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lunes, 27 de junio de 2011

Medio siglo después de la caída del dictador Batista, sus herederos buscan cómo hacer aún más daño

Max Lesnick (*)

Parece mentira, pero aún después de transcurrido más de medio siglo de la fuga ignominiosa del primero de enero de 1959, los herederos de la dictadura de (Fulgencio) Batista -son los pichones macabros del pasado- siguen haciéndole daño al pueblo cubano, más movidos por el resentimiento y el odio, que por el uso de la lógica y la razón.
El congresista cubanoamericano de Miami, Mario Díaz-Balart, acaba de presentar en la Cámara de Representantes de Estados Unidos ante el Comité de Apropiaciones de ese cuerpo legislativo, una proposición que de ser aprobada por el Congreso Federal, echaría por tierra las flexibilizaciones dictadas por el gobierno del presidente Barack Obama en relación a los viajes y envíos de remesas familiares a la Isla por parte de los cubanos residentes en Estados Unidos.
Lo que pretende el congresista batistiano Mario Díaz-Balart con su odiosa proposición de ley, es echar para atrás las manecillas del reloj para regresar a los azarosos tiempos de la presidencia de George W. Bush, que para dividir a la familia cubana estableció por decreto que los cubanos que viven en Estados Unidos, solo podrían viajar a Cuba cada tres años, sin ninguna expresión especial humanitaria, limitando la cantidad de dinero que se podía enviar a los familiares, y estableciendo además una discriminadora regla según la cual la familia cubana estaba limitada y definida de una manera tan estrecha que según ella, los tíos y primos dejaban de ser familiares nuestros.
Pero Mario Díaz-Balart no está solo en ese maldito empeño. Cuenta con el respaldo en la Cámara de los congresistas, también republicanos, de Miami Ileana Ros y el impresentable David Rivera, así como de no pocos otros legisladores tanto republicanos como demócratas, que unos por ignorancia de la realidad cubana, y otros por mala fe, están dispuestos a votar en favor de una medida, que de ser aprobada por el Congreso norteamericano, afectaría por igual tanto a los cubanos de la Isla como a aquellos que viven en Estados Unidos como residentes legales en este país, pagando impuestos y cumpliendo con la Ley.
Está bien claro que tanto los cubanos de la isla como la inmensa mayoría de los que viven en el exterior rechazan este delirante y perverso intento anticubano del congresista Mario Díaz-Balart que como su hermano Lincoln, el cabecilla de la organización batistiana La Rosa Blanca, vive rumiando a pesar del tiempo transcurrido, la hecatombe de aquella dictadura que tanta sangre derramó del pueblo cubano.
Lo que está en juego no es una discusión sobre un tema político, ni mucho menos se trata de ideologías encontradas de tal o más cual color, o de diferencias entre revolucionarios y los que no lo son. Porque lo que se pretende con esta ley que propone el batistiano Díaz-Balart en el Congreso de Estados Unidos, es dividir de nuevo a la familia cubana como se hizo años atrás por el presidente anticubano George W. Bush. ¿Pretexto? Que de aprobarse esta ley se le apretaría una tuerca más a la política de más de medio siglo establecida por Washington con el propósito de derrocar al Gobierno revolucionario cubano.
Pero en realidad lo que los mueve es el odio y el revanchismo de los batistianos de ayer y de hoy contra todo el pueblo cubano. Mala entraña. Peor calaña. Así pasa cuando se une la maldad a la estupidez y la insensatez.

(*) El autor es periodista cubano radicado en Miami, director de Radio Miami.

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