Manuel Benítez del Río
Y cuando todo iba más o menos bien... la cosa se complicó nada más ni nada menos que por los condones.
Sí, pues resulta que los funcionarios de los Juegos Olímpicos habían hecho un pacto comercial: en la Villa se follaría con condones Durex ¡y sólo con Durex! pero...
Una ciclista australiana se fue de lengua al desvelar en Twitter la existencia de un contenedor de condones Canguro dentro de la villa de los atletas.
No conforme con eso, la ciclista publicó una foto de un balde lleno de condones de dicha marca, que como se sabe es australiana, y para que no hubiera dudas puso un letrero: "Condones Canguro".
La noticia fue un bombazo para los organizadores de los Juegos, quienes hasta ese momento creían controlar exhaustivamente las marcas de condones que podrían usar los atletas y ser anunciadas, impidiendo así que los que no son patrocinadores reciban publicidad gratuita.
Por lo que de inmediato iniciaron una investigación acerca de la aparición no autorizada de condones australianos en la villa de los atletas.
El proveedor oficial de preservativos de los Juegos Olímpicos es Durex. Y eso nadie lo duda, aunque la compañía australiana Ansell, y la privada británica Pasante, dicen no tener ninguna información, vamos que casi se hacen las suecas.
Pero el COI, que puso a disposición de los deportistas 150 mil preservativos, ha montado en cólera y se opone de lleno a la presencia de otras marcas de profilácticos en la villa, seguro de que para nadie es secreto que allí la actividad sexual de los atletas abunda tanto como escasean las medallas.
En estos días salían a la luz declaraciones de diferentes deportistas sobre las aventuras sexuales en este tipo de concentraciones que aseguraban que el 75 % de los atletas mantenían relaciones a tutiplén allá dentro.
Y si lo pensamos bien, eso es lo más normal del mundo pues entre tanto nerviosismo y traqueteo olímpico un buen poco de sexo vendrá a ser un bálsamo, la distracción preferida de los atletas, su alimento espiritual.
Pues nadie me negará que una cosa sin igual es sentir la gran emoción de colgarse una medalla olímpica al cuello, vale, pero otra cosa también sin igual es compartir un buen rato de gozadera con una pareja a la que quizás no volveremos a ver hasta la próxima Olimpiada, en el mejor de los casos.
Y bueno... como digo una pareja, digo dos, o tres, o las que se tercien, porque lo que algunos consideraron simples rumores tomó forma después de que la organización anunciase que ponía a disposición de los deportistas 150 mil preservativos de la marca Durex.
Pero parece que ni siquiera esta cantidad ha sido suficiente para los 16 mil atletas que se reúnen estos días en la villa. Imaginen cómo será el mambo.
Sin embargo, al COI, que ya había repartido más de 100 mil preservativos en los Juegos de Invierno de Vancouver 2010 entre unos 7 mil deportistas, no le ha hecho ninguna gracia la presencia de los profilácticos australianos en Londres.
Una portavoz del comité organizador señaló que los deportistas pueden llevar a la villa sus productos, pero solo para su uso personal. «Por ello trataremos de que no se repartan esos preservativos -los Canguro- a otros atletas». ¡Dí tú...! Hasta les quieren controlar la gabardina con la que echan los kikis. ¡Joder!
Cálculos muy conservadores aseguran que, como promedio, han tocado a unos 12 condones por participante olímpico. Cualquiera puede suponer el meneo y la juerga que se montan cuando terminan las duras jornadas de entrenamientot y competiciones.
La primera vez que el servicio gratuito de condones se ofreció a los atletas fue durante Barcelona en 1992. El Comité Olímpico Internacional respaldó la medida asegurando que ayudaba a tomar conciencia del peligro del VIH y además era un buen medio de prevención.
En Pekín, los organizadores regalaron 100 mil preservativos. En Sydney se pusieron a disposición 70 mil profilácticos pero los organizadores debieron encargar otros 20 mil debido a la gran demanda. ¡Ay, la hostia!
Nada, que lo único que distingue a una Olimpiada entre todas las demás es la capacidad de romper récords... ¡hasta en la cama!
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