Julio Martínez Molina
El domingo, Día de las Madres, quien narra se convertiría en intempestivo espectador, nada expectante sino asqueado, de un hecho ocurrido tras el abuso de un padrazo que escogió la fecha de su contraria sexual, mas análoga filial, para formar feo espectáculo barriotero derivado del exceso de alcohol en sangre. Ese fue su regalo, después de tener a la infeliz durante nueve horas friéndole “saladitos”, para que él se despachara con sus amigos. En anterior reencarnación debí ser una de estas mujeres, porque cuando las veo así me pongo en su pellejo y siento extraordinaria compasión hacia ellas.
Del tema del alcoholismo ya he comentado en ocasión anterior, por lo cual ni lo alargaremos ni se entrará en consideraciones o juicios morales sobre el bebedor. Para juzgar, Dios. Y que tire la primera piedra quien no haya pecado. No obstante, nunca será lo mismo tres tragos en la intimidad del hogar que la borrachera exhibicionista, tan nociva en términos sociales.
Solo precisar que cuanto está sucediendo, cada día más, con el tomador cubano nace de la gran incultura alcohólica dominante en porción considerable de ellos. Dicho desconocimiento propende, por inducción, al irrespeto de normas, a la ruptura de todas las barreras de contención posibles. La combinación del asunto con errados códigos imperantes en la calle desemboca en hechos dolorosos, suscitados en el escenario nacional un mes sí y el otro también.
Enfoques enemigos tienden a relacionar el incremento del alcoholismo con la crisis económica atravesada por la Isla. La tendencia, sin embargo, responde a ello solo en cierto modo. Real es que existen personas de exiguas posibilidades económicas, quienes se refugian en la botella para intentar olvidar por un rato sus pesares. Aunque, acotación al pie, si guardaran todo el dinero invertido en ron, quizá ya viviesen mejor. Pues no pocas andan con la petaca en el bolsillo desde las nueve de la mañana. Al terminar la noche, habrán “bajado” tres o cuatro. Multiplíquese por quince. Pero en la atomizada Cuba del siglo XXI existe diversidad de segmentos, y ciudadanos de pingües ingresos, en cuyo espacio (donde no es apreciable nada parecido a crisis, al menos monetaria) también resulta visible el incremento exponencial del alcoholismo. No toman “peleón”, mas para el caso aquí tratado…
De la misma manera con que son reforzadas las campañas contra la homofobia u otras de bien público, la omnisciente televisión, todos los medios de comunicación y el sistema educativo deben ponerse en agenda trabajar con marcada intencionalidad el tema. Ya se está haciendo imperioso. Nadie está reclamando para el país establecer su Acta Volstead (medida aplicada en EUA para prohibir la venta de bebidas durante la Ley Seca, lo cual dio pie al surgimiento de la mafia), pero de alguna forma debe contrarrestarse, o siquiera encauzarse, el fenómeno.
Si el lector, cualquier noche, se convirtiera en el hombre invisible de Paul Verhoeven con las alas de Ícaro (no las podría derretir el Sol, dada la hora), y volase de casa en casa, podría ver cómo uno de cada tres reproductores de DVD continúan encadenados a las plagas de Q´ viva, Belleza Latina, novelitas mexicanas, shows de Univisión, Decisiones y toda la sarta de imbecilidades enajenadora de parte no despreciable de la población.
Un estudiante de Periodismo abordó el tema con acierto. Él hablaba de la relación entre la oferta de nuestros vendedores legales de discos con lo visionado en el hogar. Existen miles de personas dependientes de aquellos, quienes piensan que el mundo se acabó en las Barbie, El Barco y Pequeños Gigantes. Ni remota idea de ese universo fantástico de la teleficción norteamericana e inglesa. Para ya no hablar de autores cinematográficos, pues eso sería ciencia-ficción pura en universo tal.
Quizá al tomarse la correcta e ineludible medida de legalizarlos, el Ministerio de Cultura debió intervenir para proponer un previo entrenamiento estético de estos compañeros. Gente buena, como todos los cubanos, quienes están intentando ganarse el pan y mejorar su nivel de vida. Esa es la idea, ojalá todos pudiéramos. Pero es que lo podrían gestionar con un mejor saldo en su conciencia, al brindar oferta más distendida. Sí, claro, se preguntarán ellos al leer estas líneas “¿Estará cuerdo el periodista? Si no vendemos lo rentable, el negocio va abajo, porque la gente viene buscando lo mismo”.
Varios de ellos son amigos del redactor, y se los he recomendado: “guarden 54 pesos, tomen un ASTRO, vayan con colegas suyos de la capital”. Verán la mayor variedad de su oferta. No incurrir, por favor, en el cliché de la mayor cultura habanera. Los gustos, la expansión de miras estética del espectador se forman. Verdad que esa tampoco es su misión, pero como tienen la posibilidad de piratear o solicitarle a sus proveedores, podrían seleccionar mejor y contribuir a mejorar los gustos masivos. A la larga hasta estos mismos vendedores lo van a agradecer, porque tendrán nuevos clientes: otros segmentos de esta Cuba, ya tan diversa en todo, cuyos integrantes pasan de las Bellezas Latinas o de un tonto reallity show en boga promovido por Jennifer López y su ex Marc Anthony. A propósito ¿Qué le pasa a ella con los hombres?
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