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jueves, 9 de junio de 2011

El huelguista vivo de Santa Clara

Lázaro Fariñas (*)

“Tantas veces va el cántaro al agua hasta que se rompe”, dice el refrán, y así es. También podríamos decir que “el que juega con candela, tarde o temprano se quema”. El disidente de Santa Clara, famoso por sus huelgas de hambre, está jugando con candela y en cualquier momento se puede quemar. El caballero comenzó su huelga de hambre número 24, que si no es ya un record, por lo menos será un magnífico promedio. Cada vez que lo empiezan a dejar de mencionar en la prensa internacional, busca cualquier motivo y le echa manos a la huelga y vuelve a ser noticia, por lo menos en España, que es donde tiene los medios a su disposición.
El disidente es muy inteligente, cuando ve que la cosa se le pone fea y se puede morir, da marcha atrás y empieza a comer alguna que otra caldosa. El muy vivo, no quiere morirse, quiere solamente formar un “showsito” para ganar relevancia pública y billetes verdes. Siempre comienza sus huelguitas en su casa, en el barrio de El Condado en Santa Clara y las termina en el hospital provincial. Siempre afirma lo mismo, que será una huelga en la que no va a ingerir ni sólidos ni líquidos y que solamente irá al hospital, si es que está sin conocimiento.
Es el mismo libreto, de los diferentes capítulos, y de la misma novela. Con voz engolada, comienza diciendo que no aceptará que lo alimenten por la fuerza, pero siempre, a mitad de camino, termina con un suero en el brazo. Si de verdad este hombre fuera serio, que optara por una decisión tan drástica motivado por grandes ideales, lo único que tendría que hacer sería arrancarse el suero y negarse a recibir alimentación parenteral, pero él es un vivo, no un bobo y sabe que, si adopta esa actitud, en poco tiempo sale del hospital en una caja de madera. Esa prensa que tanto lo menciona en España y en Miami es incapaz de preguntarle el por qué dice que va a hacer una cosa y termina haciendo otra.
En su huelga numero 23, terminó en el hospital en un cuarto privado, con televisor en colores y un celular, con el cual estaba comunicado con los grandes medios de prensa españoles y los programas de televisión de Miami, diciendo pestes del gobierno que lo atendía a cuerpo de rey en sus instalaciones hospitalarias, bajo el cuidado de un equipo de especialistas que lo mantenían con la mejor atención posible, por supuesto, completamente gratis.
Si no hubiese sido un personaje de relajo, el famoso disidente, en vez de dedicarse a crear escándalos en su barrio, lo que hubiese tenido que hacer era buscar adeptos para su causa. Aparentemente, tiene fama de haber sido un hombre propenso a la violencia, ya que en dos ocasiones tuvo problemas con las autoridades, no por sus ideas políticas, sino por agresión; la primera contra una sicóloga del lugar donde trabajaba y la otra contra un anciano en plena calle.
El gobierno cubano ha sido benevolente con el opositor de marras. Le ha cuidado la salud y lo libera de pagar impuestos por sus entradas económicas. El premio Sajarov, que el parlamento europeo le otorgó el año pasado, es dotado con unos cincuenta mil euros, de los cuales no le pagó ni un centavo al fisco cubano. Aquí en los Estados Unidos y en cualquier lugar civilizado, uno tiene que pagar impuestos por las entradas económicas que uno recibe. Parece que el gobierno cubano es tan generoso, que exime de esas obligaciones a sus ciudadanos. Además, lo mantiene ingresado en el hospital, sin que tenga que pagar nada por los cuidados médicos, la estancia en el mismo y las medicinas que le suministran.
Este señor debería, por una vez en su vida, decidirse a ser serio e inmolarse definitivamente, llevando su huelga hasta las últimas consecuencias. Se la está jugando a que, un día, los medios españoles se cansen de tanta bobería y lo abandonen a su suerte. Pero bueno, si no se decide a ser serio e inmolarse, por lo menos le recomiendo a este disidente coterráneo mío que no se le ocurra salir de Cuba y hacer estas payasadas en otros países, no sea que le pase lo que le ocurrió a los irlandeses que perdieron la vida en las prisiones británicas, cundo se les ocurrió retar al gobierno civilizado y demócrata de Inglaterra. Está demás mi recomendación. El hombre juega con la cadena, pero no lo hace con el mono; es vivo, no es bobo. (Tomado de Rebelión)

(*) El autor es periodista cubano radicado en Miami.

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