Carlos Alzugaray Treto
Al anunciar la visita del presidente Barack Obama los días 21 y 22 de marzo, Cuba y Estados Unidos han dado un paso más de indudable relevancia política e histórica, en el proceso que debe conducir a la normalización de sus relaciones. Recuérdese que en términos diplomáticos una visita de un Jefe de Estado es considerada como una demostración por ambas partes del alto nivel alcanzado en los vínculos existentes.
Resulta paradójico, sin embargo, que este encuentro se produzca cuando aún no está delineado públicamente, ni siquiera en términos generales, cómo y con qué secuencia se eliminarán los grandes obstáculos que aún quedan por resolver.
Para hablar de normalización tendría que haberse logrado la eliminación del bloqueo, el cese de las acciones subversivas que forman parte de la política coercitiva y hostil de cambio de régimen, la eliminación de la Ley de Ajuste Cubano, la devolución a Cuba del territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval en Guantánamo y la solución mutuamente aceptable de las reclamaciones financieras por daños y nacionalizaciones que ambas partes tienen con respecto a la otra.
No obstante esa paradoja evidente, la iniciativa coincide con la intensidad de intercambios diplomáticos y de cooperación producidos en varias esferas desde el 17 de diciembre del 2014: retirada de Cuba de la lista de estados promotores del terrorismo; restablecimiento de relaciones diplomáticas; reapertura de Embajadas; colaboración en temas internacionales multilaterales y regionales; ayuda mutua ante desafíos comunes en materia de seguridad; solución de dos temas claves que facilitan los intercambios entre ambos países, el restablecimiento del correo postal y la firma de un acuerdo para la normalización de las relaciones en materia de aviación civil; y los pasos decisivos para convertir la colaboración medio ambiental no gubernamental que ya existía en procesos que cuentan con el apoyo decidido de ambos gobiernos.
En el corto período de 14 meses se han producido numerosos contactos al más alto nivel: dos cumbres presidenciales a las que se han añadidos dos conversaciones telefónicas; presencia de cuatro miembros del Gabinete del presidente Obama en la Habana y de dos Ministros cubanos en Washington; periplos por Cuba de los gobernadores de Nueva York, Virginia, Texas y Arkansas (de ellos dos Demócratas y dos Republicanos); visita e intercambio de alto nivel entre el Departamento de Seguridad de la Patria de Estados Unidos y el Ministerio del Interior de Cuba; numerosas estancias en Cuba de delegaciones parlamentarias bipartidistas; creación y celebración de dos reuniones de una comisión binacional de expertos del más alto nivel con el objetivo de conocerse mejor y trabajar mutuamente en los problemas pendientes, particularmente los referidos al bloqueo; y también reuniones de grupos de trabajo sobre temas concretos que van desde los derechos humanos hasta la ciberseguridad.
Sin embargo, debe reconocerse que, pendiente la puesta en vigor de lo acordado en el acuerdo sobre aviación civil, es muy poco lo que se ha avanzado en materia económica, comercial y financiera.
Ni siquiera se ha podido implementar el anuncio del Departamento del Tesoro de que bancos norteamericanos pueden abrir cuentas en bancos cubanos y que los ciudadanos estadounidenses que viajan a Cuba legalmente puedan usar aquí sus tarjetas de crédito, como hacen normalmente turistas canadienses, europeos, latinoamericanos y de otras regiones.
Puede decirse que el bloqueo, embargo o sanciones económicas ilegales unilaterales -como prefiera llamarlas el lector- constituyen “el elefante en la habitación” que impide avanzar hacia los cambios irreversibles que ambos gobiernos persiguen y constituirían las bases sólidas de un proceso de normalización.
En septiembre de 2015 el presidente Raúl Castro asistió a una recepción que el presidente Barack Obama ofreció a los jefes de Estado y de Gobierno que participaban en los eventos convocados por ONU.
A veces me pregunto con qué tercer país mantienen Cuba y Estados Unidos tan intenso intercambio intergubernamental y diplomático. Realmente me cuesta trabajo encontrarlo. Es natural que después de tantos años de no hablarse, a consecuencia de la política norteamericana, ambos gobiernos vean la necesidad de negociar y conversar sobre todo lo que nos concierne. Después de todo, somos vecinos cercanos.
Lo cierto es que la política de Obama contrasta definitivamente con la vieja costumbre de los enviados de George Bush en Cuba, por ejemplo, que ignoraban olímpicamente al gobierno cubano para concentrar sus intercambios con la llamada disidencia.
Esta visita, por tanto, se enmarca dentro de la clara estrategia común de ambos gobiernos de hacer que los cambios introducidos constituyan bases sólidas irreversibles del proceso de normalización de las relaciones y del restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Esto es particularmente importante dado que al presidente Obama le queda poco tiempo en el cargo y existe una considerable incertidumbre sobre cuál será el resultado electoral en Estados Unidos, en el cual puede triunfar una candidato que pretenda revertir el proceso.
Para Cuba, subraya la seriedad con la cual ha enfrentado este proceso pleno de oportunidades pero también de retos. Es el resultado de una diplomacia inteligente y audaz en la que se conjugan los principios de nuestra política exterior con nuestros intereses nacionales. Significa también una oportunidad para que el presidente Obama siga adoptando decisiones que vayan desmontando el bloqueo, por lo menos así lo ha sugerido Ben Rhodes, asesor de Seguridad Nacional Adjunto del Presidente y principal negociador del segmento secreto de intercambios que desembocaron en los históricos acuerdos del 17 de diciembre del 2014. Obama no debe venir con las manos vacías.
Para el mandatario norteamericano es el colofón de una iniciativa diplomática que formará parte de su legado. En el contexto de su utilización del poder blando o poder inteligente, el caso cubano es ideal pues se trata de un vecino más pequeño pero con gran prestigio internacional. Esta iniciativa ha recibido aplausos y reconocimientos en todo el espacio político mundial, incluyendo sus principales aliados y particularmente en la región.
En el plano doméstico el tema de Cuba ha evolucionado positivamente como se demuestra el resultado en la reciente encuesta de Gallup. Más del 50 por ciento de los norteamericanos tienen una buena imagen de Cuba. Por tanto, no es un riesgo para el Presidente en ese terreno, ni tampoco para quien resulte nominada o nominado como portaestandarte de su partido en las elecciones de noviembre. El Presidente pudo haber pospuesto esta visita para el período que va entre las elecciones y su abandono de la Oficina Oval. Ello era políticamente menos riesgoso pero también totalmente inefectivo en lo que se pretende: darle un impulso al mejoramiento de las relaciones.
No se puede olvidar que hay un cambio en el contexto electoral. En el pasado, los candidatos competían por adoptar la posición más dura posible hacia Cuba pues existía la percepción de que ello era ganancia neta en términos de apoyos financieros y de votos, particularmente de la comunidad cubanoamericana. Ya esto no es así. Obama ganó dos veces con una posición más suave que la de sus dos contrincantes. En el 2008 lo hizo con 30 porciento del apoyo cubanoamericano y en el 2012 el 49. En ambos casos ganó la Florida. Los candidatos republicanos van a criticarlo pero eso es predecible, y lo harán con cautela porque ya el tema no tiene la característica que tenía antes.
Habría que subrayar que la reciente visita del ministro cubano de Comercio e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, al frente de una delegación de altos funcionarios cubanos, en el marco de la cual se produjo una intensa actividad oficial y de negocios en Washington, y la firma en La Habana del convenio de aviación civil, apuntan hacia una clara voluntad política de avanzar hacia el levantamiento definitivo del bloqueo. Quedó claro con estas actividades que importantes sectores de negocios en Estados Unidos apoyan decisivamente la iniciativa del Presidente con Cuba.
Entre muchos cubanos, especialistas o no, la noticia no ha sido necesariamente aceptada con total alegría. Hay quien sigue viendo siniestras intenciones subversivas en cualquier iniciativa procedente de Washington. La visita de Obama se asocia con una “abierta declaración de guerra cultural”, o de un “nuevo intento neocolonizador”. Realmente, muchas de las manifestaciones del presidente Obama apuntan en esa dirección. Sin embargo, habría que preguntarse si se trata de giros retóricos que tienen como destinatarios principales a ciertos sectores políticos en Estados Unidos. Esa interrogante podrá seguir en el aire incluso hasta enero del 2017, cuando asuma quien gane en noviembre de 2016.
En ese contexto convendría que algún asesor le recordara a Obama que sus manifestaciones en Cuba, que seguramente serán minuciosamente analizadas, tienen como destinatario principal al pueblo cubano, que rechaza firmemente cualquier injerencia en sus asuntos internos. Los cubanos nos hemos sacrificado mucho para llegar a un momento como éste y nadie, ni siquiera el presidente Obama, cuyos méritos no deben tampoco ser ignorados, puede aspirar a subvertir con palabras bonitas lo que hemos logrado.
Cuando ha hablado sobre Cuba, el Presidente suele recordar que no podemos dejarnos esclavizar por el pasado. Volteemos la página y marchemos hacia delante, como nos recomienda, pero no olvidemos aquello que dijo el gran filósofo norteamericano George Santayana: “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”. (Tomado de Pensando América)
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