Antonio Rondón*
La carrera del ex contratista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) Edward Snowden por buscar un estatus legal en Rusia finalmente llegó a buena meta con la concesión por Moscú de un asilo temporal para permitirle circular libremente en ese país, en medio de los peligros para su seguridad.
Sin embargo, la existencia misma de una persona capaz de poner al descubierto algo que muchos sospechaban de la inteligencia estadounidense, aunque quizás sin imaginar sus alcances y dimensiones, nada menos que en Rusia, sitúa al caso en otra dimensión.
Muy pocos se atreverían a negar que el caso de Snowden pone en serios aprietos a las ya de por si frágiles relaciones entre Rusia y Estados Unidos.
El caso del joven de 30 años cae en medio de un incremento de la actividad subversiva denunciada por el propio Kremlin de parte de Estados Unidos, en especial, con la promoción de líderes de una oposición fuera del Parlamento, aún cuando ésta presenta claros problemas para despegar.
La Casa Blanca considera que la oposición presente en el legislativo ruso, con los partidos Comunista de la Federación Rusa, Rusia Justa y Liberal-Demócrata, está lejos de presentar un verdadero enfrentamiento con el Gobierno, representado allí por Rusia Unida.
De hecho, los analistas, sobre todo los occidentales, muestran alarma por recientes encuestas del Centro Ruso de Estudio de la Opinión Pública (Tsiom), el cual demuestra un drástico descenso de los ánimos de protesta en la capital, aunque sube ligeramente en las provincias, una situación muy diferente a la de hace dos años.
Pero la oposición es un fenómeno muy ligado aquí a lo mediático y las protestas que se registraron en diciembre de 2011, en vísperas de los comicios parlamentarios, y las de respuesta en apoyo al Gobierno, ocurridas en febrero de 2012, poco antes de las presidenciales, tuvieron un impacto directo en la opinión pública.
Ahora, cuando surge el caso de Snowden, la capital rusa muestra uno de los índices más bajos de desempleo en las ciudades del mundo, con apenas 0,34 por ciento, es decir, poco más de 25 mil, de una población superior a 10 millones.
Con esa situación y salarios dos o tres veces por encima del promedio en el resto de Rusia, era difícil un avance claro de la oposición o de su manifestación pública en las calles de Moscú, con lo que uno de los planes de Occidente de subvertir el orden parece estar en problemas.
Todo ello facilita aún más las cosas para el Kremlin que, al analizar el caso de Snowden, toma en cuenta otros asuntos pendientes en sus relaciones con Washington, muchos de ellos problemáticos como el desarrollo de un escudo antimisil estadounidense en Europa, rechazado por Moscú.
A ello se agrega el caso de Viktor But, un comerciante que la Casa Blanca logró extraditar desde Tailandia, donde sus autoridades no le presentaron cargos tras arrestarlo, en una operación que Rusia consideró cercana a un secuestro.
Pese a todos los pedidos de Moscú de que But fuera devuelto a Rusia para procesarlo justamente, el comerciante ruso fue sometido a un proceso judicial.
Una vez más se pusieron en evidencia las fisuras del sistema jurídico norteamericano, al condenar a una persona con evidencias obtenidas a partir de un montaje del Buró Federal de Investigaciones (FBI) que simuló una compra de armas por la guerrilla colombiana, destacan analistas locales.
El Kremlin denunció los excesos de los letrados estadounidenses.
Ahora con el caso Snowden, aunque la Cancillería rusa asegure que ello de ninguna forma perjudicará el desarrollo de las relaciones entre ambos estados, la prensa norteamericana comenta cada vez con más fuerza la posible suspensión de la visita del presidente Barack Obama a la nación euroasiática.
Obama tiene previsto reunirse en septiembre próximo con Putin, antes de la cumbre del Grupo de los 20 en San Petersburgo, pero analistas especulan que si para esa fecha Snowden aún esta en territorio ruso, la visita podría anularse.
De hecho, con el anuncio de la concesión del asilo temporal al joven norteamericano se abren las posibilidades de que éste último aplique para un permiso de estancia temporal de tres años y de ahí a la ciudadanía rusa.
La condición públicamente conocida, impuesta por Rusia, es que una vez establecido en territorio de ese país, Snowden dejaría de publicar más información sobre los trabajos de la inteligencia estadounidense.
Sin embargo, para nadie es secreto que el excontratista de la NSA dejó un gran volumen de documentos aún por publicar en manos de varios periodistas en todo el orbe, quienes están en su particular potestad de sacarlos a la luz, como de hecho ya ocurrió con el rotativo británico The Guardian.
Aunque las denuncias de Snowden, de que la NSA y el FBI accedían a servidores de grandes compañías y espiaban llamadas telefónicas y correos electrónicos en todo el orbe, ponen en evidencia el irrespeto de la Casa Blanca de las leyes internacionales y de sus propios aliados, el joven estadounidense aparece como el villano de esta película.
Más de un congresista y miembro de la administración de Obama lo calificó de traidor sin ni siquiera haberlo sometido a un juicio en su contra, denunció Anatoli Kucherena, abogado del también extécnico de la Agencia Central de Inteligencia.
Ningún miembro de la inteligencia rusa trabajó o contactó con Snowden en la zona de tránsito del Sheremetievo, aclaró en su momento Putin.
Pero con Snowden en Rusia, Estados Unidos podría verse obligado a prescindir de muchos de los proyectos que llegaron a las manos del citado ingeniero informático, algo difícil de imaginar en Moscú, afirmó por su lado el viceprimer ministro ruso a cargo del complejo militar industrial, Dmitri Rogozin.
En su momento, Rogozin fue el embajador ruso ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte, donde cultivó la reputación de orador áspero y sin cortapisas para denunciar desmanes de ese pacto militar.
La Casa Blanca busca en todo momento colocar en un segundo plano las propias denuncias de Snowden sobre la dimensión del espionaje norteamericano, de lo cual Rogozin aseguró que Moscú estaba al tanto y por ello se preparaba para contrarrestar ese fenómeno con medidas cibernéticas.
El joven de 30 años obtiene en Rusia una tribuna para hablar de su caso con la prensa, algo que evitó en casi un mes de estancia en la zona de tránsito del Sheremetievo, donde solo se reunió en una ocasión con abogados de derechos civiles.
Luego de lo ocurrido con el soldado Bradley Manning, a quien se le presentaron 20 acusaciones de violaciones de la legislación estadounidense por filtrar datos a Wikileaks sobre prácticas ocultas de la diplomacia de su país, las cosas parecen complicarse más aún para Snowden.
El destino final del extécnico de la Agencia Central de Inteligencia aún esta por definirse, en medio de propuestas de trabajo en Rusia para el ingeniero informático en el sector cibernético.
La seguridad del joven estadounidense, al menos lo que se conoce, quedó en manos de un grupo de amigos, incluidos norteamericanos, muchos de ellos vinculados a Wikileaks, aunque el capítulo de su estancia en el estado más extenso del orbe apenas comienza.
Nadie se atreve a asegurar por el momento qué papel puede jugar en un futuro la presencia de Snowden en Rusia para los nexos de Moscú y Washington, afanado en destacar alegadas violaciones del secreto de Estado cometidas por Snowden y no las revelaciones de irregularidades de la inteligencia norteamericana en el orbe.
* El autor es jefe de la redacción Europa en la agencia Prensa Latina.
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