En el béisbol son como una gran cofradía. Todos para uno. / Foto: Nelson Costa. |
Les gritan, los abuchean, casi nunca les reconocen nada, salvo una garrafal equivocación a favor de los parciales donde se juega o dirime alguna justa deportiva. Ay de los árbitros, malqueridos en todas partes, jueces que, humanos al fin, se equivocan como cualquiera, pero resultan imprescindibles siempre...
Por aquello de ser los encargados de representar la autoridad en una competencia, muchos los asocian con el tipo de figura adusta, mal carácter, avinagrado. Sin embargo, sobran ejemplos de árbitros cubanos en todos los deportes que, junto al rigor durante el ejercicio imparcial de su encomienda, les distingue el carácter afable, son sociables y hasta jodedores clásicos cuya estatura moral la han construido a fuerza de respeto y sabiduría, don este último casi siempre ganado con estudio y actualización constantes de los reglamentos y sus normas.
Desde hace algunos años Cuba dedica una jornada para honrarlos. Se instituyó el 4 de diciembre como Día del Árbitro Deportivo mediante la Resolución 42/2001 del INDER, con la cual se atendía una propuesta en ese sentido, surgida durante el Pleno Nacional de la Comisión de Jueces y Arbitros del año 2000.
La fecha escogida se relaciona con la actitud valiente de Amado Maestri, un grande del arbitraje de la pelota cubana, quien haciendo valer su autoridad se enfrentó a los esbirros de Fulgencio Batista y evitó una golpiza mayor a los estudiantes universitarios que, liderados por José Antonio Echeverría, se lanzaron a la grama del Gran Estadio del Cerro (hoy Latinoamericano), en un partido de la Liga Profesional el 23 de noviembre de 1952 portando carteles para protestar contra la dictadura.
De Maestri diría Eladio Secades, una de las más renombradas plumas de la crónica deportiva, ilustre redactor de la revista Bohemia:
“Muchos factores han contribuido a que el baseball llegara a alcanzar en Cuba la preponderancia, el crédito popular, la idolatría tremenda que lo ha convertido en pasatiempo nacional. Entre esos factores decisivos hay que incluir el prestigio que Amado Maestri le dio a la misión encomendada a los árbitros. En Maestri terminan los desahogos de impertinencia, las perturbaciones por sistemas, los abusos engendrados por los árbitros que permitían que la tolerancia de ellos alcanzara categoría de humillación.
“…[…] Pero no puede ocultarse que con la aparición de Maestri con el hábito azul y los arreos del oficio, se inicia en el baseball cubano la conversión al respeto, al acatamiento, a la disciplina. Se acabaron las agresiones en el escenario. Se terminaron las alteraciones del orden, porque los revoltosos que tantos había en el baseball llamado independiente, sabían que en boca de Maestri el pan era pan, el vino, vino y el out no tendría remedio ni admitiría coacciones posibles…
"Esa transición de la anarquía al acatamiento cristalizado en sistema, el baseball tiene que agradéceselo a Maestri. […] ¡Pobre del espectáculo deportivo que en los países de esta raza -tan impulsiva, tan vehemente- no tenga jueces que sean respetados como se respeta a Maestri en el baseball…!".
Cienfuegos no pasó por alto la fecha. Poco antes de dar la voz de play ball en el segundo choque de la subserie entre Elefantes y guantanameros, siete árbitros fueron reconocidos en ocasión de la efeméride: Juan Vizcay, ampaya fundador de nuestros clásicos; Raúl Hernández, respetado umpire; los cuatro actuantes en el desafío dominical (Luis Felipe Casañas, Julio Hernández, Gabriel Jova y Yordanis Gómez), así como el juez de polo acuático Juan Carlos Benítez, nominado el mejor árbitro de 2011 en la provincia.
Puesto de pie, el público asistente al estadio los premió con una ovación. Anque fuera por esta vez, fueron obviados el ardor de las pasiones, las críticas y malquerencias. Ojalá siempre fuera así.
Cienfuegos no dejó pasar la fecha y reconoció a siete de ellos. / Foto: Nelson Costa. |
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