Monte de las Banderas, en La Habana, Cuba. / Foto: Ismael Francisco |
Mi tierra se viste de negro para combatir la desmemoria. Nada puede ser peor que olvidar, so pena de revivir la amargura, la desazón, el cansancio, la muerte... Con más razón cuando siguen quedando vidas truncas por el absurdo; no existe justificación para impedir a un semejante volver a abrir los ojos, cerrarle para siempre los párpados, sellar las ventanas de la vida sobre el rostro...¿¡Y hacerlo por la fuerza, por la simple excusa del "querer" y el "poder"!? Suena a crueldad desmedida, a suicidio de la raza humana.
Por medio siglo mi Cuba ha soportado el dolor de la pérdida de miles de sus hijos, estrangulados por manos pagadas desde fuera, con el sólo propósito se amedrentar a cuantos defendemos la diferencia porque queremos ser diferentes, o simplemente vivimos acá por decisión propia. Más de setenta cubanos murieron el 6 de octubre de 1976 porque un señor llamado Luis Posada Carriles decidió que una bomba desestabilizaría las conciencias al punto de convertir el luto en arma contra el propio cuerpo, carne y sangre de esta Isla. ¡Otro absurdo pensamiento! Y morir se dice fácil: solo unas pocas letras, unos pocos sonidos de la garganta para marcar el momento en que alguien vio una imagen por última vez...Nadie tiene ese derecho sobre otro...Por ello, combatir la desmemoria nunca puede resultar en cosa estéril. Quede entonces solo el negro: ausencia de luz, cual detrás de las pupilas de mis muertos... (Tomado del blog Isla Asombrosa)
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