Héctor R. Castillo Toledo
Si en algo falló el Creador en los famosos siete días fue en no habernos dotado con la facultad o más bien el don de la ubicuidad. En medio de mis trajines hoy daría cualquier cosa por caer, aunque fuera de flai (en inglés se escribe fly, pero eso me suena a insecticida), en uno de los parques holguineros y colarme un ratico en una, otro ratico en otra de las muchas actividades que desde este miércoles anima a la capital del nororiente de Cuba.
Y mezclarme con los más de 300 delegados de 45 países asistentes al VII Coloquio Internacional por la Libertad de los Cinco antiterroristas cubanos condenados a largas penas en Estados Unidos, para oir, vibrar, emocionarme con ellos y hacer comunión con los urgentes reclamos a la inmediata liberación de ese quinteto rebelde que día a día, durante trece largos e injustos calendarios, entonan la más arrebatadora tonada de firmeza y valor.
Cuanto daría por compartirme entre el aquí, donde debo, y el allá, donde quisiera.
Pero consciente de que no se le puede pedir más al que nos moldeó dicen que con arcilla, se le puede perdonar tamaño olvido y poner uno entonces de su parte para multiplicarse con dones de los que nosotros mismos, como humanos, fuimos capaces de dotarnos.
Por eso otros igual de deseosos que yo de estar en Holguín han puesto a "reventar" las redes sociales para multiplicar el mensaje urgente: Señor Presidente de los Estados Unidos, haga uso de sus prerrogativas y libere YA a Gerardo Hernández, Ramón Labañino, René González, Antonio Guerrero y Fernando González. Haga valedero con ese paso un gesto que le haga digno, aunque necesita de otros muchos para respaldarlo, del Nobel de la Paz que le concedieron.
Revise su buzón de correos por favor, señor Obama, o sintonice otros canales donde el mundo también se ve. Aguze sus oídos a los reclamos de las 15 mil mujeres que marcharán por varios municipios holguineros. Abra bien sus ojos a los mensajes con miles de firmas, unas ilustres, tanto como que se equiparan a la suya en calidad de merecedores de Premios Nobel, otras de gente común, pero igual de hacendosas, preocupadas por las causas nobles y justas.
Trece años pesan demasiado cuando la razón que se esgrime para pretextarlos es injusta y fue el fruto de un proceso irregular mediatizado por el odio y la revancha política, vertidos con saña sobre cinco hombres que encarnan la dignidad de un pueblo entero.
Ay caramba. Cuánto daría para no perderme esa fiesta de solidaridad que ahora mismo hace vibrar cada calle, cada parque de aquella ciudad reticular rematada con su loma y con su cruz.
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