El estudio de los reportes de trabajo de Gross en Cuba revela que el contratista de la USAID conocía y era consciente del alcance y las implicaciones de su labor encubierta
Pieza por pieza, en mochilas y maletines, el estadounidense Alan Gross se aseguró de introducir computadoras, teléfonos celulares, discos duros y equipos de telecomunicaciones en Cuba. El artículo más sensible, según los reportes oficiales de los viajes del contratista de la Agencia de Desarrollo Internacional, conocida como USAID por sus siglas en inglés, fue el último: un “chip” informático para teléfonos móviles que, según expertos, suele ser usado por la CIA y el Pentágono para evitar la detección electrónica de señales telefónicas.
Según un amplio reporte divulgado por la agencia AP, el objetivo era darle cobertura de internet a la pequeña comunidad judía de Cuba, versión que los líderes de esa congregación se han encargado de refutar alegando disponer de ese servicio desde antes que los contactara Gross, quien se reportó como miembro de un grupo judío humanitario y no como representante de una agencia gubernamental estadounidense que sirve de fachada a operaciones de subversión e injerencia planeadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Durante el juicio en el que fue condenado a 15 años de privación de libertad, Gross se declaró un “tonto inocente” que fue engañado. Pero los reportes de su viaje indican que él sabía que sus actividades eran ilegales y que temía las consecuencias, incluyendo la posible expulsión del país.
Uno de los documentos afirma que uno de los líderes comunitarios “dejó absolutamente claro que estamos ‘jugando con fuego’”.
En otra ocasión Gross comentó: “No cabe duda, esto es un asunto muy riesgoso”, mientras en oportunidad posterior alegaría: “La detección de señales de satélite sería algo catastrófico”.
La empresa de Gross, JBDC Inc., especializada en establecer conexiones de internet en lugares remotos como Irak y Afganistán, había sido contratada por Development Associates International Inc. (DAI) de Bethesda, Maryland, ganadora de un contrato multimillonario con USAID para subvertir las leyes cubanas en materia de telecomunicaciones y ayudar a la creación de redes para los grupúsculos mercenarios pagados por la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana (SINA).
Funcionarios de USAID revisaron los reportes oficiales de los viajes de Gross y fueron informados periódicamente sobre el proceso, dijo el portavoz de DAI, Steven O’Connor. Los detalles fueron suministrados a la AP por una persona enterada del caso que pidió no ser identificada debido a la sensibilidad de la información.
Las notas abarcan cuatro visitas en un período de cinco meses en 2009. Otro resumen, redactado por un representante de la empresa de Gross, cubría su quinto y último viaje, que culminó con su arresto el 3 de diciembre de 2009.
En su conjunto, los documentos revelan todos los esfuerzos de Gross para evadir la detección de las autoridades cubanas.
A fin de evitar los registros aeroportuarios, Gross reclutó la ayuda de otros judíos estadounidenses para poder traer a Cuba los equipos electrónicos, pieza por pieza. Dio instrucciones a sus ayudantes para que metieran los equipos, algunos de los cuales están prohibidos en Cuba, en el equipaje de mano en vez del equipaje de carga.
En una oportunidad, viajó en automóvil siete horas desde La Habana a Camagüey para no tener que pasar por la seguridad del aeropuerto.
En su último viaje, trajo una “discreta” tarjeta SIM -tarjeta electrónica de identificación de subscriptor- diseñada para evitar que una transmisión por teléfono satelital sea detectada.
Este tipo de tarjeta SIM que llevaba Gross no se vende en el mercado y se facilita sólo a gobiernos, según un funcionario de una compañía de telefonía satelital y un ex oficial de inteligencia estadounidense que ha utilizado ese tipo de chip. Los informantes, que hablaron a condición de anonimato debido a la sensibilidad de la información, dijeron que los chips usualmente son suministrados al Departamento de Defensa y a la CIA, pero pueden también ser obtenidos por el Departamento de Estado, que supervisa a USAID.
Preguntado sobre cómo Gross obtuvo la tarjeta, el vocero de USAID, Drew Bailey, solamente dijo que la agencia no desempeñó rol alguno en ayudar a Gross a obtener sus equipos. “Somos una agencia de desarrollo, no una agencia de inteligencia”, dijo.
Aun antes de entregar la tarjeta SIM, Gross reconoció en su reporte que el uso de teléfonos con conexión satelital de internet sería “problemático si se llegase a descubrir”. Estaba consciente de que las autoridades estaban usando sofisticados equipos de detección y relató haber visto a empleados de la empresa estatal cubana de telecomunicaciones realizando un registro el día anterior al que debía establecer una operación inalámbrica Wi-Fi.
Diplomáticos estadounidenses dicen creer que Gross fue arrestado para presionar a la administración Obama a derogar sus programas de "promoción de la democracia", eufemismo bajo el cual se encubre el propósito de la CIA como parte de un plan mayor para derrocar al gobierno en Cuba.
“Nada de los programas que USAID realiza en Cuba es clandestino o reservado en manera alguna”, dijo Mark Lopes, un viceadministrador de la agencia. “Simplemente llevamos a cabo nuestras actividades de una manera discreta a fin de resguardar la seguridad de todos los involucrados”.
Los entrecomillados sonarían casi que a tímidas frases de reproche del señor López, pero este individuo, quien fuera representante personal del senador cubanoamericano Bob Menéndez, uno de los más activos promotores de "iniciativas" legislativas hostiles a Cuba y Venezuela, es el encargado de "administrar" los 20 millones que se ha planificado gastar este año la USAID en Cuba, en operaciones de desestabilización que confía a contratistas nada ingenuos como Alan Gross.
La Ley de Seguridad Nacional de Estados Unidos define “encubierto” como toda actividad del gobierno destinada a influenciar las condiciones en otro país “de tal manera que la participación del Gobierno de los Estados Unidos no sea aparente o públicamente reconocida”.
La actividad de la USAID para la "promoción de la democracia en Cuba" fue estimulada por un fuerte aumento de la financiación bajo la administración Bush. El financiamiento estadounidense para programas relativos a Cuba aumentó de 3,5 millones de dólares en 2000 a 45 millones en el 2008. Actualmente ascienden a 20 millones de dólares.
Como subcontratista de USAID, Gross recibió medio millón de dólares según fuentes estadounidenses conocedoras del contrato y que pidieron permanecer en el anonimato porque no tenían autorización para hablar del caso.
Consultado sobre el caso, Robert Pastor, asesor de asuntos latinoamericanos durante el gobierno de Jimmy Carter y actualmente director de Centro para la Democracia y Elecciones de la American University en Washington, fue tajante en sus declaraciones: “Por supuesto, esto es una actividad encubierta”, dijo. “Se trata de buscar un cambio de régimen”.
El primer viaje de Gross para DAI, que concluyó en abril del 2009, se centró en introducir equipos en la isla y establecer el primero de tres centros con acceso irrestricto a la internet para la diminuta comunidad judía de Cuba, que suma unas 1.500 personas.
Para introducir los equipos, Gross recurrió a grupos humanitarios norteamericanos que cumplían misiones en la isla. Viajó con esos grupos y le pidió a distintos individuos que llevaran las piezas, según los reportes de viajes.
Tres personas conocedoras de las tareas de Gross dicen que él le dijo a sus contactos en Cuba que estaba ahí representando a una organización judía, no al gobierno estadounidense.
Uno de los reportes de Gross parece indicar que él se presentó como miembro de uno de esos grupos y que viajó con ellos de tal manera que pudieran interceder con las autoridades cubanas si surgían suspicacias.
Sus ayudantes debían llevar artefactos separados en su equipaje de mano. De esa manera, escribió Gross, cualquier pregunta podría ser respondida en el proceso de rayos X en el puesto de seguridad, y no en la casilla de aduanas. El material era luego entregado a Gross en su hotel en La Habana, según los reportes de viajes.
Desde hace tiempo la USAID ha pedido de los visitantes a Cuba que introduzcan material prohibido en la isla. Funcionarios del organismo han admitido en interpelaciones legislativas que han empleado a contratistas para llevar programas computacionales que permitan enviar material codificado por internet, según participantes de las reuniones.
Una alarma sonó en uno de los viajes de Gross cuando uno de sus acompañantes intentó salir de la terminal aérea; el acompañante había colocado el artículo -un artefacto que puede extender el rango de una red inalámbrica- en su equipaje de carga.
Gross intervino, asegurando que el artefacto era para su uso personal y que no era un disco duro de computadora ni un radio. “Ese día, más valió ser afortunado que inteligente”, escribió en su reporte.
Gran parte del equipo que Gross traía es legal en Cuba, pero el volumen de la carga podría darle a las autoridades cubanas una pista de cuál era su verdadera intención.
En la lista de su cuarto viaje, bajo “Equipo total”, dice que había 12 iPods, 11 teléfonos BlackBerry Curve, tres MacBooks, seis discos externos de 500 gigabytes, tres teléfonos satélites vía internet conocidos como BGANs, tres enrutadores, tres controles, 18 módulos inalámbricos, 13 barras de memoria, tres teléfonos para hacer llamadas por internet y varios interruptores. Algunas piezas, como los equipos para redes y para comunicaciones satelitales, están expresamente prohibidos en Cuba.
Gross escribió que metió los BGANs en una mochila. Había aspirado a engañar a los agentes de aduana colocando cinta adhesiva encima de las marcas de los equipos: “Hughes”, el fabricante, e “Inmarsat”, la empresa que provee el servicio de comunicación satelital vía internet.
Los BGANs eran cruciales porque no solamente facilitan acceso a la internet por satélite sino además una señal que puede servir a varios usuarios de manera inalámbrica. La ventaja de ello es que la comunicación va directamente al satélite, sin pasar por los servidores de control.
Siempre había la posibilidad de ser descubierto.
El año pasado, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, que preside la furibunda contrarrevolucionaria de origen cubano Ileana Ros-Lehtinen, preguntó sobre la posibilidad de que misiones clandestinas estén siendo usadas en algunos de los programas humanitarios estadounidenses, y de que las autoridades cubanas hayan infiltrado algunos de ellos.
“La posible infiltración por parte de los servicios de contraespionaje es un riesgo conocido”, dijo el Departamento de Estado en una respuesta por escrito a preguntas de la AP. “Quienes desempeñan nuestras labores están conscientes de ese riesgo”.
El primer viaje de Gross a Cuba culminó a comienzos de abril de 2009 con el establecimiento de un centro de comunicaciones en La Habana.
Regresó poco tiempo después, se quedó unos 10 días mientras se establecía otro centro en Santiago, la segunda ciudad más grande de Cuba.
En su tercer viaje, de dos semanas y ocurrido en junio de 2009, Gross viajó a una ciudad en el centro de la isla, Camagüey, según un funcionario del gobierno estadounidense. Alquiló un automóvil en La Habana y manejó por siete horas, en lugar de tener que someterse a revisiones en el aeropuerto.
Gross escribió que los BGANs no debían ser usados fuera de La Habana, donde existen suficientes radios y ondas radiales como para ocultar las emisiones.
El reporte para el cuarto viaje de Gross, que concluyó ese agosto, fue catalogado como el final y resumía sus éxitos: el establecimiento de redes inalámbricas en tres comunidades; unos 325 usuarios; “las comunicaciones desde y hacia Estados Unidos han mejorado y se están usando de una manera regular”. Nuevamente se llega a la conclusión de que “es una misión sumamente riesgosa”.
Envalentonado por sus "aparentes éxitos", Alan Gross regresa a Cuba por quinta ocasión a finales de noviembre de 2009. Once días después de su arribo fue arrestado e instruido de cargos por violar las leyes cubanas y dedicarse a actividades encubiertas a favor del gobierno de los Estados Unidos, con el propósito de desarrollar programas federales que atentan contra el orden constitucional en la Isla.
Un reporte adicional fue redactado posteriormente, con membrete de la empresa de Gross. Fue preparado con la asistencia de DAI, la empresa que mandó a Gross a Cuba, con el objetivo de cumplir con el requisito contractual de suministrar un resumen de su trabajo, a fin de cancelar todas las facturas relevantes, de acuerdo con funcionarios conocedores del documento.
El reporte afirma que Gross deseaba mejorar la seguridad en el centro de comunicaciones instalado en La Habana mediante la instalación de “una tarjeta SIM alternativa” en el equipo satelital. El aditamento permitiría que la señal del BGAN pasara desapercibida al transmitirse al satélite, dificultando la detección del artefacto.
Según el despacho de AP, no queda claro cómo DAI logró confirmar el trabajo de Gross para el reporte final, aunque un documento, que también presenta el membrete de la compañía de Gross, establece que un representante suyo contactó a la comunidad judía cubana cinco veces después de su arresto.
En una declaración durante su juicio, Gross se declaró inocente y ofreció disculpas. “Nunca he hecho algo, ni lo haría ni lo haré, en lo personal o en lo profesional, para socavar a un gobierno”, dijo. “Me arrepiento profundamente por ser un tonto inocente, fui engañado, me usaron”.
En una entrevista con la agencia AP, su esposa, Judy, culpó a DAI, la empresa que envió a Gross a Cuba, por no decirle a él toda la verdad sobre los riesgos. El vocero de DAI, Steven O'Connor, dijo en una declaración que Gross “diseñó, propuso e implementó esta tarea” para la compañía.
En buen cubano: la DAI se limpió las manos como Poncio Pilatos.
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