El programa de los transbordadores espaciales, cuyo capítulo concluyó hoy con el aterrizaje del Atlantis en la base de Cabo Cañaveral, en Florida, fue promocionado en sus comienzos como barato, seguro y confiable. Sin embargo, en 30 años costó 196 mil millones de dólares, la vida de 14 astronautas y realizó menos de la mitad de las expediciones prometidas.
El primer vuelo del transbordador de la NASA ocurrió en abril de 1981. Ahora que ha regresado, el Atlantis será, junto con los otros dos transbordadores, una pieza de museo: más caro que cualquier pintura.
De acuerdo con cifras de la NASA y de la Smithsonian Institution ajustadas a los vaivenes de la inflación, Estados Unidos gastó en ese programa más que en el costo combinado de los viajes a la Luna, la creación de la bomba atómica y la construcción del Canal de Panamá.
Quizás ésa fue una de las razones que hace seis años movió al entonces jefe de la NASA, Michael Griffin, a declarar que el programa del transbordador había sido un error.
Incluso sus más ardientes defensores admiten que el programa no logró las promesas iniciales. Cuando fue propuesto, uno de los puntos más atractivos fue que, con lanzamientos semanales, viajar al espacio sería relativamente barato y seguro.
No obstante, aquel "gancho publicitario" pegó y se quedó en eso: pura promesa, pues la mayor cantidad de vuelos en un año fue de nueve, mucho menos que los 50 prometidos.
De los cinco transbordadores construidos, dos se perdieron en lamentables explosiones. La del Challenger, ocurrida un minuto después de su lanzamiento el 28 de enero de 1986, y la desintegración del Columbia el 1 de febrero de 2003 durante su reingreso a la atmósfera, costaron de conjunto la vida de 14 astronautas.
Sin embargo, para no dejar un sabor del todo amargo, Hans Mark, un ex viceadministrador de la NASA que supervisó la mayoría de la primera decena de lanzamientos, dijo este jueves que un buen epitafio para la era de los transbordadores pudiera ser: "lo intentamos".
A fuer de sinceros, e incluso a pesar del alto coste general, no se pueden restar los innegables méritos que aportaron los transbordadores, sobre todo en el área del conocimiento: ahi están las magníficas fotos tomadas por el telescopio Hubble, que ayudaron a precisar la edad del universo y mostraron la existencia de la energía oscura, los trabajos actuales en los laboratorios de la estación internacional, una multitud de satélites para todo tipo de funciones -desde las vinculadas a estudios del clima hasta las de espionaje- y naves que exploran el sistema solar.
El Hubble no solamente fue colocado en el espacio desde el transbordador, sino que resultó reparado y mejorado cinco veces por sus astronautas. Además, capturó y reparó satélites en órbita.
Astronautas del transbordador instalaron además un experimento de física de partículas en la estación espacial para que pudiera encontrar evidencia de materia oscura y explicar mejor aspectos de cómo se formó el universo. Nada de eso puede ser ignorado.
Lanzado como un cohete y de vuelta en tierra con maniobras de aterrizaje a la usanza de un avión, el transbordador fue un impresionante híbrido y se comportó tanto como un taxi espacial -transportando astronautas-, como un camión de carga -cargando maquinaria y equipos pesados. Esa versatilidad significó mayores costos.
De ahí que nadie ponga en duda la dualidad: éxitos espectaculares, como espectaculares fueron sus fracasos también. Uno de cada 67 vuelos resultó en muertes, una tasa que asustaría al más arrojado de los exploradores.
Por si fuera poco, el cierre de la era de estos ingenios no solo marca el fin de una etapa en la exploración cósmica. A un nivel puramente terrenal también representa el fin de muchas carreras profesionales, pues de hecho, más de 7.000 funcionarios de la agencia espacial perderán su trabajo a consecuencia del recorte de gastos derivado de la jubilación del último transbordador.
Hasta hace pocos años, en Rockledge, localidad próxima a Cabo Cañaveral (sede del Centro Espacial Kennedy) había una pujante actividad económica que dependía exclusivamente de la NASA y de sus funcionarios. Hoy, sin embargo, a medida que se desintegra el programa espacial y se recorta la nómina, las consecuencias son catastróficas: negocios cerrados, ferrocarriles en vía muerta y casas hipotecadas confiscadas por impago son la manifestación más visible de la caída en picado de los salarios de los trabajadores vinculados al programa.
Vea a continuación el reporte de la cadena TeleSur con imágenes del último aterrizaje de un transbordador:
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