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martes, 3 de abril de 2012

Rostro del joven Fidel Castro podría figurar en billete que recrea escena del Bogotazo


Héctor R. Castillo Toledo

El diario español La República se hace eco este martes de una nota bastante curiosa, relacionada con la posibilidad de que, tal como se observa en la reproducción de un detalle del billete de denominación de mil pesos colombianos, junto a la imagen de Jorge Eliecer Gaitán, a quien está consagrado el papel moneda, aparece el rostro de quien el gerente del Banco de la República, José Darío Uribe, asegura se trata del joven Fidel Castro acompañando a hombres comunes en una escena que recrea las protestas  conocidas como el Bogotazo.
En declaraciones a una emisora de su país, la "W", Uribe agregó que espera hablar con el artista José Antonio Suárez, quien dibujó el billete, para confirmar o descartar si pintó al líder cubano al lado de Jorge Eliécer Gaitán.
“Es posible que el artista haya puesto ahí a Fidel Castro. Pero yo no lo podría asegurar hasta que el artista me diga que sí lo hizo. Ahí está un personaje que pareciera que es él”, afirmó el directivo bancario.
Según el propio gerente del Banco de la República, Suárez se ganó un concurso para dibujar el billete y quien lo aprobó fue el Consejo de Administración de la entidad del año del 2004. “Al artista se le da toda la libertad para que haga el diseño. No estaría bien que después el Banco entrara a decirle al ganador que le haga un cambio. Pero estoy seguro de que sólo el artista sabe si lo dibujó o no. Han pasado seis o siete años y por primera vez se identifica que Castro está en el billete”, dijo Uribe.
Por entonces estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, Fidel fue testigo excepcional de los sucesos desencadenados tras el asesinato a mansalva del líder del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán, de auténtico apoyo popular. El hecho desencadenó una ola de protestas espontáneas del pueblo, sacudida social que estremeció a la capital colombiana y a todo el país.
En su novela autobiográfica Vivir para contarla, el Nobel colombiano de Literatura, Gabriel García Márquez, quien asegura en el prefacio del libro que "La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda", el escritor y periodista dedica un pasaje a los acontecimientos de aquella traumática jornada de hará ya 64 años, narración que pone en boca de Fidel:
"Gabo y yo estábamos en la ciudad de Bogotá el triste día 9 de abril de 1948 en que mataron a Gaitán. Teníamos la misma edad: 21 años; fuimos testigos de los mismos acontecimientos, ambos estudiábamos la misma carrera: Derecho. Eso al menos creíamos los dos. Ninguno tenía noticias del otro. No nos conocía nadie, ni siquiera nosotros mismos. Casi medio siglo después, Gabo y yo conversábamos, en vísperas de un viaje a Birán, el lugar de Oriente, en Cuba, donde nací la madrugada del 13 de agosto de 1926. El encuentro tenía la impronta de las ocasiones íntimas, familiares, donde suelen imponerse el recuento y las efusivas evocaciones, en un ambiente que compartíamos con un grupo de amigos del Gabo y algunos compañeros dirigentes de la Revolución.
"Aquella noche de nuestro diálogo, repasaba las imágenes grabadas en la memoria: ¡Mataron a Gaitán!, repetían los gritos del 9 de abril en Bogotá, adonde habíamos viajado un grupo de jóvenes cubanos para organizar un congreso latinoamericano de estudiantes. Mientras permanecía perplejo y detenido, el pueblo arrastraba al asesino por las calles, una multitud incendiaba comercios, oficinas, cines y edificios de inquilinato. Algunos llevaban de uno a otro lado pianos y armarios en andas. Alguien rompía espejos. Otros la emprendían contra los pasquines y las marquesinas. Los de más allá vociferaban su frustración y su dolor desde las bocacalles, las terrazas floridas o las paredes humeantes. Un hombre se desahogaba dándole golpes a una máquina de escribir, y para ahorrarle el esfuerzo descomunal e insólito, la lancé hacia arriba y voló en pedazos al caer contra el piso de cemento. Mientras hablaba, Gabo escuchaba y probablemente confirmaba aquella certeza suya de que en América Latina y el Caribe, los escritores han tenido que inventar muy poco, porque la realidad supera cualquier historia imaginada, y tal vez su problema ha sido el de hacer creíble su realidad. El caso es que, casi concluido el relato, supe que Gabo también estaba allí y percibí reveladora la coincidencia, quizás habíamos recorrido las mismas calles y vivido los sobresaltos, asombros e ímpetus que me llevaron a ser uno más en aquel río súbitamente desbordado de los cerros. Disparé la pregunta con la curiosidad empedernida de siempre. 'Y tú, ¿qué hacías durante el Bogotazo?', y él, imperturbable, atrincherado en su imaginación sorprendente, vivaz, díscola y excepcional, respondió rotundo, sonriente, e ingenioso desde la naturalidad de sus metáforas: 'Fidel, yo era aquel hombre de la máquina de escribir'”.
Si en realidad el artista José Antonio Suárez dibujó el rostro de Fidel en la escena homenaje a Gaitán, no veo motivo alguno para que el señor Uribe se aparezca ahora con veladas recriminaciones al autor para que haga cambio alguno. La historia es como es y no se puede cambiar, aunque a algunos no les guste.
En mi criterio personal, el hipotético detalle le agregaría incluso valor numismático a la pieza de mil pesos, tal como lo tienen los billetes firmados por el Ché cuando fungió como Presidente del Banco Nacional de Cuba o las monedas de tres pesos que los turistas de todas partes persiguen como reliquia para conservar.
De cualquier modo, el cotejo de fotos del revolucionario cubano en las calles revueltas de Bogotá muestran a un Fidel mucho más joven que el que hipotéticamente aparece en el billete causante del revuelo, donde en todo caso estaríamos ante un Fidel más maduro, el Fidel de la Prisión Fecunda. Pero el artista es libre de expresar sus ideas y tal vez le asistan razones, si es que en definitivas es fue al líder cubano a quien quiso homenajear en la escena.
Ojalá tengamos pronto noticias de su confirmación y aclare las dudas en torno a este posible "hallazgo" numismático singular, desapercibido durante casi ocho años a los ojos curiosos de millones.

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