Alberto Buitre
A sus 87 años, Fidel acaba de publicar un artículo como sólo los sabios lo pueden hacer. Yo soy un admirador personal, un seguidor filosófico y político del Comandante en Jefe. No pediré disculpas si no soy ecuánime.
Las verdades objetivas y los sueños, que recién publicó en los periódicos impresos y digitales de Cuba y del mundo, no sólo es un asomo a su propia versión de la crisis de los misiles del 62. Expresa confesiones, pensamientos personalísimos de una figura central de la segunda mitad del siglo XX, quizá la más importante de todo el Continente, y una de las tres más insignes del mundo, al lado de Mandela y Mao; y de estos dos últimos, habrá debate.
Aunque si solo se tratara de rescatar su versión de los hechos por aquel conflicto que estuvo a punto de desatar una guerra entre el mundo capitalista y el comunista, existe en el texto del Fidel, material suficiente para reeditar la historia.
El documento tiene un valor impresionante pues habla de la fiereza de la Revolución Cubana, la cual se apostaba a combatir en solitario las amenazas invasoras de los gringos. Cuenta Fidel Castro que Khrushchev ya le había provisto los misiles; al ser destituido, Breznhev dispuso armamento y la propia República Popular Democrática de Corea y su jefe máximo, Kim Il Sung, había enviado 100 mil kaláshnikovs, “sin cobrar un centavo”. La URSS, Corea y Cuba en “la defensa del socialismo”, destaca. Además, el Comandante ya había acumulado 400 mil fusiles; 300 propios, y 100 mil más que recién le había arrebatado a Batista en el 59. “No se preocupe, de los invasores nos ocupamos nosotros”, le dijo al presidente soviético. Y no dudo que lo hubieran hecho. A Kennedy sólo le hubiera restado echar una bomba atómica sobre la isla. Y probablemente lo hubiera hecho, pero le clavaron dos tiros en la cabeza antes de intentarlo. Aunque claro, no dudaron en culpar a Cuba ¿O fue a propósito?
En el texto, Fidel recorre con su memoria la historia natural de los seres humanos. Se sabe que el líder de la Revolución Cubana tiene un intelecto prodigioso ¿De qué otra forma pudo triunfar sobre la dictadura batistiana cuando emboscado en la Sierra Maestra, apenas contaba con doce fusiles y ocho hombres? Se requiere una capacidad prodigiosa, casi como un semidios, para sacar adelante una insurgencia cuando otros pudieron darse por derrotados. Esto es lo más parecido en la realidad a los doce trabajos de Hércules.
Deja frases excepcionales sobre su racionamiento evolutivo:
“Las ciencias deben enseñarnos a todos a ser sobre todo humildes, dada nuestra autosuficiencia congénita. Estaríamos así más preparados para enfrentar e incluso disfrutar el raro privilegio de existir.” Una enseñanza a tiempo en la era dominada por la tecnología que, en el pensamiento de Albert Einstein, estaría cerca de la deshumanización de la naturaleza. Nadie como el Comandante en Jefe en estos días para cuestionar las amenazas que se ciernen sobre el planeta con la tentativa de una guerra nuclear y las devastaciones provocadas por el cambio climático.
Y si bien es cierto que Fidel es un presidente jubilado, conceptualiza como el más vigente de los revolucionarios. Vigencia que rememora él mismo al relatar la ocasión que permitió al Mariscal de Khrushchev instalar los misiles en Cuba para detener la presunta invasión de USA; no como una violación a la soberanía, sino como un deber con el socialismo porque “éramos ante todo revolucionarios”.
Y así permanecerá este gigante, aunque haya quienes crean que este artículo es el último testamento del líder. Fidel sobrevivió a más de 160 atentados contra su vida. Ahora, por celebrar con ideas su cumpleaños 87, hay quienes quieren darlo por muerto. Cuanta estupidez ¿Y qué se podría esperar de quienes por más de 50 años han querido verlo muerto? Eso, estúpidos. Estúpidos entonces por fallar y estúpidos ahora por haberse convertido en mercenarios estériles. ¿No dijo Alí Primera que los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos? Por eso cuando llegue aquel día, no será sino el paso del Comandante hacia la inmortalidad etérea. Afortunadamente para eso queda mucho tiempo. Quién no recuerda ese pasaje del documental que le hizo Oliver Stone, donde Fidel cuenta la historia del día que le regalaron una tortuga.
- ¿Y cuanto vive una tortuga? – preguntó el líder
- Ciento cincuenta años
- Eso es lo malo de las mascotas –dijo Fidel-; apenas uno se encariña con ellos, se mueren.
O algo así iba.
¿Cómo puede morir quien ha vencido a la muerte? Cuenta el Comandante en su texto:
“El 26 de julio de 2006 enfermé gravemente. Apenas comprendí que sería definitivo no vacilé un segundo en proclamar el día 31 que cesaba en mis cargos como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, y propuse que el compañero designado para ejercer esa tarea procediera de inmediato a ocuparlo.
“Me restaba concluir la revisión prometida de Cien horas con Fidel. Estaba acostado, temía perder el conocimiento mientras dictaba y a veces me quedaba dormido. No obstante, día por día respondía a las endiabladas preguntas que me parecían interminablemente largas; pero persistí hasta que terminé.
“Estaba lejos de imaginar que mi vida se prolongaría otros siete años más. Solo así tuve el privilegio de leer y estudiar muchas cosas que debí aprender antes. Pienso que los nuevos descubrimientos nos han sorprendido a todos”.
¿Editar un libro a punto de perder el conocimiento, y sin embargo persistir hasta lograrlo? Ese es Fidel, un loco. Un inmortal. Convenzámonos de una buena vez. El nunca morirá.
Ese es su regalo de 87 años. Aún cumpliendo, le sigue reglando a la humanidad su pensamiento. Acaso sólo nos resta leer Hugo Chávez, Mi segunda Vida, de Ramonet, quien, dicho con justicia, ha sido el autor de la mejor biografía sobre Fidel hasta el momento; curiosamente, una hecha por Fidel mismo. (Tomado del blog del autor)
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