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martes, 31 de enero de 2012

Narcoterrorista Matamoros, cómplice de Posada: ¡Welcome in the United States!

La más reciente "adquisición" lo confirma: Miami es
guarida dilecta de terroristas. En la foto, Posada junto
a Armando Valladares y Aldo Rosado Tuero.
Jean-Guy Allard

Si el Departamento de Estado tenía la intención de confirmar públicamente su estatuto de “patrocinador del terrorismo” que tanto le gusta atribuir a los demás, recién alcanzó su objetivo. El homenaje al terrorista Luis Posada Carriles que se celebró en Miami en el aniversario del natalicio de José Martí, confirmó la permanencia en territorio norteamericano del panameño César Andrés Matamoros Chacón, el hombre encargado de aportar la logística al plan para asesinar a Fidel en Panamá, condenado por terrorismo al igual que Posada, y también con pasado de narcotraficante.

Durante el acto celebrado en el teatro Manuel Artime, de Miami, y convocado por Unidad Cubana, federación de grupos extremistas tolerada sino auspiciada por el FBI, Matamoros -ya con más de 75 años de edad- se apareció entre los “héroes” de la conspiración mafiosa de Panamá, impulsada y promovida por la llamada Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA).
Condenado por la justicia itsmeña a siete años de cárcel, una sentencia complaciente cuando se considera que el atentado hubiera provocado cientos de muertos, Matamoros recuperó su libertad por el indulto de la presidenta Mireya Moscoso, cuya ilegalidad acaba de ser pronunciada.
¿Cómo este terrorista, ciudadano panameño, con pasado de “narco” fue autorizado a entrar a EEUU y, por colmo, a permanecer en territorio estadounidense? ¿Por qué mecanismo privilegiado entró sin interferencia? ¿Qué está haciendo en EEUU cuando tendría que regresar a la cárcel y cuando se anuncia que Posada, y sus cómplices cubanoamericanos Gaspar Jiménez Escobedo, Guillermo Novo Sampol y Pedro Crispín Remón tendrán que enfrentar una solicitud de extradición que pronto se presentará?
Como en el caso de los numerosos venezolanos prófugos de la justicia, reclamados por crímenes de terrorismo y asesinatos asilados en Miami, Washington se queda callado.
E incluso permite un tal homenaje como este a Posada que, según sus promotores, fue concebido con el escandaloso  propósito “de evocar a Martí y darles un espaldarazo a Posada y sus colaboradores a quienes un tribunal de Panamá acaba de confirmarles sus condenas “.  Con la presencia de los congresistas ultraderechistas Dan Burton, representante por Indiana, autor de la ley genocida contra Cuba que lleva su nombre, y del cubanoamericano David Rivera, este último objeto de una investigación por actos de corrupción.

¿QUIÉN ES ESTE MATAMOROS?

César Andrés Matamoros Chacón nació en Cuba, es ciudadano panameño, mide 1,73 centímetros. Blanco, corpulento, pelo canoso, ojos pardos, tiene bigotes y usa espejuelos. Tiene antecedentes de narcotraficante y se conoce como tal en su círculo de socios.
Tenía residencia en la capital del istmo, 140 Oeste en la planta alta de una edificación de dos pisos del Reparto Pedregal. En la época del complot, era propietario de una fábrica de lanchas, Acuarius Flexifoam, S.A. En playa Gorgona, tiene un ranchón, un motel y una casa que alquila.
Por entonces era dueño de un Nissan Centra, color verde metálico del año 92, con vidrios oscuros; un jeep Cherokee blanco, del 88, y un pick up Ford color carmelita del año 80.
Matamoros fue la persona que Posada Carriles contactó de inmediato en Panamá cuando arribó a ese país el 6 de noviembre del 2000, procedente de Costa Rica, por el  puesto fronterizo de Paso Canoa, con el pasaporte salvadoreño falso número A143258, a nombre de Franco Rodríguez Mena.
El cubano-panameño ya tenía listo para Posada un vehículo y su chofer, José Manuel Hurtado, un humilde trabajador negro que más tarde pagará caro por esta “iniciativa” de su patrón, al resultar inculpado y condenado por prestar ayuda a terroristas.

EN LA CARRETERA CON 33,44 KILOS DE C-4

Pues es Hurtado -a quien Matamoros, cobarde como muchos de sus semejantes, controla a distancia sin “mojarse”-, quién tendrá un papel central en la logística de los preparativos del intento criminal.
Hurtado llevó a Posada en un Mitsubishi Lancer rojo que este alquila, hasta la zona de la frontera de la provincia de Chiriqui, a reunirse con Novo, Remón y Jiménez que llegan de Miami, en casa de su socio, el narcotraficante José Valladares, alias "Pepe el Cubano", que morirá misteriosamente meses después sin rendir testimonio ante la corte.
En ese momento Remón ya está en posesión de los 33,44 kilos de explosivos militares, que antes recogió en un bosque gracias a su GPS. Están en una maleta roja que lleva el logo del Miami Herald y de los Marlins.
Según el documento central de la Fiscalía, “Posada, el responsable de la explosión en pleno vuelo de una aeronave de Cubana de Aviación en 1976 que provocó 73 muertos,  no quiso viajar en avión (como previsto) con los explosivos: ordenó a Jiménez viajar con Hurtado a la capital en el Mitsubishi, con los explosivos en el maletero”.
Mientras el autor intelectual del intento de magnicidio vuela hacia la capital en una avioneta, el chofer de Matamoros llevará, sin saber de que se trata, una enorme cantidad de C-4 hasta Panamá, la capital, donde Posada lo manda a lavar el carro..., con todos los explosivos en el maletero.
Cuando termina y regresa hacia el hotel donde se hospeda el terrorista, se da cuenta que allí está en marcha un operativo policial. Entonces se percata que han ya arrestado a Remón y Novo, y él, obviamente, se encuentra implicado en un acto ilegal.
Matamoros, quien desde el principio lo ha mantenido desinformado , le ordena a Hurtado hacer desaparecer los explosivos, tarea que cumplirá enterrándolos en un terreno baldío cercano al aeropuerto, allí donde después de su arresto, el 19 de noviembre, llevará a la policía para indicarle el lugar donde se encuentra la carga siniestra.
Aprovechándose de la ingenuidad de su empleado, Matamoros queda en libertad algunos días más y hará luego todo lo posible para responsabilizar a Hurtado con actos que él mismo había orientado. Pero el fiscal Arquímedes Saez no se traga la píldora: demostrará que Matamoros es tan responsable como sus socios, y encima de ello tuvo además la desfachatez de “embarcar” a Hurtado en la operación.
La presidenta mafiosa Mireya Mascoso se encargaría luego de convertir el proceso judicial en una farsa, aprovechando ilegalmente sus privilegios para ayudar a los terroristas. No se sabe hasta ahora de procedimientos para responsabilizarla de este crimen.
Que Matamoros esté en Miami cuando se reactiva el caso del complot de Panamá mientras se prepara la solicitud de extradición de Posada y su pandilla, equivale a una maniobra para poner a salvo un terrorista. Otro más. En el país que confecciona, difunde y utiliza con fines de difamación una lista de “patrocinadores del terrorismo”, infame invento para sancionar a quién desafía los “diktats” del imperio.

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