David Brooks
La tasa de suicidio en Estados Unidos se ha disparado a su nivel más alto en tres décadas; los más pequeños hablan de sus temores y angustias provocados por los políticos, que dicen hacer todo en nombre de los niños; las guerras siguen sin cesar, pero ya casi nadie les presta atención; la desigualdad está a niveles comparables con la época dorada de los grandes magnates justo antes de la gran depresión de 1929; los más vulnerables son culpados de casi todo (crimen, economía, terrorismo), persiste la violencia armada, se documenta abiertamente la corrupción política, se intensifica la guerra contra las mujeres, parte de la cúpula insiste en que no existe el cambio climático y hay una lucha infernal de la cúpula política y económica del país por mantener el estatus quo.
De eso están muy llenos los días aquí, junto con la muy sencilla conclusión de que nada de esto tiene que ser así, y que las mayorías expresan un deseo casi opuesto a todo esto. Pero no importa; se impone lo absurdo.
Una maestra de preescolar nos cuenta que recientemente escuchaba una conversación entre sus alumnos en una escuela pública de Nueva York: una hija de un egipcio y una puertorriqueña dijo que "Trump quiere poner un muro a través de México y Egipto, y con ello no podré ver a mi abuela"; otra dijo "Hillary y Trump son amigos". Otro más comenta: "Trump nos está espiando".
Por otro lado, un informe del reconocido Southern Poverty Law Center (organización dedicada a la vigilancia de grupos de odio) encontró que la retórica antimigrante y violenta de la contienda electoral presidencial de 2016 "provoca un nivel alarmante de temor y ansiedad entre niños de color y eleva las tensiones raciales y étnicas en las aulas. Muchos estudiantes se preocupan por la posibilidad de ser deportados". A la vez, continúa el informe, “maestros han reportado el incremento de bullying, hostigamiento e intimidación de estudiantes cuyas razas, religiones o nacionalidades han sido los blancos verbales de los candidatos en las campañas”.
El mensaje que los "adultos responsables" de este país hacen llegar a los niños es salvaje, lleno de temor... y parece dar legitimidad a la violencia armada como respuesta a todo. A la vez se vive un momento en el cual el futuro literalmente se está anulando. Se documenta el fin del sueño americano con una concentración de riqueza en la que el 1 por ciento tiene el equivalente a lo del 90 por ciento de abajo, mientras el consenso científico es que si no hay un repliegue dramático y casi inmediato en el uso de los hidrocarburos, el planeta está al borde de destruir la existencia humana.
Ante ello, no sorprende que el suicidio en este país esté llegando a sus niveles más altos desde 1986, según datos oficiales, con el alza más notable entre mujeres. La tasa de suicidios se elevó 24 por ciento entre 1999 y el 2014, según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud, para llegar a 13 de cada 100 mil (en 2014, 42 mil 773 personas murieron por suicidio). "Esto es parte de un creciente patrón de evidencia que vincula la pobreza con la falta de esperanza y la salud", comentó Robert Putnam, profesor de políticas publicas en Harvard, en entrevista con el New York Times.
Al mismo tiempo se reporta, con gran admiración, sobre los nuevos servicios, edificios, vacaciones, modas y más, ofrecidos exclusivamente a los más ricos. El mismo día en que se informa en los medios cómo ha aumentado el hambre entre los menores de edad, o cómo se ha envenenado a miles de niños pobres en varias ciudades del país con plomo en el agua potable, se publica una nota sobre cómo dentro de los hoteles, los grandes barcos, los grandes edificios, hasta dentro de hospitales, hay secciones súper exclusivas y casi secretas, apartadas para los clientes más ricos. Para los mismos que hacen las grandes aportaciones a las campañas políticas de candidatos a todos los puestos, y que harán que esta elección presidencial sea la más cara de la historia.
Mientras tanto, aunque se afirma que la libertad de prensa en este país es un derecho sagrado y garantizado por la Constitución, resulta que Estados Unidos ocupa el número 41 en la lista elaborada anualmente por Reporteros sin Fronteras, en gran parte por las medidas contra reporteros que escriben sobre los poderes secretos del gobierno. O sea, que descubrir por qué las cosas están como están, a veces, está prohibido.
Ante este panorama, seguro que muchos ven con envidia la noticia del gran escape de Inky, el pulpo que la semana pasada logró huir de su prisión en un acuario en Australia para regresar al mar "sin dejar ni una notita de despedida", como contó uno de los cuidadores. Algunos tal vez ya están comprando escaleras por si Trump u otros logran construir su muro, pero para escaparse de aquí para afuera de este país.
Pero hay aquellos que, como Camus, contemplan que ante lo absurdo el suicidio sí es un acto racional, pero que para superar esta conclusión la respuesta necesaria es la del gran amante del mar y el sol: "me rebelo, por lo tanto somos" (a veces traducido como "yo me rebelo, luego somos").
La rebelión aquí se expresa diariamente en mil actos –casi todos sin llegar a ser noticia– en rechazo a una realidad impuesta por el cinismo que impera en las cúpulas actuales. Hoy día se ve en huelgas de casi 40 mil trabajadores de la empresa de telecomunicaciones de Verizon, en los ya más de 1400 arrestados en las protestas de la primavera democrática en Washington contra la corrupción del sistema político, en las acciones de los jóvenes inmigrantes contra las deportaciones en sus comunidades, en el abrazo de la esperanza de millones que creen que otro mundo es necesario, en los actos nobles de anónimos en el metro, o los artistas y periodistas que insisten en buscar algo llamado verdad. Esas rebeliones de cada quien que nos rescatan a todos son las que, a pesar del panorama que uno tiene que describir diariamente, ofrecen una invitación a escapar de lo absurdo. (Tomado de La Jornada)
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