, apasionado y seductor; muchos son los adjetivos empleados por historiadores y quienes lo conocieron personalmente para describir a Francisco (Pancho) Villa, una de las figuras emblemáticas de la revolución mexicana.
Odiado por sus enemigos y venerado por sus seguidores, el "Centauro del Norte", sobrenombre con el cual se le conoció por sus hazañas militares en la región septentrional del país, perdura en el imaginario popular como uno de los líderes revolucionarios más genuinos de aquella contienda junto a Emiliano Zapata, quien combatió en el Sur por el derecho de indígenas y campesinos a la tierra.
Villa nació el 5 de junio de 1878 en el seno de una familia campesina de Río Grande, Durango, hijo de Agustín Arango y Micaela Arámbula, quienes lo llamaron José Doroteo.
Así se le conoció hasta la juventud, cuando adoptó el nombre con el cual alcanzó notoriedad a partir de su alzamiento contra el gobierno de Porfirio Díaz, en 1910. Hasta entonces, el caudillo tuvo una vida azarosa al margen de la ley y no precisamente por motivos políticos.
Cuentan que la ruptura con el orden social imperante se produjo en septiembre de 1894, cuando tuvo que refugiarse en la serranía tras atacar a tiros a un latifundista que pretendió ultrajar a su hermana Martina, de sólo 12 años de edad.
A partir de entonces, y hasta 1910, transcurrió la etapa del "Villa bandolero", descrita así por algunos de sus biógrafos.
Unos meses después fue detenido, pero al día siguiente escapó de la cárcel y continuó su solitario y errante andar por intrincados parajes, en los cuales desarrolló las habilidades necesarias para sobrevivir.
Según su propio relato, en 1896 se unió a un grupo de forajidos encabezados por Ignacio Parra y Refugio Alvarado, con quienes participó durante un par de años en diferentes acciones, antes de independizarse y continuar su vida al margen de la ley.
Así anduvo hasta 1902, cuando después de dos arrestos y el ingreso forzado al ejército a cambio de no ser fusilado, escapó de las filas castrenses y se radicó en el estado de Chihuahua, sin abandonar el bandolerismo, pero con el nombre que lo acompañaría.
El ingreso de Pancho Villa a la lucha revolucionaria se produjo a través de Abraham González, cuando éste preparaba el alzamiento en Chihuahua contra el régimen de Porfirio Díaz, quien gobernaba el país desde 1876, y lo convenció para que participara en la insurrección como uno de sus jefes militares.
"Sufragio efectivo, no reelección" era el lema del movimiento encabezado por Francisco I. Madero quien, ante la imposibilidad de encontrar una salida legal a la crisis, llamó, desde el exilio en Estados Unidos, a la sublevación armada para el 20 de noviembre de 1910.
El llamamiento, contenido en el Plan de San Luis, tenía entre sus objetivos desconocer la reciente reelección presidencial de Díaz, erradicar la corrupción en el manejo del erario público y devolver a los campesinos las tierras de las cuales habían sido despojados por los hacendados al amparo de la Ley de Terrenos Baldíos.
El alzamiento en Chihuahua se produjo el día previsto y allí estaba Villa, derrochando coraje desde el primer combate hasta convertirse en un personaje de leyenda durante los 10 años siguientes, en medio de los vaivenes de un proceso revolucionario carente de un mando central y de objetivos estratégicos comunes que unificaran las diferentes tendencias.
De un lado estaban quienes defendían los intereses de la burguesía apoyada por Estados Unidos como Venustiano Carranza y Álvaro Obregón y del otro, quienes interpretaban la revolución como una oportunidad para beneficiar a los más desposeídos como Emiliano Zapata y Pancho Villa, aunque sin un proyecto político definido.
El motivo de la insurgencia, en el caso de Zapata, era mucho más claro, pero limitado a las reivindicaciones agrarias, en tanto Villa encarnaba el descontento generalizado de grandes mayorías sumidas en la pobreza y la exclusión social.
El Centauro brilló como jefe militar al frente de la División del Norte, con la cual obtuvo las victorias más importantes hasta que en 1915 sufrió varias derrotas consecutivas frente a las fuerzas comandadas por el general Álvaro Obregón, de las cuales no logró recuperarse.
Uno de sus acciones más conocidas fue la incursión en territorio de Estados Unidos el 9 de marzo de 1916, con más de 300 efectivos de la menguada División del Norte, para atacar la localidad fronteriza de Colombus, Nuevo México, en represalia por el apoyo que el gobierno de ese país le brindaba al también general Venustiano Carranza.
En respuesta, el ejército estadounidense envió a México miles de soldados al mando del general John Pershing, con el objetivo de capturar a Pancho Villa, misión suspendida tras 11 meses de infructuosa búsqueda.
La Constitución de la República, aprobada en febrero de 1917, fue la más avanzada de su época y con ella la revolución mexicana concluyó una fase importante de su desarrollo.
Sin embargo, no fue hasta 1920, tras el asesinato del entonces presidente, Venustiano Carranza, que Pancho Villa abandonó su actividad guerrillera y se retiró a la vida privada, con una escolta de 50 hombres y otras condiciones pactadas con el gobierno federal.
El sitio acordado para la nueva vida fue la hacienda Cautillo, en el estado de Durango, a cuyo desarrollo, incluyendo la creación de escuelas y otras facilidades de beneficio popular, se consagró hasta el 20 de julio de 1923, cuando murió acribillado a balazos en pleno día, en la localidad de Hidalgo del Parral.
Aún después de muerto, Villa no tuvo descanso pues dos años después de la inhumación de su cadáver, personas desconocidas profanaron la tumba y se apoderaron de la cabeza cual macabro trofeo. Los enemigos y la derecha política del país impidieron la reivindicación inmediata de esta figura como héroe nacional, logrado sólo 23 años después de su desaparición física.
Finalmente, tras un dilatado proceso de análisis en el parlamento, su nombre fue grabado con letras de oro en los muros de honor de la Cámara de Diputados federal, junto al de decenas de personas e instituciones cuyo legado, por controvertido que haya sido, contribuyó al desarrollo de la nación mexicana.
*Corresponsal de la agencia Prensa Latina en México.
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