Francisco G. Navarro
Erisbel Arruebarruena, torpedero titular del último equipo Cuba, terminó a todo tren la temporada regular de la Serie Nacional de béisbol y hoy juega la postemporada como bujía ofensiva de los Elefantes de Cienfuegos.
Conocido por lo prodigios de su guante, la rapidez de piernas y fortaleza de brazo que, amén de las pifias defensivas, suelen robar una apreciable cifra de hits a los contrarios, ahora El Grillo destaca además con el madero al hombro.
"En la segunda mitad del torneo bateé más de 400, cuatro y pico largo, según las estadísticas sacadas por mis entrenadores, las cuales reflejan que fui el mejor bateador de los últimos 100 turnos del campeonato regular", comentó el shortstop.
Jugados los cuatro primeros desafíos del play off ante Industriales el mulato de apellido vasco batea para .600 (nueve hits en 15 veces al bate), con par de dobletes y cinco anotadas.
Comparado con el resto de la alineación cienfueguera suma algo más del 25 por ciento de los imparables (35) y el 36 de las carreras (14), aportaciones que le siguen curando las dolencias en su antiguo Talón de Aquiles, la ofensiva.
El pelotero de 21 años ponderó la importancia de la preparación recibida durante el verano-otoño del año anterior, cuando integró por primera vez la selección nacional absoluta.
También reconoció el trabajo de su entrenador de bateo en el Cienfuegos, Héctor Olivera, el hombre a quien mejor le vino la función de bateador designado y el primero en superar (en 1979) la barrera de los .400 de average en el último medio siglo de la pelota en la Isla.
Todo no fue color de rosa en el cajón de bateo para El Grillito Arruebarruena, con un primer tercio de campaña para el olvido.
Tal desempeño parcial aún alentaba a esas alturas las opiniones de quienes cuestionaban a capa y espada su inclusión en la selección cubana, subcampeona mundial en Panamá y bronce en los Panamericanos de Guadalajara.
Tenía los brazos un poco cansados, pero a medida que fue trabajando con el equipo ya fue haciendo un trabajo específico, sobre todo al perfeccionar un sistema de entrenamiento con el preparador de pitcheo Dessy Lomba, quien le tira en las prácticas dos tandas de rectas y dos de curvas, expone.
El repunte ofensivo de Erisbel, hijo del ex lanzador de Series Nacionales Bárbaro Arruebarruena de quien heredó apellido y apodo, fue aprovechado por la dirección de los Elefantes, cuando a final de campaña lo trasladó del noveno al tercer turno en el orden al bate.
Aún así, envuelto en una racha ofensiva que mete miedo a los lanzadores rivales, El Grillo -confeso admirador del mejor torpedero defensivo que han visto pasar las Series Nacionales, el capitalino Germán Mesa- asegura gustarle más el uso del guante que el madero.
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