Lázaro Fariñas*
Me imagino que en algún lugar de este país debe de existir algún organismo que tenga el dato de la cantidad de dinero que los diferentes gobiernos de los Estados Unidos se han gastado, desde el primero de enero de 1959 hasta la fecha, para tratar de derrocar a la Revolución triunfante en Cuba en aquel momento. Desde el mismo día en que el General Fulgencio Batista saliera huyendo de La Habana, el gobierno de este país comenzó a desarrollar una política agresiva en contra del pueblo cubano. Con el pretexto de que en Cuba se estaba implantando un régimen comunista, los norteamericanos se empeñaron en tratar de derrocarlo, no importándole, en lo más mínimo, que la inmensa mayoría del pueblo cubano estaba apoyando la Revolución y que esta no había, públicamente, declarado el carácter socialista de la misma, algo que no ocurrió hasta un día antes de la invasión de Playa Girón.
Solamente el hecho de que desembarcaran por aquellas playas de la Ciénaga de Zapata centenares de hombres entrenados por las agencias de inteligencia de este país a solo dos años y tres meses y medio del triunfo revolucionario, deja bien claro desde cuando comenzó esa política agresiva de los Estados Unidos contra Cuba. Un plan de desembarco de esa envergadura no se gesta en tres días. La CIA esperaba que este desembarco fuera el colofón de toda su campaña de acciones de sabotaje que se estaba realizando en las calles y en los campos de Cuba.
La CIA y los otras agencias de Inteligencia, que estaban llevando a cabo en la práctica la política del gobierno norteamericano, demostraron ser unos incapaces o unos bribones de marca mayor. ¿Desconocían la realidad cubana o se hacían los que la desconocían? Lo primero puede ser cierto, pero me inclino más a pensar que lo verdadero era lo segundo. A mi modo de ver, lanzaron la invasión a sabiendas de que esta no podía triunfar, pero con la esperanza de obligar al presidente de los Estados Unidos a ordenar el desembarco de tropas militares de este país en la isla de Cuba. Buscar una intervención directa creo que fue el motivo ulterior del plan de la CIA y de todos los que estaban llevando a cabo el entrenamiento de los cubanos en Centroamérica. Gracias a Dios que el Presidente Kennedy no cayó en la trampa, Hubiese sido terrible que esas tropas hubiesen desembarcado en las costas cubanas, ya que decenas de miles de cubanos y norteamericanos hubieran perdido la vida, además de haber sido destruidas las principales ciudades cubanas. Muy caro le iba a costar a EEUU si hubieran cometido el error de desembarcar en Cuba, pero aun más caro nos iba a costar a nosotros, los cubanos.
Claro que, no desembarcaron, pero la política de agresión contra Cuba no se detuvo. Muy al contrario, las acciones de sabotaje que se originaban en los Cayos de la Florida se multiplicaron después del fracaso de la invasión. Cientos de comandos entrenados, financiados y dirigidos por la CIA, participaron en infiltraciones en las costas cubanas.
No hay que olvidar que después de Playa Girón, Miami se convirtió en un verdadero hormiguero contrarrevolucionario, en donde corría el dinero proveniente de Washington como en un río crecido. La estación de esa agencia de inteligencia en esta ciudad era, después de su sede central en Virginia, la mayor del mundo. Las organizaciones de cubanos que aquí tenían sus oficinas eran verdaderos ministerios con centenares de funcionarios. Se decía en Miami en aquella época que el que no tenía de Congo tenía de Carabalí, refiriéndose a que el que no recibía un sueldo directo de la CIA lo cogía de carambola a través de alguna de esas organizaciones.
El hecho de que la CIA abandonara su gran estación miamense no quiso de decir que abandonaba a sus compinches locales. De hecho, eso nunca llegó a suceder, porque aunque lo más probable es que la Agencia no dé directamente un centavo en la actualidad para financiar a las nuevas organizaciones contrarrevolucionarias que suplantaron a las antiguas, sí buscaron nuevos canales para seguir manteniendo el manantial. La NED y la USAID son algunos de ellos.
Así es que no es solamente el presupuesto que anualmente dedica oficialmente el gobierno de los Estados Unidos para financiar la operación de cambio de régimen en Cuba el que se gasta, sino también lo que estos organismos semi oficiales dedican para esas labores.
Miami está en estos momentos llena de organizaciones medio fantasmales, dirigidas por pícaros criollos que viven de tumbarle el dinero a Washington o del dinero que Washington se deja tumbar. Bueno, en realidad es como el cuento del huevo y la gallina. ¿Ellos, los pícaros cubanitos, le tumban a Washington o este se deja tumbar para que siga corriendo el dinero que brota del manantial? ¿Cuánto en realidad será la suma total malgastada, hasta este momento, por este país para hacerle daño al pueblo cubano? ¿Qué agencia gubernamental tendrá ese dato?
(*) Periodista cubano radicado en Miami.
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