Héctor R. Castillo Toledo
Reza un viejo refrán, cuya esencia simboliza el acto de arrepentimiento, que los descreídos sólo se acuerdan de Dios cuando truena.
Los tiempos que corren, de cierta fecha cercana, a hoy, indican que entre aquellos que por los 90 renegaron del socialismo y se postraron a los pies del Poderoso Caballero, hay señales que apuntan a la reconsideración del acto que algunos pocos calificaron como "salto al vacío" y sin paracaidas.
Entonces ideólogos de pacotilla auguraron el fin de la alternativa viable demostrada por Lenin a los ojos de los obreros del planeta, de otro mundo posible donde, al menos, la distribución equitativa y la ruptura con los viejos cánones de pretendida perpetuidad a la relación explotador-explotado eran posibles.
Cierto, minado desde dentro por individuos capaces de venderle su alma al diablo, el paradigma soviético se vino abajo, y con él se desmerengó el socialismo, frase acuñada por el líder de la Revolución cubana Fidel Castro para calificar la hecatombre que, decían los aludidos un párrafo arriba, arrastraría con su fuerza centrifugadora al resto de las naciones que apostaron sus destinos a la opción sustentada en las tesis de Carlos Marx y Federico Engels, reitero, demostrada por Lenin en 1917.
Débil trabajo ideopolítico, alejamiento de las masas protagonistas de los cambios revolucionarios, acomodamiento, corrupción, entre otros, fueron ingredientes que sazonaron el caldo corrosivo. De lo demás se ocuparon individuos cuya traición es ya evidente, caídas sus máscaras con el mismo estrépito que provocó el derrumbe.
Fueron los años de estatuas y símbolos demolidos a golpe de mandarria, de muros echados abajo y euforia, tiempo de prosperidad entre agoreros de poca monta y vendedores de maletas. Era fácil encontrar todos los días noticias del desaforado afán por borrar cualquier imagen que oliera no ya a comunismo, pues hasta los socialdemócratas declaraban su posición con voz queda y ademanes de conmiseración.
Pero más rápido pasa el tiempo que las lamentaciones de los derrotados, cuyas primeras plegarias se sucedieron cuando estalló la burbuja (digo, la crisis). Y buscando explicación a lo que hacía más de 140 años ya estaba escrito, acudieron a los tomos de El Capital en busca de remedios para la sucesión de espirales en ciclos cada vez más cerrados, conducentes a una picada en barrena difícil hasta para el más avezado de los pilotos de acrobacia. El sistema estaba sentenciado a muerte.
Bancos fulminados por quiebras en cadena, como el efecto que provoca una ficha de dominó sobre el resto de la hilera enhiesta, medidas de salvataje de los Estados para mantener las finanzas a flote a costa de recortes sociales, evidente despertar de una conciencia ciudadana de repulsa a tales prácticas, manifestado con los movimientos de protesta a escala global, han puesto a pensar no sólo a tirios, también a los troyanos.
Y ya hay noticias no sólo de indignados. Otras como esta que reprodujo el sitio Contrainjerencia hacen pensar que algo está cambiando en el mundo ahora mismo:
"Las autoridades de Ufa, capital de la república rusa de Bashkortostán situada en los Urales, devolvieron a la plaza central de la ciudad el monumento de Lenin, desmontado hace 20 años, informó el corresponsal de RIA Novosti.
"El monumento del líder de la Revolución Bolchevique se ubica en el cruce de las calles de Comunismo y de Lenin donde fue erigido por primera vez en 1924.
"A principios de los 90 del siglo pasado, la estatua de Lenin fue enviada para su restauración y tras la caída de la Unión Soviética nunca regresó a la plaza central de Ufa.
"El pasado abril, los diputados locales tomaron la decisión de devolver la estatua del líder del proletariado mundial a su lugar histórico, en vista de las respectivas demandas de los habitantes de Bashkortostán".
Luego continúa la nota con otros detalles, como la asunción de los trabajos de restauración del monumento por patrocinadores privados, o del empleo de 3 toneladas de arcilla para reconstruir el monumento, mientras la propia estatua está hecha de un material contemporáneo: mármol artificial, más resistente que el granito, lo cual garantizará se mantenga intacto durante más de medio siglo, tal como aseguró el autor de la obra, Jalit Galimullin.
No es criticar ni mucho menos lo que pretendo con este recordatorio. Consuela y alegra saber que hay gente abriendo los ojos y recapacitando. Si acaso lo único censurable es que hayan demorado 20 años para darse cuenta de su metedura de pata.
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