Nicanor León Cotayo
Un trío de Miami y Nueva Jersey, con Ileana Ros-Lehtinen al frente, envió una carta al secretario de Estado, John Kerry, para que negara el visado al médico deportivo cubano Antonio Castro Soto del Valle.
Ese último formó parte del equipo Cuba de pelota y meses atrás lo reeligieron como uno de los vicepresidentes de la Federación Internacional de Béisbol, que encabeza el italiano Ricardo Fraccari.
Ahora debe tomar parte en una serie universitaria internacional que se iniciará esta semana en Des Moines, Iowa, nuevo tope amistoso entre equipos de Cuba y Estados Unidos.
Según la carta de Ileana y sus hombres a John Kerry, ellos se encuentran “profundamente preocupados” de que lleguen a facilitar un visado a este médico para entrar al país.
¿Pretexto? Ser hijo de Fidel Castro y sobrino del presidente Raúl Castro, así como se aventuran a manifestar que con frecuencia acompaña a jugadores de béisbol que viajan al exterior “para intimidarles” e “impedir su deserción”.
Resulta evidente, la no gratuita obsesión de Ileana y sus hombres contra Cuba les ha reducido el sentido común y los ha fundido con la más rancia torpeza.
Ni los niños de las escuelas primarias de Estados Unidos podrían entender que dos figuras políticas como Fidel y Raúl Castro tendrían necesidad de apelar a recursos tan grotescos.
Esos tres congresistas habían cuestionado antes los visados a favor de la directora de Estados Unidos de la cancillería cubana, Josefina Vidal, de la sexóloga de igual nacionalidad, Mariela Castro, y del historiador de La Habana, Eusebio Leal.
Para Ileana y su dúo de seguidores, si autorizan la entrada de Antonio Castro, ello “minaría nuestros esfuerzos para promover la democracia y la libertad” dentro de la isla, y “aislar a los opresores”.
¿Acaso con ese pretexto han impuesto allá una rigurosa selección político-ideológica para otorgar luz verde en las entradas al país?
Muchos casos tienden a indicarlo. Baste cinco de ellos.
En agosto de 1995, Ileana Ros-Lehtinen envió una carta al Departamento de Estado exigiendo no conceder visa a Fidel Castro si en octubre resolvía asistir en Nueva York al 50 aniversario de la ONU. Su pedido fracasó.
Un quinquenio antes hizo denodados esfuerzos para tratar de evitar la presencia del líder surafricano Nelson Mandela en varias regiones de Estados Unidos que lo esperaban. Uno de sus argumentos: que Cuba lo apoyó cuando su lucha contra el apartheid.
A mediados de octubre de 2011 envió una carta a la secretaria de Estado de entonces, Hillary Clinton, donde le reclamó explicaciones por autorizar visados al grupo de teatro infantil cubano La Colmenita, integrado por niños desde los seis años, y opinó que así dañaban los intereses de la seguridad nacional.
Once meses después Ileana formuló criticas contra la estancia y actuaciones del cantautor cubano Vicente Feliú, quien actuaría, como hizo, en Washington, Nueva York y San Francisco, California.
Por ese mismo camino han transitado a lo largo de años solicitudes de visados, entre otros, para artistas, académicos, científicos y deportistas, e incluso familiares de los cinco antiterroristas cubanos recluidos en cárceles de ese país.
Ahora obstaculizan el ingreso a suelo estadounidense de un conocido médico especializado en béisbol y vicepresidente de la Federación Internacional de esa disciplina, Antonio Castro.
No en balde, esas brujas políticas de Miami son hijas o nietas de aquellos asesinos y torturadores salidos de Cuba en enero de 1959 y recibidos amablemente en el Norte, incluso, sin visado. (Tomado de CubaSí)
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