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Pasado mañana es martes. En Brasil, nadie piensa así. Se piensa que pasado mañana es Alemania.
Una amiga me pide mantener serenidad absoluta y explica: los alemanes, aburridos y metódicos, planifican todo. Tienen un esquema perfecto, o casi, para neutralizar a Neymar y, con eso, a la selección brasileña. Ocurre que Neymar, gracias a una entrada criminal de un colombiano desclasificado llamado Zúñiga, se rompió una vértebra y no podrá jugar. En lugar de perder el norte frente a un juego decisivo sin Neymar, dice mi amiga, los brasileños deberían tranquilizarse: los alemanes tenían todo listo para jugar contra él. Sin él, ventaja nuestra.
Puede que sí. Puede que sí. En un Mundial electrizante como éste, cualquier teoría es válida. Pero, ¿y la ausencia de Thiago Silva, gracias a una segunda tarjeta amarilla estúpidamente conquistada y justificadamente aplicada? A ver, a ver.
Ayer fue día de tensiones absolutas. Argentina mostró que no es tan, tan Argentina, y Messi mostró que a veces se olvida de ser Messi. Como ahora miramos los partidos imaginando cómo será enfrentar a los ganadores, salimos aliviados: con el Brasil del primer tiempo contra Colombia y la Argentina del segundo tiempo contra Bélgica, seremos campeones, sin duda. Lo difícil es combinar antes para que todo sea así.
Holanda finalmente derrotó, y en los penales, a Costa Rica. Otra sorpresa absoluta, la dificultad de los holandeses para ganarles a los ticos. Pero si Brasil juega contra Holanda como jugó el primer tiempo contra Colombia, y si Holanda juega contra Brasil como jugó todo el juego contra Costa Rica, ganamos.
Es decir: hasta en previsiones absurdas e inviables, ganamos. Somos, más que presumidos, de un optimismo radical.
Pasaremos por los alemanes, claro. Pero siempre están los pesimistas, y que se dicen realistas, que paran por un momento y se preguntan: ¿pasaremos? Tremenda categoría de desagradables, los realistas.
No tendremos a Neymar, ni a Thiago Silva. Pero algo inventaremos. Eso creen los optimistas, los realistas y hasta los pesimistas de siempre. Pero, con un agregado: los pesimistas de siempre creen que algo inventaremos, pero que no funcionará.
A cambiar de tema.
Ayer, en el estadio de la Fonte Nova, en Salvador de Bahía, un vendedor de helados mostraba la capacidad brasileña de improvisar: cada vez que se adentraba en el sector donde estaban los hinchas extranjeros, cambiaba su grito para decir “áice criiiimmm, áice criiimmmm”.
No, no sirve de consuelo.
Tendremos, el martes, un juego difícil, muy difícil. El equipo está todavía decaído por la lesión de Neymar.
Dice Messi, frente al futuro inmediato: “Estamos frente a algo muy grande”. Me imagino que se refiere a conquistar la Copa. Pues nosotros, los brasileños, estamos igualmente frente a algo muy grande. Y me refiero al tamaño de los defensas alemanes.
Martes, martes. En 2002, Brasil y Alemania disputaron el título. En 1978, fue la vez de Argentina y Holanda se enfrentaron en la misma instancia. Es como repetir dos finales de antes en las semifinales de ahora.
Brasil ganó en 2002. Argentina, en 1978. Holanda jamás conquistó un Mundial, pero es el país que más veces llegó a la final para perderla. Ha sido finalista en 1974, 1978 y 2010.
América latina, por su lado, tiene dos selecciones en las semifinales por primera vez en 44 años.
¿Qué quiere decir todo eso? Ni idea.
Ayer, San Pablo tuvo el día más caliente del invierno desde 2006. Mientras, en Rio Grande do Sul, extremo sur del país, la previsión de tiempo advierte más temporales.
Se supo ayer, gracias a un estudio, que el interés de los norteamericanos por los shopping centers, que llaman mall, decayó abruptamente en los últimos siete años.
Aquí en Brasil, el gobierno anuncia que pronto divulgará los detalles de un paquete económico destinado a incentivar a la industria.
China, a su vez, asegura que quiere tener más presencia de sus industrias en el mercado brasileño.
Mi buen amigo Filippelli acaba de aparecer con una botella de champán. Dice que es para brindar por la valentía de los de Costa Rica.
Sigue el Mundial, sigue la vida. El problema está en un cierto martes y una cierta Alemania. No me pregunto todavía por qué no nací en Costa Rica. Sigo prefiriendo ser un ciudadano de la muy noble y honorable ciudad de San Sebastián de Río de Janeiro.
El martes tendremos por delante a los alemanes. Y vamos sin Neymar y sin Thiago Silva. Esa ausencia será nuestra arma secreta. Los metódicos alemanes se prepararon para enfrentar y neutralizar a los dos. Sin ellos en la cancha, ¿qué harán?
Pero el verdadero problema es otro: sin ellos en la cancha, ¿qué haremos nosotros?
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