El industrialista Yasmani Tomás no jugará más pelota en Cuba porque decidió apostar su rumbo a las Grandes Ligas de Estados Unidos. |
Cuando se confirmó la noticia el 20 de junio muchos pensaron: “otro más a la lista”, “se había demorado mucho”, “hasta cuándo va a seguir este tráfico”, por solo citar las frases más populares. Lo cierto es que el industrialista Yasmani Tomás no jugará más pelota en Cuba porque decidió apostar su rumbo a las Grandes Ligas de Estados Unidos (MLB), aunque pocos cuentan la verdadera historia de esta partida.
Durante mucho tiempo, al béisbol cubano se le acusó de cerrar a sus jugadores en un círculo vicioso: series nacionales y equipo Cuba; no enfrentarlos ni cederlos a otras ligas profesionales del mundo y baja remuneración por su rendimiento, por solo citar tres razones bien enconadas, las cuales, poco a poco, y a partir de los propios cambios de la sociedad “no por imposición de nadie” se han flexibilizado o modificado, sin que sea la panacea deseada.
Ya es posible aspirar a contratarse en el exterior -preferiblemente y con mayor apoyo de la Federación Cubana si es esta la que ejerce como intermediaria-, se les aumentó el salario a todos los peloteros que juegan en el principal espectáculo deportivo del país -Yulieski Gourriel, por ejemplo, gana hoy más de 10 mil pesos mensuales (400 USD al cambio oficial)-, en tanto las condiciones de vida, alimentación y alojamiento mejoran en un país que tiene al béisbol como pasión nacional, pero es subdesarrollado y con decenas de carencias económicas.
Pero la historia bien contada de Yasmani Tomás es casi idéntica a la Raicel Iglesias, Yasel Puig, José Dariel Abreu, Yoennis Céspedes y quizás otro que pueda olvidar ahora mismo. A pesar de las señales de cambio, del esfuerzo por un mayor reconocimiento económico y social a nuestros peloteros, la tentación del mercado más grande y millonario queda a solo 90 millas. Y lo que nadie dice, sin que suene a teque, lo traspasa un bloqueo absurdo y real que establece leyes hasta para el deporte.
La ley federal de Estados Unidos les prohíbe a los equipos y subsidiarias estadounidenses pagarles a los cubanos con dinero contante y sonante porque es “comercio con el enemigo”. De ahí que Tomás y compañía tienen que, contrario a lo que hacen el resto de los jugadores latinos, establecer residencia legal en un país en el que no tiene intención alguna de vivir para alcanzar la condición de agente libre y considerar todas las propuestas que se le acercan.
Otra verdad que hay que decir, sin tapujos, es que la vía para llegar a la MLB no queda solo en abandonar o desertar delegaciones oficiales. Los métodos han variado y hoy se prefiere, en muchos casos, el pago a traficantes de personas y drogas para que trasladen a esos talentosos jugadores a Haití- Dominicana o México, donde los papeles salen fáciles, con alrededor del 20 % de las ganancias de sus contratos posteriores para quienes pusieron el capital inicial para sacarlos de Cuba y otro tanto, entre el 5 y 10% para sus representantes legales.
Una investigación bien profunda -más allá de la película que pretenden hacer- está levantando en la MLB el caso de Puig, a quien una banda de contrabandistas lo tuvo secuestrado por varias semanas en Isla Mujeres, uno de los lugares por excelencia del cártel mexicano; y todo por ganar un mayor filón de dinero en la tajada que pagarían por el polémico cienfueguero.
¿Es posible detener de una vez y por todas el desangramiento de nuestros mejores peloteros e incluso de los más jóvenes? ¿Habrá que renunciar siempre a vivir en Cuba para poder probarse y jugar en el llamado “mejor béisbol del mundo”? ¿La culpa es de nuestras autoridades? ¿Por qué comienzan a aparecer señales de torpedear y bloquear inserciones en ligas como la mexicana?
Las respuestas a esas preguntas y a otras que pudiéramos sumar pasan por normalizar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos -más claro, levantar el bloqueo-, por romper los privilegios políticos que tienen los peloteros cubanos por encima de los latinos y por asumir que la pelota debe seguir siendo un juego de bolas y strikes, no trampas o ruletas rusas a la vida, en las que Yasmani Tomás u otros son víctimas que pudieran quedar en el camino antes de dar un jonrón o disfrutar “los millones”.
Hay más tela por donde cortar, pero esta es una parte de la verdad. ¿Alguien puede negarla? (Tomado de Cubasí)
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