Manuel Freytas
La capital de Libia está inmersa en una verdadera carnicería humana, con caos, anarquía, incertidumbre, y sin puntos precisos de las posiciones enemigas.
Se habla de una guerra urbana sangrienta y sin parámetros, con ejecuciones, torturas y "cacerías" nocturnas de aliados civiles, tanto del gobierno como de los mercenarios. Los hospitales están colapsados por los heridos y mutilados que no alcanzan a ser atendidos.
Los muertos (como ya sucedió en Irak) permanecen horas en las calles sin ser recogidos. Ya casi no hay energía, no hay servicios esenciales, la actividad económica está paralizada, y se vaticina una catástrofe alimentaria. Las cifras de muertos y heridos en las últimas 72 horas se suman por miles, algunas hablan de 3.000 muertos y otros duplican esa cantidad.
La confusión y la manipulación mediática para favorecer a los invasores, tocan extremos increíbles. Lo que parecía un "paseo" para la coalición imperial invasora USA-OTAN que diseñó y coordina a los grupos mercenarios golpistas, se complicó y se desmadró.
Kadafi, en una jugada táctica, se convirtió en un "fantasma" que está en todos lados y no está en ninguno. Con lo que queda en pie de su línea de comando, el líder libio concentró su logística y sus tropas en los puntos más fuertes.
Con tropas, tanques y baterías que parecían emerger de los sótanos, lo que queda del ejército del presidente libio bombardeaba y atacaba este miércoles a los grupos mercenarios en distintos puntos de Trípoli.
La realidad, descripta en parte por los corresponsales extranjeros, echa por tierra el supuesto control que se atribuyen las fuerzas sediciosas sobre la capital de Libia.
Lo que antes era un enemigo "visible" (Kadafi y su Ejército) se ha convertido en un enemigo "invisible" que ataca y desaparece.
Paralelamente, un comando de guerra asimétrica, desplegado entre la población leal, realiza emboscadas, atentados y acciones de guerrilla urbana contra los grupos mercenarios y contra los comandos y oficiales de fuerzas especiales y de inteligencia de EEUU, Reino Unido e Israel, que diseñan y coordinan los operativos de toma y control de Trípoli.
En 24 horas (luego de la toma del bunker presidencial por los sediciosos) la situación, entre los jefes mercenarios y los líderes de las potencias invasoras, varió de la euforia triunfalista a la incertidumbre.
Analistas europeos y estadounidenses ya hablan de una"ratonera" para los invasores. Paralelamente, la prensa internacional (columna vertebral de "información" de la coalición invasora USA-UE) pide casi abiertamente que EEUU y la OTAN desplieguen sus tropas en Libia.
Desde el martes, comentaristas y analistas de algunas cadenas como la CNN piden una "intervención internacional" para evitar que Libia caiga en el caos de los "grupos fundamentalistas" que integran el comando "rebelde" de la CNT.
La percepción generalizada entre los mandos imperiales de EEUU y Europa es que los llamados "rebeldes" son un mosaico casi delincuencial de grupos mercenarios fundamentalistas de distinta extracción, que una vez en el poder van a luchar entre sí por el reparto del botín de guerra.
Este es el punto central que ensombrece y torna impracticable la estrategia de conquista de Libia sin sacrificio de soldados y sin costo político para las potencias de la coalición USA-OTAN.
Ningún analista del sistema le concede futuro a un gobierno títere (como en Irak o Afganistán) conformado por grupos de mercenarios formados por la CIA, cuya única experiencia es guerrear por encargo o entre sí por dinero y prebendas.
En este escenario, se afirma la posibilidad de que los"bombardeos humanitarios" de la OTAN (léase destrucción de Libia y masacre de decenas de miles de civiles en 5 meses) se conviertan en una "invasión terrestre humanitaria" para controlar el petróleo y restaurar la gobernabilidad en el país.
Y son incontables las versiones, salidas principalmente de los búnkeres del poder estadounidense y europeo, que dan por sentado que ya hay un plan militar y un calendario de las potencias invasoras (con EEUU a la cabeza) para imponer la "paz" en Libia con bases y soldados como en Irak y Afganistán.
Mientras tanto, los objetivos y mecanismos económicos que alimentaron la operación militar de despedazamiento de Libia y la masacre de su población civil, ya se pusieron en marcha.
Mientras los líderes y funcionarios imperiales preparan un gobierno colaboracionista de "transición", las corporaciones, bancos e industria de guerra USA-europeas preparan su desembarco en Libia bajo el clásico argumento de "reconstruir"la infraestructura y la economía del país destruida por los bombardeos de las mismas potencias que llegan en calidad de "salvadores".
EEUU y las potencias de la OTAN ya decidieron descongelar los activos libios en el exterior, para que la administración entrante compre armas a las armamentistas, las petroleras reconstruyan la industria del petróleo y el mercado libio, y las transnacionales y los grupos financieros participen activamente del botín de la "reconstrucción" de Libia.
Y Libia, al costo de su destrucción, masacre colectiva y crisis humanitaria, pone nuevamente en vigencia el principio liminar de Rothschild que guía históricamente a las operaciones imperiales de conquista: "Donde no hay guerra, hay que inventarla para hacer negocios".
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