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lunes, 19 de septiembre de 2011

Bloqueo y Nación: ¿La Cuba que queremos o la que hemos podido hacer?

Héctor R. Castillo Toledo

Cuba no es, ni con mucho, el país que los cubanos hubiésemos querido que fuera. Cuba es, a no dudar, el país que en busca de ese otro afán enunciado hemos podido construir los cubanos en medio de mil y una dificultades de toda índole, y no ando lejos de la verdad (al menos del cálculo aproximado), si estimo que de esas mil y una, 998 son achacables al cruel e injusto bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a la Isla hace ya cerca de medio siglo.
Dejo un margen de tres para asumir las que nos tocan, dígase incapacidad para sacar el máximo provecho a los recursos, ser más eficientes y laboriosos..., que pecar de general significa ceder en objetividad del planteamiento.
Así y todo, sobran razones para afirmar que ninguno de los sectores de la vida del país escapa a las prohibiciones y restricciones de la férrea tenaza. A todos les causó severos daños, la mayoría de ellos de índole social sensible, como la provocada al sector de la construcción.
Tal como queda plasmado en la Resolución 65/6 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, titulada Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos de América contra Cuba, entre abril de 2010 y marzo del presente año esa inhumana política afectó los programas de reparación y edificación de viviendas en un monto calculado de 22 millones 547 mil 634 dólares.
Por simple operación matemática, y con los costos promedios por unidad según las distintas acciones a la mano, se estima que la suma de las afectaciones provocó se dejaran de realizar acciones suficientes como reparar 16 mil 400 viviendas a un costo promedio de mil 375 dólares. Estamos hablando de labores que implicarían mejorar el techo, las instalaciones hidrosanitarias, resanar paredes y hasta mejorar el piso de un inmueble.
Si habláramos de mantenimiento, lo cual supone una disminución sensible del volumen y la complejidad de las tareas, limitadas digamos al cambio de la carpintería y pintura general, el cálculo habla de 27 mil 330 inmuebles a un costo medio de 825 dólares, igual cantidad de familias imposibilitadas de recibir tal beneficio y alargar la vida útil del techo que las cobija.
Mas si saltáramos al ámbito constructivo propiamente dicho, las cifras se traducen en mil 132 nuevas viviendas de tipología I (paredes de mampostería y cubierta de placa) a un costo medio de 7 mil 200 dólares, ó mil 466 tipología III (mampostería y cubierta de tejas de asbesto cemento, zinc u otro material) a un costo unitario de 5 mil 49 dólares, que el Ministerio de la Construcción no estuvo en capacidad de asumir.
Traduzcamos esos guarismos -en apariencia fríos- y asomémonos a su trasfondo social: hablamos de más de mil hogares de uno u otro tipo que harían la felicidad de matrimonios obligados a convivir con los padres de él o ella, muchas veces en condiciones de hacinamiento y falta de privacidad. Imagine cuánto representaría todo ello en términos de una mejor relación de pareja, reducción del índice de divorcios, traumatismo familiar... No hay precio capaz de cubrir esos daños.
Aun así, en el período revolucionario el estado del fondo habitacional del país ha mejorado no sólo cuantita, sino cualitativamente, y de manera marcada en las zonas rurales, a resultas de un empeño estatal en ese sentido.

Comparación del estado técnico del fondo habitacional
del país entre 1958 y 1996. / Fuente: II Reunión de la Red
Interamericana de Centros de Salud en la Vivienda.
¿Cuánto más no podría haber hecho el país en esta esfera? La respuesta es obvia si nos atenemos a las cifras descritas. Bastaría sumarlas unas 50 veces con alguna variación derivada de los cambios del precio de las materias primas en cada época concreta y darnos perfecta cuenta de cómo el país habría disminuido de modo considerable la composición del fondo precario.
Sin embargo, a pesar de los insistentes y crecientes reclamos de la comunidad internacional al gobierno norteamericano para un cambio hacia Cuba, sucesivas administraciones se han empeñado en mantener intacta esa política, a pesar del "barniz" de supuesta flexibilización que las campañas mediáticas pretenden atribuirle al actual inquilino de la Casa Blanca.
El bloqueo, justo es que se sepa, viola el Derecho Internacional, es contrario a los principios de la ONU, constituye una trasgresión al desarrollo y la seguridad de un Estado soberano, y clasifica, por su esencia y objetivos, como un acto de agresión unilateral y una amenaza permanente contra la estabilidad de nuestro país.
El daño económico directo ocasionado al pueblo cubano hasta diciembre de 2010, a precios corrientes, asciende a una cifra que supera los 104 mil millones de dólares, cifra que crece, si se toma en consideración la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado financiero internacional, a los 975 mil millones de dólares.
Por eso no lo dude nadie. Cuba es el país que hemos podido construir los cubanos soñando con una mejor, y no porque nos faltaran fuerzas para hacerla a la imagen y semejanza de como la pensamos. Quizás por eso, porque sabe de nuestro empeño, el vecino malévolo se empecina en impedírnoslo.

Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos de América contra Cuba (descargue en PDF)

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